Prólogo

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Juan Andrés era un niño de cabello negro y ojos oscuros, que vivía con sus padres y su hermano, un par de años mayor, Daniel. Todos habitaban una casa en las afueras de un pueblo cercano a la capital. No era muy grande, pero estaba rodeada de un campo verde y varios árboles, que hacían de su hogar un lugar muy especial.

En la parte trasera, sus padres habían construido una arenera y un par de columpios para que él y su hermano Daniel jugaran. Los niños lo hacían a menudo, aunque el juego favorito de Juan era treparse en las ramas de los árboles con una mochila en donde guardaba un cuaderno y un lápiz para dibujar lo que veía desde las alturas.

Un sábado soleado, su padre lo vio dibujando encima de la rama del árbol que sostenía el columpio. Al padre le pareció un acto inseguro, pero su hijo se veía tan tranquilo y feliz, que se abstuvo de regañarlo. Se quedó mirándolo con detenimiento durante algunos minutos.

—¿Por qué nunca me has mostrado tus dibujos? —Le preguntó el padre cuando el niño se bajaba con la mochila colgada en la espalda.

Juan solo tenía ocho años y evitó la mirada de su padre. La verdad era que le daba vergüenza mostrarlos. Eran apenas unos garabatos con los que jugaba. No respondió nada. El padre tomó su mano y, mientras caminaban a la casa, le volvió a preguntar:

—¿Los guardas en algún lugar?

Juan se detuvo antes de subir la mirada para encontrar los ojos marrones y ansiosos de su padre; a él no podía mentirle, lo quería mucho y sabía que no se enojaría sin razón. El niño cabeceó en señal de asentimiento.

—¡Muéstramelos! —Le pidió el padre con emoción.

El niño suspiró y lo guio hasta su habitación en el segundo piso de la casa campestre. Levantó el colchón de su cama sencilla y el padre pudo ver gran cantidad de hojas con muchos dibujos. Eran especialmente paisajes. Todos estaban hechos en lápiz, pero estaban lejos de ser bosquejos; había muy buen manejo de la luz.

—Tienes mucho talento —le dijo su padre sonriendo y tomando una hoja. Se agachó para quedar a su altura— no sabía que podías hacer esto... parece que heredaste el talento artístico de tu madre, no en la música sino en la pintura...

Juan sonrió genuinamente antes de susurrar con algo de timidez:

—Creo que podría hacerlo mejor.

—¿Y cómo crees que podríamos ayudarte con eso? —Le preguntó su padre acariciándole la cabeza.

La mirada del pequeño Juan adquirió un brillo. Un par de semanas más tarde, para su noveno cumpleaños, Juan recibió varios juegos de pintura, pinceles, lápices, lienzos, papel, pasteles, colores, etc... Le regalaron todos los elementos que necesitaría un artista junto a una nota de sus padres que decía: "por si quieres desarrollar ese magnífico talento". Juan se sintió emocionado y corrió a abrazarlos con fuerza; eso era lo que soñaba. Sus padres le ofrecieron inscribirse a clases de pintura mientras duraban las vacaciones, luego, si seguía interesado, podría tomar la lúdica del colegio. En medio de su alegría, Juan se sintió muy tonto por no haber hablado antes. Era evidente que sus padres siempre estarían para apoyarlo.

Camino en la oscuridad.   (Vuelve completa a Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora