CAPITULO 4

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Al dia siguiente.......al despertar, encontré a mi madre sentada en mi cama. Aunque tenía la visión borrosa a causa del sueño, me fue imposible pasar por alto sus ojos enrojecidos y con bolsas. —Mamá —musité, deseando abrazarla y consolarla. La niña pequeña de mi interior sintió terror al verla tan alterada. —Buenos días, corazón. Siento despertarte, pero quería hablar contigo antes de que llegue tu padre. El estómago me dio un vuelco. —Andy, cariño. La abuela ha fallecido. Cualquier otro pensamiento desapareció de mi mente. —¿Qué? Mi madre dejó escapar un pequeño sollozo y me tomó de la mano. Su delicada caricia no me sirvió de consuelo. —Anoche, la abuela fue a dormir. Esta mañana, tu padre ha ido a arreglarle el calentador del agua y la ha encontrado en la cama. Ha sido un infarto. Negué con la cabeza, incapaz de creer lo que mi madre me estaba contando. Tenía que ser un sueño. No podía estar pasando. Teníamos planes. La abuela y yo. Nos quedaban tantas cosas por hacer. —Cariño, sé lo unida que estabas a la abuela. Es un momento difícil para todos, pero especialmente para ti. No pasa nada por llorar. Estoy aquí contigo para ayudarte. Nunca había considerado la posibilidad de que la abuela fuese a morir. Era parte integrante de mi vida. Una válvula de escape del mundo en el que vivía habitualmente. Me comprendía de una manera que mis padres eran incapaces de hacer. La abuela nunca esperaba que fuese perfecta, como lo esperaban ellos o Pedro. Estar con ella era liberador. Igual que cuando estaba con Bito. Podía ser yo misma con la seguridad de que me seguiría queriendo. Una sensación de vacío se apoderó de mi estómago mientras las lágrimas me resbalaban por las mejillas. Todavía la necesitaba. ¿Cómo podía haber desaparecido? La había visto hacía poco. Me dijo que no podía haber nadie tan perfecto como Bito sin camiseta. Habíamos reído juntas. Acababa de hacerse la pedicura. ¿Cómo podía estar muerta? No estaba preparada para morir. Tenía las uñas de los pies de color fucsia. Estaba dispuesta a pasarlo bien. Habíamos planeado ir al cine juntas.
—Teníamos planes —dije con voz estrangulada.¿Dónde iba a encontrar la válvula de escape para huir de toda la presión que se acumulaba en mi vida? ¿Cómo iba a vivir sin ella?

Andy: Una vez más, siento el retraso en responder. Después de un día entero haciendo senderismo, me quedo frito en cuanto llego a la cabaña. Estoy combatiendo el agotamiento para escribirte este e-mail. Hoy, Cade y yo hemos escogido un sendero especial que ni mi madre ni mi hermana querían probar, así que mi padre se ha quedado con ellas. Algunos tramos eran bastante empinados. Ha sido fantástico. Cuando hemos llegado al final, la vista era increíble, y Cade ha visto a su primer oso negro. Debe de haberle sacado una docena de fotos. Aguanta un poco más. Tu aburrimiento está a punto de acabar. Estaré en casa dentro de veinte días. Te quiero, Pedro

Pedro: Hola No quería contarle a una pantalla de ordenador que mi abuela acababa de morir. No podía explicarle que había lavado el coche con Bito y que habíamos jugado al billar. Tenía la vista borrosa de tanto llorar, y sincerarme con una máquina era lo último que deseaba. Borré la respuesta, cogí mi bolso y me dirigí al coche. Podría haberme mentido a mí misma, fingiendo que no tenía ni idea de adónde me dirigía, que necesitaba escapar y conducir sin rumbo. Pero en el fondo sabía perfectamente adónde iba. Aparqué mi Jetta junto al granero del señor Jackson. Bito no estaba en casa y su madre echó un vistazo a mi expresión afligida y me dijo dónde encontrarlo. Oí el tractor antes de verlo. Mis pies empezaron a caminar por su cuenta en dirección al ruido. Necesitaba a alguien que me ayudase a olvidar la terrible verdad. No necesitaba ningún ridículo e-mail sobre cascadas y osos. Necesitaba a alguien a mi lado y la primera persona en la que pensé fue Bito. Él no me diría que todo se iba a arreglar. No intentaría tranquilizarme como a una niña pequeña. Le necesitaba. En cuanto me vio caminando por el campo, detuvo el tractor. Sus ojos se clavaron en mí y empecé a correr. Sentía las lágrimas en mi rostro mientras corría hacia él. Bajó de un salto, justo antes de que le alcanzara. Bito me atrapó cuando me desplomé en sus brazos. Las lágrimas silenciosas se convirtieron en ruidosos sollozos por primera vez desde que supe que la abuela había muerto. No preguntó nada. Yo ya sabía que no lo haría. Esperaría a que estuviese preparada para hablar.

¡h€y cHic@ rud@!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora