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¿Saben? Las miradas sí duelen, se cree que no, pero las conozco en todas sus formas.
Y nunca olvidaré la de él.

No era de furia; muy rara vez la he visto.
No era de tristeza; esa la conozco bien.
Era de decepción; una muy poco común.

Cuándo me miró, me sentí la peor persona del mundo; una tontería, eso fue lo que pasó.
Sentí como la potencia de esta me traspasaba lentamente.

Horror, solo así puedo describir ese momento. Ese sentimiento que te ahoga cuándo menos te lo esperas.

De pronto mi estómago se hizo añicos, la temperatura de mis ojos se volvió más cálida y mi mirada se cristalizó.
Aquel sentimiento me había invadido, lo peor es ser la causante del mismo.
Una simple acción me llevó a esta situación.

Podría agregar que, hasta aquí llegue. Aunque, en realidad no, sólo era momentáneo. El querer huir es natural, pero no es la mejor opción.

Lo único que hice fue quedarme quieta esperando a que él apartara la mirada, pero no fue así, sólo me miraba atentamente, como si le pareciera algo impactante mi reacción; cada segundo que pasaba, aquel nudo crecía considerablemente. Así que tomé la iniciativa.

Aparté la mirada y me acomodé en mi lugar, pero aún así sentía la potencia de su mirada fija en mí.
Tomé aire y traté de tranquilizarme. No podía exponerme así, pero no lo soporté.

Sin pensarlo dos veces tomé el gafete que colgaba de la entrada y salí de la habitación. Caminé y caminé, hasta estar lo suficientemente lejos para que nadie notara mi ausencia.
Me aproximé a uno de los bancos del jardín y tomé asiento.

Suspiré; no había nadie a mi al rededor, eso me reconfortó.
Dejé que las pocas lágrimas que se habían formado cayeran de mi rostro y de nuevo suspiré, sintiendo la latente amargura en el paladar.

Para mí sorpresa, al lo lejos, Anelea se acercaba. No tenía más remedio que salir de allí lo antes posible, sin otra alternativa, regresé a la misma habitación de antes; pero ya no había nadie, terceros me informaron que tenía mejores cosas que hacer, típico de él.

Esa fue la última vez que me trató como antes solía hacerlo. Ahora sólo me mira y ya no está esa sonrisa sincera que antes hacía aparición sin previo aviso; ni el pequeño, pero no insignificante reflejo de luz que se apreciaba en sus pupilas.
Tuve que acostumbrarme; no fue difícil, pero se agrega al itinerario.

Aunque sé que no fue mi rotunda y total culpa. Asumí que en verdad era mía.
Pues, la presencia de alguien más hacía falta, el causante del inicio del interminable conflicto abstracto e irracional.
Y me doy el lujo de decir que es la persona más cobarde que he conocido.

No lo logré, pero traté de protegerlo.

Traté de protegerlo, pero no lo logré.

Oraciones, con las mismas palabras, orden contrario y mensaje diferente.

¿Lo ven?
Porque yo no lo hacía, hasta que comprendí que sin mi él estaría mejor.
Y no porque de verdad lo fuera, si no que, caería en manos de la verdad y podría esa neblina que albergaba su cabeza, por fin desaparecería.

Poco a poco la relación se volvió fría, ya no había la comunicación que antes solíamos tener. Lo veía venir.

Sólo espero con ansias el día en que él por sus propios méritos pueda entender que la presencia que ha estado ahí, a su lado; que le ha hecho daño, que lo ha alentado a ingresar al mar de las esperanzas vacías.
La presencia a la que le ha entregado su tiempo y porte, para el bien de aquella.

No es solo más que un alma podrida, sin una pizca de felicidad. Y más que nada, por elección propia.

-J.

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