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Una más.
Está no me logró atravesar.
No me quebró, me reconfortó.

Sus ojos emanaban prepotencia y venían acompañados de gotas de rocío que le daban el maravilloso toque de la tristeza.

"A veces me pregunto si sabes lo que es la felicidad".

Sus palabras, hace tiempo que ya no tenían efectos negativos en mí.
Trató de hacerme ceder, pero realmente reflejaba su debilidad.
Había aprendido a pasar por alto las palabras de aquellos que sólo buscaban destruirme y bajarme de mi realidad.

En consecuencia sólo guardé silencio, mirando como se iba quebrantado por sus sentimientos poco a poco; soporté durante días sus quejas y nunca le decliné.
Muchos creerán que se trataba de venganza, pero no, de hecho no realicé ninguna acción; sólo esperé.

Se dió media vuelta y secó con sus muñecas las lágrimas intrusas que resbalaban por sus mejillas.
En cambio, yo sólo tenía en mente lo ingenua y dramática que ella estaba siendo; demasiado sentimental a mi parecer. Desgraciadamente, lo único que lograba con eso era verse débil.

Aunque en realidad sus lágrimas no eran por eso, ella había sido fuerte durante mucho tiempo y estaba cansada; por ende debía desahogarse de una vez por todas. Pero, ¿Tenía que ser yo la elegida tolerar su berrinche absurdo?
Es decir, además de sus burlas y críticas sin fundamento junto con su bipolaridad constante, ¿Tendría que escucharla gritar palabras hirientes y sin filtro, provenientes de su boca?

A pesar de eso, mantuve la calma y no le hablé.
Opté por semblante frío y serio; no me importaba si me veía como la villana, la verdad no tenía ganas de discutir. Quería huir.

Sin embargo, durante todo el camino ignoró mi presencia. Algo muy predecible e infantil para alguien denominado como "adulto".

Me propuse escuchar música para no enfocarme en la situación, pero no fue de gran ayuda.

Y gracias a mi veleidosa acompañante, me hice una pregunta que no me hacía hace tiempo.

¿De verdad soy feliz?

No tenía una respuesta clara, a decir verdad.

Ya había tenido oportunidad de despedirme de la vida, pero me negué; tuve miedo.
Dudaba de todo, qué más puedo decir.

Consecuentemente, momentos en los que mi sonrisa era latente llegaron a mi mente. Y la nostalgia, evidentemente llegó.

El paisaje a través de mi ventana era gris. Neblina acompañaba a los grandes y esponjosos árboles a un costado de la carretera, la simple belleza que yacía entre ellos era perfecta.
Como si trataran de consolar a aquellos que se han sumergido y perdido en los laberintos sin salida a los que llamamos bosques.
Diciéndoles que no están solos, que pronto el camino será despejado y encontrarán su propio camino.
Sumida en la majestuosidad del horizonte y en las lejanas notas de las canciones emergentes de mis audífonos; poco a poco cerré los ojos.
Y, al poco tiempo caí dormida.

-J.

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