Naturalmente

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La vida nunca la imaginó así cuando se convirtió en un espíritu, esto aplicaba a ambos, pero de formas distintas. Porque cosas como pasarla bien, reírse hasta el cansancio, perder toda la compostura por menos de un minuto, olvidarse de la posición que ocupas, el rol que desempeñas y el lugar en el que te encuentras, son todas repentinas y se vuelven en improbables cuando has sufrido tanto.

El sufrimiento nos transforma; nos cambia. Nadie nació conociendo el sufrimiento, y aunque entre más se vive algo, se termina acostumbrando el ser a vivir de esa forma, eso no quiere decir que todos podrán reponerse de ello; porque los golpes que da la vida son los más dolorosos.

El dolor físico es visible, palpable y tiene un origen el cual puede ser curado por los avances de la medicina, de hecho, hay personas con capacidades un tanto sobrehumanas para no quejarse de heridas físicas, incluso cuando son severas. El dolor psicológico es otra historia, su impacto y consecuencias duran mucho tiempo; algunos hasta toda la vida.

A lo largo de sus vidas, sobre todo cuando se volvieron espíritus, Kurumi y Satou sufrieron de ambos tipos de dolor, volviéndose resistentes al físico, mientras el psicológico los iba incendiando y dejando quemaduras por todas partes. Porque cuando te ensucias las manos de algo tan pegajoso y apestoso, algo de ello puedes sentir que sigue ahí; los restos.

Por eso, el que Kurumi se riera tanto por lo que sucedía en el hogar de los Yatogami, tanto así que necesitara el soporte de su esposo para que no perdiera el equilibrio, era realmente sorprendente. Algo que, sin duda, perdió en el pasado.

Ser feliz.

Estar en el momento.

Vivir tu vida.

Dejarse llevar.

Sin juicios.

Solamente... Ser. Ser lo que en verdad eres. Momentos en los que reaccionas sin pensar, estás siendo tú mismo en su máxima expresión.

—...realmente... Ah, cielos... —dijo la mujer de ojos de dos colores con dificultad y luego tomó algo de aire.

Su esposo le vio con decepción hace unos momentos, cuando sus risas estallaron, pero mientras sus carcajadas se desarrollaron, terminó sonriendo ligeramente, por verla tan contenta. La seguía sosteniendo de la cintura, los separaban unos seis centímetros, ella se sostuvo de él poniendo sus manos en sus hombros, pero ahora le soltó.

—Ara, ara, sí que fue divertido. Lo lamento, Anata, pero dudo que esté pesada. —Una media sonrisa se formó en su rostro y miró directamente a sus ojos azules—. ¿No es así?

—Ah, no fue problema —contestó rápidamente—. Pero ¿estás bien, Kurumi-chan? Es la primera vez que te veo reírte tanto.

—Oh... —Parpadeó un par de veces y luego cerró la boca—. Bueno... No recuerdo la última vez que me reí tanto. Es decir, contigo también me divierto. Pero esto supera todo.

—Bueno, igual no soy gracioso.

Kurumi tuvo que soltar otra carcajada y suspiró después, Satou se mostró sorprendido, pero antes de que hablara, ella atrapó su mano y lo guio lejos del hogar de los Yatogami.

«Cielos, eres muy inocente, Anata. Todavía no consigues entender el sarcasmo del todo. Pero es precisamente por eso que es tan divertido estar contigo, además, no te enojarías conmigo».

—Kurumi-chan, ¿qué fue tan gracioso? —preguntó mientras ambos caminaban en dirección a la parada de autobús.

—Jiji. Nada, solo recordé que eres muy divertido.

Amor InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora