11 Ya no me queda nada

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Narra Kate

Estaba en casa. No podía más. La cogí, cogí la pistola que tenía en casa, no se si era de mi madre o había sido de mi padre. Daba igual. Estaba cargada.

-Adiós mundo- dije con la pistola pegada al lado derecho de mi frente.

¿Que que había pasado? No quiero recordarlo, pero tendré que contarlo.

Dos horas antes...

Daniel y yo habíamos ido pronto a dormir, estábamos cansados. Daniel durmió en su cama, pero yo me quedé dormida en el salón. Sabiendo lo que pasaría después, no le dejaría solo en toda mi vida, soy una gilipollas, imbécil, retrasada, pedazo de mierda, la peor hermana que podía haber existido en este mundo, etc.

Me había quedado dormida en el sofá con la tele encendida. Debían de ser las nueve y media más o menos. Era raro que me quedase dormida tan pronto. Sobre las diez empecé a escuchar unos gritos. En la casa hacía más calor que de costumbre. Empecé a toser. Olía a humo.

-¡Kate, Kate!- seguían los gritos. Era Daniel.

Fui corriendo a su habitación. ¡Estaba ardiendo! El fuego tapaba la entrada. Mi hermano estaba arrimado a una esquina, gritando.

-¡Daniel!- grité yo.

¡¿Que debía de hacer en ese momento?! Era la primera vez que estaba tan nerviosa y asustada. Llamé a los bomberos.

-¡Socorro! ¡Mi casa está ardiendo y mi hermano está atrapado en una habitación!- grité por teléfono.

Me preguntaron la dirección y dijeron que venían en ese momento. Se me nubló la vista. Mis mejillas se humedecieron. Estaba llorando. Yo no suelo llorar. No podía más. Seguía escuchando los gritos de mi hermano y yo estaba ahí quieta sin hacer nada.

-¡Kate, Kate!- gritaba mi hermano llorando.

No podía más, crucé a través del fuego, mi ropa ardía, pero conseguí rápido que el fuego se apagase.

-¡Daniel!- exclamé dirigiéndome hacia él.

Se notaba que el fuego le había alcanzado. Tenía muchísimas quemaduras. Estaba fatal. Se le veía muy débil, sucio y con la ropa rota. Le abracé, sollozando. El también me abrazaba con fuerza. Llegaron los bomberos. Yo seguía abrazada a Daniel. Ya estaba, ya nos íbamos a librar de todo. Los bomberos pasaron y empezaron a apagar el fuego. Yo seguía abrazada a Daniel. Pero cada vez Daniel me abrazaba con menos fuerza. El fuego casi estaba apagado. Yo también estaba débil. Me encontraba mal. Los bomberos llamaron a la ambulancia y a la policía. Yo seguía abrazada a Daniel, pero Daniel no me abrazaba con fuerza ya. La ambulancia no tardó en llegar. El fuego ya estaba apagado. Yo seguía abrazada a mi hermano. Los de la ambulancia me mandaron soltarle.

-¡¿Por que le tengo que soltar?!- grité como una poseída.

-Cariño...está muerto- dijo la chica de la ambulancia mirándome con cara de compasión.

Miré a Daniel. Estaba pálido. No notaba palpitar a su corazón. No sentía sus respiraciones. El fuego se había apagado. El fuego interior de Daniel se había apagado. Me lo quitaron de los brazos, me quitaron lo que quedaba de mi hermano y se lo llevaron.

-Ven, tendremos que hacerte algunas curas- dijo la chica.

-¡Me niego!- grité como una poseída. No podía parar de llorar- ¡La culpa es de ustedes por llegar tarde! ¡Ahora ya nada me importa!

Me agarraron para intentar llevarme, pero fue inútil. Los bomberos se fueron. La policía solo había ido allí a rascar los huevos y la ambulancia se llevó el cuerpo de mi hermano.

Me quedé sola. Esta vez si que estaba sola. Me caí al suelo. Tenía los ojos inchados. Empecé a cantar debilmente, lo que la voz me permitía:

-Y es que me cansé,

y mi última lágrima lancé,

y con ella os ahogué,

cuando volé por el camino hacia el universo al que cambié.

Y es que me cansé,

de vivir sin saber mi por que,

de que nadie me pudiera entender,

y ahora nunca más esos problemas volveré a tener.

Ahora no importan por ques,

ahora no quiero saber,

ahora no voy a volver,

ahora ya muy tarde es,

porque me cansé...

Me levanté. Fui hacia uno de los cajones del salón. La cojí, cojí la pistola. No quería saber nada más sobre este mundo, sobre la vida.

-¿Por que siempre a mí Dios, por que siempre a mi?- dije mirando hacia arriba.

No era justo. Sabía que Dios daba su parte de mala suerte a cada uno, pero ya dejé de creer. Dejé de creer en todo.

-Adiós, mundo- dije con la pistola pegada al lado derecho de mi frente.

Total, ¿para que seguir viviendo? No quedaba nadie más en este mundo que me importase, ¿o sí?

Estaba apretando el gatillo de la pistola cuando...

Narra Jacob

Por fin. El vuelo se había acabado. Solo unos cuantos kilómetros me separaban de Kate. Salimos del aeropuerto y cojimos un taxi. Estaba ansioso por ver su reacción. El taxi paró delante de la casa de Kate.

-Vuelve pronto, hijo, que el taxista no va a esperar toda la noche para llevarnos a nuestra casa- dijo mi padre desde dentro del taxi.

Timbré. Nada. Nadie me abrió. Me dirigí a la parte de atrás del edificio, tenía pensado trepar por la ventana de Kate, pero... todo estaba negro, como quemado. Me preocupé. Trepé por la pared, ya que no costaba trabajo porque había una hiedra por las paredes que era muy fuerte. La ventana estaba abierta. Kate estaba ahí. De pie, tenía los ojos inchados y por las mejillas corrían lágrimas. Su ropa estaba echa polvo, estaba sucia. Tenía una pistola pegada al lado derecho de su frente. ¡¿Que cojones había pasado?! Veía las intenciones de Kate. No tenía ni idea de por que pero sabía lo que iba a hacer. No podía ser. Estaba apretando el gatillo de la pistola. Corrí y me abalancé sobre ella. Solo recuerdo eso.

Narra Kate

Estaba fatal. Tenía alucinaciones, estaba viendo a Jacob. Sus rizos castaños poco definidos, sus ojos grandes, brillantes y marrones, pero...no sonreía. No tenía dibujada esa sonrisa que tanto me gusta en su boca. Tenía que acabar con esto ya, estaba delirando demasiado. Me disponía a apretar el gatillo de la pistola, pero el se abalanzó sobre mí, justo cuando había acabado de apretar el gatillo. Cuando saltó, la bala le dio en el pecho. Cayó al suelo, sangrando.

-¡Ja-jacob!- exclamé desesperada con voz temblorosa.

Llamé a la ambulancia (no se si era real o en mis sueños). Al hacerlo me temblaban las manos. Estaba llorando, aun más que antes. La ambulancia llegó. También estaba el padre de Jacob. Oía voces pero no conseguía entender nada. Me estaba empezando a marear, me dolía la cabeza. Noté un fuerte golpe contra el suelo. Me había desmayado. A partir de eso no recuerdo nada más.

Cuando me choqué contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora