VII

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La chica perfecta... es lo que siempre decían de su persona y lo que siempre intentaba demostrar. Ella era hija única, sus padres siempre se encargaron de brindarle lo mejor y la manera de retribuirlo era eso... siendo perfecta. Debido a que ambos padres trabajaban se la pasaba sola la mayor parte del tiempo. Estaba agradecida por la vida que tenía, siempre le daban y obtenía lo que quería, incluso hasta un poco más. Siempre cuidaba su persona, su higiene, su alimentación, se la pasaba estudiando para estar siempre en el primer lugar, estaba rodeada de amigas y chicos que harían lo que fuera por ella, siempre siendo amable con todos, ganándose el respeto y admiración de sus compañeros y maestros. Nada nunca le salía mal… pero esta vez había sido diferente. —¿Por qué?...― pensaba, esta vez no había obtenido lo que quería, sino todo lo contrario, sin duda había sido un golpe duro para su orgullo... muy duro.

El único chico que le había interesado la había rechazado... a ella, la chica perfecta. Se supone que él era su pareja ideal, su contraparte masculina, el chico perfecto del instituto. Él y ella tarde o temprano estaban destinados a estar juntos. Pero al parecer eso no iba a pasar. Por primera vez en su vida las cosas no estaban sucediendo como ella quería y eso la descolocaba. Tal vez ese rechazo pudo haberlo controlado y dejarlo pasar, sin embargo, nada ni nadie la preparó para lo que vio a tan solo unos instantes de ser rechazada. Aquel chico al que le había profesado su amor la había humillado de todas las formas posibles, le había roto su corazón sin compasión y sin dejar ni una parte a salvo haciéndolo añicos.

Algo en ella se quebró, haciendo que abriera los ojos, dándose cuenta de cosas que no quería ver. Ella nunca había sentido odio hacia alguien o es lo que siempre se repetía... ya que eso no valía la pena, pero lo que vio saco lo peor de ella o tal vez, solo tal vez su verdadera esencia, esa que tanto se esmeraba en ocultar. Su mirada se tornó oscura, sus nudillos adquirieron un tono blanco debido a la fuerza con la que apretaba sus puños, y las facciones de su rostro se endurecieron. Nadie nunca le decía que no... nadie.

… … …

Watanuki se dirigía a los baños, sumergido en miles de pensamientos, entre esos aquel beso que momentos atrás se había dado con el arquero. Sin poderlo evitar un fuerte sonrojo se instaló en sus mejillas e inconscientemente colocó sus dedos sobre sus labios, tocándolos muy suavemente en una leve caricia. Estaba seguro que podía durar así toda una eternidad pero su burbuja color de rosa fue rápidamente deshecha, ya que unos escalofríos le recorrieron súbitamente todo el cuerpo, no era algo agradable, todo lo contrario, era la misma sensación que tenía cada vez que frente a él se aparecía algún mal espíritu.

Voltio hacia ambos lados intentando buscar el origen de aquello, más no encontró nada, regresó su vista hacia enfrente topándose con una mirada oscura, parpadeo un par de veces comprobando si aquello era real, pero aquella sensación simplemente había desaparecido. Frente a él solo se encontraba aquella chica regalándole una tímida sonrisa.

— Watanuki-san, ¿te encuentras bien?

— ¿Eh?... s-si, estoy bien —. Mencionaba el chico recomponiéndose de su estado ¿acaso había sido su imaginación? Después de todo aquella sensación solo había durado unos segundos.

— De acuerdo—. Mencionaba la chica sin mostrar más interés. —Por cierto, Watanuki-san, odio decirlo, pero sabes que no puedes andar merodeando en los pasillos cuando es hora de clase, tengo que pedirte que regreses a tu salón.

—Cla-claro solo iba al baño… — Mencionaba volteando a ver a la chica. Preguntándose qué hacía ella ahí también.

—Oh… te estas preguntando el “¿porqué yo si puedo andar en los pasillos?” — le contestaba, pues el ojiazul se le había quedado mirando —eso es muy fácil, soy la presidenta después de todo—. Mencionaba la chica en tono serio y altanero, cambiándolo rápidamente por una risilla y un tono juguetón. —Solo bromeo, tengo unos asuntos que atender con los profesores, nos vemos después Watanuki-san, intenta regresar lo antes posible a tu salón… no querrás tener problemas—. Y sin darle siquiera la oportunidad de responder, aquella chica solo siguió su camino, sin voltear atrás.

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