Capítulo I: Cartas.

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Tenía que reconocer que la visita de aquel hombre lo había sorprendido, pues, en todos los meses que llevaba encerrado en ese lugar, solo lo visitaba una persona. Pero lo que lo sorprendió verdaderamente fue la propuesta que le hizo; formar un grupo para eliminar a Spider-man.

Si le hubiese hecho aquella propuesta meses antes, tal vez, por la traición que creyó que Peter le había hecho, ni siquiera lo hubiese pensado... simplemente habría aceptado. Pero ahora, casi un año después, ya no quedaba nada de aquel odio que creyó sentir por él. Además, si este aún existiese, ya no podría aceptar aquella propuesta por su actual condición.

—Le sugiero que lo piense, señor Osborn. Estaré esperando su respuesta —dijo, antes de salir de la celda.

Cuando la puerta se cerró, giró en dirección a esta. Observándola como si tratara de hallar algo importante en ella. Sabía que no tenía absolutamente nada que pensar. Jamás podría volver a dañar a Peter. O, por lo menos, eso era lo que pensaba en los últimos seis meses.

Tenía que aceptar que al principio no se arrepintió por haber sido el culpable de la muerte de Gwendolyne Stacy, de hecho, le había agradado saber que Peter jamás podría estar con ella. Pero cinco meses después de estar encerrado en aquel lugar, quiso obtener el perdón de Peter, por lo cual, todos los meses, el mismo día, le enviaba una carta, las cuales, aunque nunca habían sido respondidas, seguía enviando con la misma esperanza con la cual envió la primera. En la última, que había enviado el mes anterior, además, de contarle sobre su vida, y pedirle perdón nuevamente, le hacía una petición, a pesar de saber que no lo merecía. Pero sus deseos eran superiores a su juicio. Quería que Peter fuera a verlo. Solo eso le pedía y aunque nunca sucedió, lo comprendía. Pero, aún así, no dejaba de ser doloroso que la única persona a la cual esperaba ver, jamás cruzaría a aquella puerta.

—¿Cómo se siente, señor Osborn? —giró, hacia la voz que le había sacado de sus cavilaciones, mirando con desagrado a aquel hombre, antes de darle la espalda nuevamente. Odiaba hablar con él; detestaba lo que sus visitas significaban.

—¿Es relevante? —su voz sonaba irritada, pero el hombre con bata frente a él, como siempre, no parecía darle importancia.

—El nuevo tratamiento...

—¿Ha venido solo ha eso? —lo interrumpió, mientras lo observaba por el pequeño y sucio espejo. Odiaba hablar sobre el tema. Ya había aceptado su destino. Sabía que moriría, pero nada ya le importaba —. La última vez le dije que no seguiría ningún otro tratamiento. Si solo vino a eso, es mejor que se vaya en este instante —estaba cansado de ser el conejillo de indias de ellos, no solo porque ningún tratamiento parecía funcionar, además de eso, algunos eran muy dolorosos.

—Estamos haciendo lo posible por ayudarlo, señor Osborn, pero si usted no coopera no podremos hacer absolutamente nada por usted —el hombre agarró una silla, y se sentó frente a él, escribiendo en una libreta que llevaba y, después de algunos segundos, lo miró—. Sé que no le agrada hablar sobre su enfermedad, pero necesitamos hacerle algunas pruebas

—El resultado será el mismo —se levantó y se dirigió a la única ventana que tenía la pequeña celda. A pesar de que ya no poseía las secuelas que habían quedado cuando se inyecto el veneno de araña, la enfermedad seguía allí, arrastrándolo cada día más a la muerte —. Al principio parecen funcionar... pero al final es el mismo resultado —cerró los ojos unos segundos. Ya nada importaba, ni siquiera si le decían que moriría al día siguiente. Pero había una cosa, solo una que ansiaba más que a nada, esa que seguiría pidiendo hasta el día de su muerte... dio un suspiro cansado, antes de hacer la misma estúpida petición que hacía cada mes —. Está bien, me someteré al nuevo tratamiento... solo con una condición —giró hacia el médico, el cual se levantó de la silla, sabiendo a que se refería.

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