Sal y da la cara...

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Presente...

Narrado en tercera persona...

Era el día siguiente al rededor de las 7:00 de la mañana, Emilio que estaba dormido fue despertado por Arturo que lo agitaba -¡Señor presidente!- le decía,
-¡Señor presidente!- repetía una y otra vez.

-¡Qué ocurre oficial, ya estoy despierto!.-

-Ha llegado la hora de irnos, ¡Vámonos!.- le anunció el oficial Arturo, pues la tarde anterior se había acordado escapar por un tren subterráneo que se encontraba escondido abajo del palacio.

-¡Muy bien, ok!- dijo Emilio al ponerse de pie, -Tenemos que actuar lo más rápido posible, pero lo más discreto, para que nadie sospeche que estamos aquí abajo.

-Así es Señor presidente- afirmó Arturo -Tenemos que ser lo más cautelosos, estamos hablando de más de 15 personas que queremos largarnos de aquí.

-Y, ¿En cuanto tiempo estaríamos fuera de la ciudad?.

-Aproximadamente en 30 minutos señor.

-¡Ok!, Pues hay que empezar, ve y avísale a los demás... Yo iré con mi esposa...

Dijo finalmente Emilio, que aún no se le olvidaba la discusión que había tenido el día pasado con su mujer, se dirigió hacia donde estaba ella dormida y s su lado sus dos hijas, la menor de 7 años y la mayor de 18 años de edad, las tres dormían, Emilio se acercó y trato de despertar a su esposa lo más tranquilo posible.
Cuando su esposa despertó y vio cerca de ella a Emilio, esta se alejó de él y le susurró molesta, -¿Qué hacés aquí?, ¿Cómo se te ocurre venir a darme la cara como si nada?.

-Victoria, tranquila, solo vine a despertarte para irnos de aquí.

-¿Para irnos?, ¿Eso que significa?- decía mientras se sentaba en el suelo, a lo que sus hijas también se despertaron, cuando la hija menor vio a su padre se puso muy contenta y comenzó a abrazarlo, en cambio, la mayor no, ella entendía todo lo que estaba pasando, y al igual que su madre, está estaba muy enojada con su padre.

-Niñas,- decía Victoria a sus hijas -¿Podrían dejarnos solo a su padre y a mí?- la hija mayor asintió y se llevó con ella a su pequeña hermana.
Una vez solos Emilio dijo -Mira, se que cometí muchos errores, ¡Lo reconozco!, Pero ahora tengo miedo de que Eric les haga algo a ustedes.

-Si... Y a todo esto ¿qué piensas hacer?.

-¡Escapar!- dijo Emilio decidido.

-¿Qué?, ¿Es enserio?- Le replicó su esposa.

-En lugar de dar la cara y enfrentar tus verdades    tu decides... ¿Escapar?, ¿Vas a escapar?.

-¡Vamos a escapar!- aclaro el presidente.

-¡No, no y no!- le replicó su esposa -Ni creas que me iré contigo.

-¡Por favor!, Debes venir con nosotros, todos nos iremos.

-No me importa, si yo fuera tu daría la cara

-Por favor, ¡Solo quiero protegerlos!- le respondió Emilio desesperado.

-¡Si en verdad querías protegernos nunca hubieses sido todo lo que fuiste en el pasado!, Fueron tus acciones por las que ahora la ciudad te odia, no fue culpa de Eric, fue culpa tuya Emilio, tus mentiras, tus tonterías, tus corrupciones.

-¡Ya te dije que me perdones!, ¿Qué más quieres?.

En ese momento su esposa se quedó un momento en silencio, y después de un rato continuó, -Yo no quiero que te disculpes solo conmigo, ¡Quiero que te disculpes con toda Santa Ana!, Con aquel pueblo que confío en tu y tu solo te burlabas de ellos, si no haces eso, olvídate que soy tu esposa.

-Ya viste como Eric convenció al pueblo de lincharme, ¿No te has dado cuenta?, ¡Todos me odian!, ¿Cómo convenceré a una gran ciudad?.

-Trata de convencer mínimo a la mitad, a una cuarta parte.

-¿Y como se supone que hago eso?.

Preguntó Emilio desesperado, con las grandes ganas de largarse de una buena vez en ese tren, de verdad el ya no quería saber nada de eso, quería poner fin a la situación de una vez por todas, quería terminar con esta pesadilla.
Su esposa, con esa voz firme le dijo:

-Si de verdad estás arrepentido, ve y diles con la mayor sinceridad,¡Solo sal allá afuera, y da la cara!...

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