CAPITULO 7

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NARRA ANDREA:

El estacionamiento del instituto estaba prácticamente vacío. Sólo quedaban unos cuantos coches aparcados. Reconocí la camioneta de Pedro y también la de Bito. Estarían entrenando. Yo llevaba más de una hora aplazando mi vuelta a casa. Pedro estaba en la sala de pesas y no había respondido a mi último mensaje. Todavía no me sentía capaz de volver a casa. Mi tía Carolina y su hija Lana habían llegado la noche anterior con la intención de quedarse durante un período de tiempo indeterminado. Habían agarrado al tío Nolan con su secretaria, haciendo cosas que no debería encima de la fotocopiadora, y la tía Caroline había huido de su casa. Nuestra casa se había convertido en el único lugar en el que puedo pensar , y gracias a eso nos tocó el premio gordo. La tía Caroline lloraba a mares, y obsequiaba a cualquiera dispuesto a escucharla con la historia de cómo había descubierto a su marido. Oírla la primera vez ya fue difícil, no quería tener que escuchar las repeticiones. Que Lana invadiese mi espacio personal también resultaba muy frustrante. Era tan amable y refinada. Habría querido alborotarle el cabello y darle unas cuantas cachetadas a la pendeja. hasta que demostrara algún tipo de emoción. Lena ya había empezado la universidad, Pedro estaba comprometido con el fútbol y Bito se comportaba como si yo no existiera. Antes, en momentos como éstos, en los que me sentía sola y perdida, iba corriendo a ver a la abuela para que lo solucionase todo. La vida era tan injusta.

—¿Qué te ha hecho el coche?----- La voz de Bito hizo que diera un respingo. Me volví y lo encontré a pocos metros detrás de mí, con el casco y los protectores en una mano y la camiseta que debería llevar puesta en la otra. ¿Por qué tenía que andar siempre sin nada? Su mirada fue del coche a mi cara. Me removí un poco, nerviosa. No habíamos estado a solas en dieciséis, no, diecisiete días.

—Llevas cinco minutos ahí de pie fulminando el coche con la mirada. Supongo que te habrá ofendido en algo. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Tenerle tan cerca y que me mirara y me hablara directamente era maravilloso y también increíblemente doloroso.

—¿Qué te pasa, Andy? Tragarme el nudo que tenía en la garganta no ayudó. Me mordí el labio y me encogí de hombros. Leí la vacilación en su cara. Finalmente, cogió mi mochila y me tocó la cintura.

—Ven conmigo. Puedes hablar, te escucharé.---- No se lo discutí. Lo deseaba. Dejé que me guiara hasta su camioneta y abrió la puerta del copiloto para que pudiera entrar. Al principio, no hablamos. Me esforcé por mantener mis emociones bajo control mientras él conducía su camioneta en una dirección familiar que sabía que llevaba hasta la bahía.

—¿Me vas a contar qué te tiene tan alterada? —preguntó. Me miró de reojo un segundo, pero en seguida devolvió la mirada a la carretera. No estaba segura de cómo responder a la pregunta. Había tantas cosas que contar. Estaba comportándome con Pedro como alguien que no era. Alguien que ni siquiera me gustaba. Las clases habían vuelto a empezar y Bito estaba allí todos los días, en los pasillos, la cafetería, las aulas. Podía verle, pero no tocarle. Eso me estaba matando. Y luego también estaban Lana y mi tía Caroline, que me habían arrebatado el único refugio que me quedaba. Mi casa. Mi habitación.

—Vamos, Andy, dime lo que te pasa. —Mi tío engañó a mi tía y ahora mi tía y mi prima se han mudado a mi casa. Lana está en mi habitación todo el rato. Mi tía se pasa el día llorando y repitiendo la horrible historia de cómo le agarro. No tengo dónde esconderme. Tengo ganas de huir al bosque y ponerme a gritar. La risita ahogada de Bito debería haberme molestado, al fin y al cabo se estaba burlando de mi situación, pero la había echado tanto de menos que me hizo sonreír.

—La familia puede ser una patada en el culo —dijo en tono sombrío. Me pregunté si se refería a Pedro. ¿Le importaba que estuviese con su primo? No sabría decirlo. Quería creer que estaba escondiendo sus sentimientos por mí, pero parecía improbable. Reía y coqueteaba con todas las chicas guapas del instituto, como siempre había hecho.

¡h€y cHic@ rud@!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora