Capítulo XIII: Una palabra no tan problemática.

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En la mansión Osborn era poco probable que los interrumpieran y, al no ser su cama tan pequeña como la de Peter, tendrían mayor comodidad. Pero, a pesar de que ir hasta esta había sido su plan inicial, ni si quiera su propio cuerpo parecía querer esperar. Habían logrado llegar, entre tropezones y besos, hasta la habitación de Peter, guiados por la urgencia que sus cuerpos expedían. Sin embargo, inmediatamente cruzaron la puerta de la habitación, se instauró un silencio, incomodo, entre ambos.

El primero en romper la distancia entre ellos fue Peter. Abrazándolo por la cintura, y fundiéndolos nuevamente en un beso. El contacto se intensificó paulatinamente, siguiendo el ritmo de los pasos que daban hacia la cama. Cuando las piernas de Harry tropezaron con esta, los dedos de Peter se colaron debajo de su camisa, subiéndola lentamente mientras acariciaba la piel que estaba a su alcance.

—Espera... —trataba de hablar entre cada pequeña bocada de aire que los labios, impacientes, de Peter le permitían tomar—... necesito ducharme

—Claramente lo habías hecho antes de venir acá —lo besó nuevamente, intentando arrastrarlo nuevamente a la nubla de placer en que antes estaba inmerso. Pero, después de intentar vanamente que lo soltara, Harry se alejó lo más que los brazos de Peter se lo permitieron, interrumpiendo sus besos.

—Si... pero no para esto —dijo esto último en un tono más bajo; aún no se acostumbrada a que lo harían de esa forma—. Es... diferente —aclaró su garganta pero, a pesar de esto, su voz salió en un pequeño susurro —, no me prepare para esto

—Pero... —intentó replicar. Su propio cuerpo se rehusaba a romper el contacto que mantenía junto a sus labios sobre el cuerpo contrario.

—Si deseas... que lo hagamos, permíteme ducharme

La mirada de Harry fue tan firme, que los dedos de Peter se deslizaron, en contra de su voluntad, soltándolo. Tomó una toalla y, dejando a su pareja en la habitación, se dirigió hacia el baño, apretando contra su pecho aquella porción de tela. A pesar de haberlo deseado por muchos años, jamás se había imaginado hacerlo de esa forma; nunca había deseado ocupar aquella posición que, aunque aceptaba, también aborrecía de cierta forma.

En ese momento se convenció completamente de que realmente tendrían relaciones sexuales, y que Johnny había tenido razón sobre la posición que ocuparía. Estaba seguro de que, si se enteraba, no dejaría de recordárselo.

Se detuvo frente a la puerta del baño, tentado a regresar a la habitación y negarse. Hacerlo de esa forma, más que pavor por el dolor, le provocaba vergüenza. Sería aceptar finalmente que su padre tenía razón. Apretó la tela entre sus manos y, sin pensarlo, se giró, dirigiéndose, nuevamente, a la habitación.

Sin embargo, a mitad del pasillo, se detuvo. Al pensar en su padre, estaba tentado a negarse, pero era algo que llevaba deseando desde que sus apetitos sexuales habían despertado. Sin importar la posición que ocupara, o la mella que las palabras de su padre aún provocaran sobre su ego, finalmente estaría físicamente con Peter, y eso realmente era lo único que importaba. Ya no rehuiría a sus deseos para satisfacer al falso ego que su padre había moldeado. Decidido, retornó nuevamente la marcha hacia el baño, tratando de ignorar los agitados latidos que golpeaban en su pecho.

Pasados algunos minutos y, después de realizar el acto más vergonzoso que había hecho en su corta vida, volvió a la habitación, a paso lento, siendo únicamente cubierto, de la cintura para abajo, con una toalla. Cuando ingresó nuevamente a la habitación, Peter se encontraba sentado en la cama, jugando nerviosamente con sus dedos, por lo cual se percató de que se había quitado los lanzadores de sus muñecas, pero su mirada era de impaciencia.

Al notar su presencia y, después de observarse mutuamente por algunos segundos, Peter se levantó, acercándose a él, sin dejar de observarlo a los ojos. Le gustaba mucho mirar los ojos de Harry. Le agradaba saber que el deseo que sentía en ese momento era mutuo, al igual que el miedo y la vergüenza que sentía. Con manos temblorosas, lo tomó por la cintura, rozando levemente la piel que no cubría la toalla, acercándolo hacia él. Posó una mano en la mejilla contraria, logrando que Harry suspirara ante dicha caricia, cerrando levemente sus parpados. Y, sin pensarlo, lo besó, dándole una suave caricia en cada mejilla, retardando el momento en que sus labios se rozarían nuevamente.

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