17 de noviembre del 2019 (futuro)
Vanya sintió que su aliento se detuvo mientras contemplaba su panorama...
Todo se encontraba reducido a escombros, míseras ruinas vergonzosas que dejaban en evidencia que todos nos reducíamos a simple polvo que se perdía entre los vientos o las planicies, dónde pertenecíamos realmente, a la nada. El aire se impregnaba de cenizas, como una nieve artificial pero letal que te cerraba la garganta lentamente, matándote o quien supiera, asfixiándote con lentitud con aquel humo y suciedad contaminado. Trago algo de saliva mientras se atrevía a caminar entre los cadáveres, centenas de personas desconocidas muertas de diferentes formas, cada una luciendo dolorosa y cruel. Se sentía pecaminoso, como si caminara por un cementerio embrujado que no la aceptaba, que la denominaba una intrusa y la espantaba.
Una intrusa en su reino de la nada.
—¿Alguna vez has amado algo?—No pudo evitar preguntar, sintiendo su estómago revolverse debido al fuerte aroma a cobre, hierro y humo en el aire, la sangre y otros desechos la estaban mareando y provocandole náuseas.
—Hmm, déjame pensar...—murmuró ciertamente absorta en ello—. ¡Oh! Recuerdo que de niña tenía un pequeño osito de felpa que llevaba a todas partes y no, no se llamaba Teddy—pareció burlarse, quizás sonando cómica a sus oídos pero, para Vanya se escuchaba desenfocada y lejana, casi irreal.
—Mi violín se llama Isabella—confesó, escuchándose igual de extraña y lejana que la Encargada, mientras observaba hacia el cielo, el cuál lucía como si fuera un vidrio empañado con mugre y restos de basura, sucio y desesperanzador.
—Qué adorable, ¿por qué lo pusiste así?—Cuestionó mientras ella bajaba su vista al suelo irregular que se encontraba pisando, inestable y tembloroso, nada era sólido o firme ahora, todo se encontraba excesivamente frágil y en su punto de quiebre. Vanya lo encontró fascinante y hermoso.
—No fui yo—admitió mientras se agachaba un poco, quitando los restos de algunos escombros y basura para despejar un periódico que apenas había quedado intacto—. Fue Reginald, me dijo que así se llamaba, que era parte de su esencia—relató, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo mientras leía la apenas legible fecha impresa en aquel periódico echo añicos.
—Oh, vaya, ¿quién lo hubiera imaginado? Reginald siendo suave—pareció divertirse, mientras Vanya sonreía levemente y soltaba el diario, sin importarle dónde cayera.
Todo era caos y desorden, ¿qué más daba?
—Fue una de las pocas veces que lo vi como un padre y no un monstruo—confesó mientras a lo lejos reconocía la estructura de la academia, para su sorpresa, la fachada de adelante había quedado levemente intacta mientras que el resto se había caído al suelo como un montón de legos.
Ella avanzó con algo de dificultad debido a todos los obstáculos que obstruían su camino, pero aún así con ganas de saciar su curiosidad, su sed de conocimiento, por saber que fue de ellos; sus despreciables e ingratos hermanos.
Desagradecidos, pensó fugazmente.
—Querida, no creo que quieras verlo—sonando dudosa comentó, casi como si le advirtiera sobre algo de lo cuál no habría vuelta atrás.
—Créeme, lo hago—con determinación afrontó, deteniéndose al percibir unos cuerpos bajos unos pesados escombros de concreto que pertenecían a la academia, pareciendo muñecos de trapos atrapados, al igual que ratas en una trampa.
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The White Violin | The Umbrella Academy
RandomCreemos saber quiénes somos, pero no es así, no hasta que algo malo llega a pasarnos y entonces todas las cosas inútiles desaparecen y quedamos con lo que somos en realidad...