VIII. Él

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Hemos sobrevivido a la primera noche sin incidentes.

Cosa que, teniendo en cuenta la situación, no está nada mal.

No han aparecido más chiflados con chándal plateado, mujeres supuestamente muertas o niños medio drogados.

Genial.

Nos han traído comida y todo.

Cuando llaman a la puerta yo vuelvo a mi sitio debajo de la cama mientras Alice los recibe. Espero por su parte que una vez salgamos de esta me pague la factura de la tintorería, se nota que nadie limpia esta habitación desde hace tiempo.

Compartimos los alimentos que nos hacen llegar, turnándonos primero para probarlos, no vaya a ser que a alguien se le haya escapado algún tipo de alucinógeno o algo por el estilo.

Estamos seguros, de momento.

Hasta el momento en el que cae la noche, y ya se sabe lo que dicen por ahí, cuando el sol se pone, las bestias salen a jugar.

Alice esté durmiendo, yo hago guardia junto a la cama.

Es curioso verla dormir. Apenas se mueve y a veces suelta cosas incongruentes que me permitirán tomarle el pelo cuando hagamos el cambio.

Aún no he hablado con el agente 707, ignoro sus mensajes porque últimamente está muy pesadito con Alice y nuestra ubicación. No quiero decir nada de momento porque lo conozco, es muy bueno en lo que hace, pero a veces su propio estado de ánimo le pierde, y no necesitamos a otro loco más aquí, encima armado hasta los dientes.

Creo que con Alice y conmigo ya es suficiente.

- Vanderwood.

Es ella, sigue con los ojos cerrados y me está dando la espalda.

- ¿Qué?

- Mary Vanderwood.

Suelta un resoplido que suena a risa y a continuación se gira. Sigue dormida, aunque ha sacado los brazos de las sábanas.

Sus manos son grandes pero femeninas, de dedos largos y fuertes.

Acostumbradas a sostener armas, a dar puñetazos y a manejar esposas.

Miro mis propias manos, extremidades propias de un asesino, hábiles, ásperas.

Mortales.

Busco las suyas y las pongo palma contra palma.

Tampoco se llevan tanto, aunque los medios para los que han sido usadas sean completamente distintos.

Le acaricio la mano mientras me aseguro de que sigue dormida.

Tiene algún que otro callo, marcas y cicatrices, pero al mismo tiempo es tan suave...

El silencio en lo alto.

Su respiración tranquila.

Es suficiente para mí.

Ahora mismo, es suficiente.

- No me jodas con esto ahora, Vanderwood, no es momento de sentimentalismos.

Nunca lo es, y nunca lo será.

Son palabras que me digo a mí mismo.

Pero sólo nosotros sabemos lo que nos viene encima.

Le suelto la mano y vuelvo a mi teléfono.

Pero justo en ese momento oigo pasos, un manojo de llaves y alguien hace un ademán de abrir la puerta.

- ¡Alice!

Somehow, someday, somewhere [Vanderwood, Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora