Capítulo VII: Un sueño y nada más.

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Enfocó el escenario en el cual, el actual presidente de Oscorp recitaba un discurso sobre los avances actuales y futuros de la empresa. Pero, al reconocer la figura, que permanecía a la izquierda de Menken y que, posteriormente, lo reemplazaba como orador, bajó la cámara. Harry también se encontraba en la ceremonia, mostrando aquel semblante tan característico de los Osborn, hablando con propiedad sobre el tema que estaba tratando, haciendo, de vez en cuando, chistes sobre Menken. Se perdió en aquella imagen, reconociendo en ella al chico que había extrañado durante años; a su mejor amigo.

—¡Parker, eres tan lento que me hago pobre y viejo! —el llamado de atención, que le hizo el señor Jamenson, lo sacó de sus cavilaciones —. ¡No te traje a este lugar para que estés simplemente de mirón!

Enfocó nuevamente el escenario, tomándole varias fotos a Harry mientras seguía con su discurso. Pero, bajo nuevamente la cámara, cuando su sentido arácnido se activó y, un segundo después, las luces se apagaron.

El silencio, que se formó cuando las luces se apagaron, se rompió paulatinamente por los susurros de las personas.

—Tranquilos —la voz de Menken se escuchó sobre los susurros —. Solo fue un pequeño percance que... —las luces nuevamente iluminaron el lugar —, ya se solucionó. Ahora...

Todo quedó nuevamente en silencio. Los meseros, que ahora cubrían sus rostros, tenían armas.

—Lamento llegar un poco tarde —un hombre totalmente vestido de negro, con el rostro cubierto y armado, se colocó al lado de los meseros—. ¿Saben?, me encantan las fiestas de los riquillos —agarró una porción de pastel con las manos y, después de levantarse lo suficiente el pasamontaña, comió—, siempre sirven buena comida y bebidas

—Solo tenemos quince minutos —mencionó uno de los meseros que permanecía un poco alejado de los demás.

—Está bien —sacó un celular de su chaqueta —. Tú, acércate —todos miraron hacia la dirección que señalaba el hombre, pero el aludido no se movió —. Vamos, acércate, no seas tímido —dijo, con fingida amabilidad, obteniendo como respuesta una mirada desafiante. El hombre tomó otra porción de pastel y, mientras comía de este, empezó a caminar —. ¿Sabes una cosa, mocoso? —dijo, cuando estuvo frente a él. Dio el último bocado que le quedaba y sonrió —. Este estuvo mejor y... —le dio una bofetada al aludido, provocando que se sostuviera en la pared para no caer —... odio que ignoren mis órdenes

Felicia intento ayudarlo, pero uno de los meseros la agarró, impidiéndoselo.

—Ahora, niño bonito —lo asió por el cuello de la chaqueta —, si no quieres que te desfigure a golpes esa carita, vas a hacer una transacción desde tu cuenta

—Eres un imbécil, inmediatamente lo haga lo rastrearan —el hombre de negro le agarró la mandíbula, apretándola un poco.

—Solo has la transacción, y del resto se encargará Max —miró hacia el hombre que permanecía apartado —. Te sorprendería... es como si utilizara magia

—El tiempo corre —dijo el aludido —. Es mejor irnos

Miró el reloj en su muñeca izquierda. Si seguían en ese lugar la policía los arrestaría —. Niño bonito, tú y yo, saldremos a pasear

—¿Podemos llevarla también a ella? —le tomó el rostro a Felicia para que, quien era el jefe, viera que era hermosa —. Es muy bonita

—No —intentó soltarse, pero el hombre apretó más el agarre que mantenía en su mandíbula, provocando que, en contra de su voluntad, un gemido de dolor escapara de sus labios.

—No estás en posición de dar órdenes, maldito niño —lo agarró por el cabello, jalándolo un poco—. ¿Aún no lo entiendes? —tiró un poco más de su cabello hasta lograr que apareciera una expresión de dolor en su rostro.

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