XI. Ella

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Demasiadas explosiones en muy poco tiempo, en serio.

Ni en las rachas más intensas de mi labor como agente de inteligencia me he encontrado cosa semejante.

Por lo menos estamos a salvo.

Más o menos.

Vanderwood ha cerrado los ojos en el momento en el que hemos puesto un pie en el helicóptero y no los ha vuelto a abrir, lo que empieza a preocuparme. 

Lo he zarandeado y le he gritado unas cuantas barbaridades, pero él sigue en su sueño digno de una princesa en apuros, encerrada en una torre y custodiada por un dragón.

Mi siguiente intento va a ser un beso de amor verdadero a este paso.

La herida de la pierna no es tan grave, pero bien es verdad que ha perdido bastante sangre durante la huida, se ha forzado demasiado y ahora necesita descansar.

Espero que sólo sea eso.

Lo cojo de la mano en el descenso y llegada a una cabaña de madera que parece encontrarse en medio de la nada. No lo suelto durante el traslado, no lo suelto cuando lo acuestan en una cama y, por supuesto, tampoco lo hago cuando, después de lo que parece una eternidad, abre los ojos.

Me pilla de pleno con los ojos brillantes y mis dedos entrelazados con los suyos. 

- ¿Alice? ¿Estás bien? 

En momentos como este, sólo él podría preocuparse más por los demás que por él mismo.

- ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? 

- Lo he pasado peor, no te preocupes, esto es sólo un rasguño.

¿Sólo un rasguño?

Mis dedos libres entrujan la tela de mi camiseta, un triste remedio para evitar que mis manos escapen en busca del táser.

Entonces ya no será sólo un rasguño, pero se lo habría buscado.

Bueno, al menos está despierto y vivo. 

Es entonces cuando me doy cuenta del revuelo que nos rodea: un hombre trajeado de mirada gris dirige a un grupo de hombres que parecen un equipo de rescate, se mueven de un lado para otro llamando por teléfono y consultando ordenadores portátiles. En una de las esquinas de la habitación hay un chico sentado en el suelo, lleva la capucha puesta, pero su pelo rojo no deja de ser algo evidente. 

Vanderwood lo está mirando. Ya que no puede levantarse dado su estado, decido tomar el relevo.

Le aprieto la mano antes de levantarme. 

Sé que no va a perderse un detalle de la conversación, así que más me vale hacerle justicia.

- Hola.

Le doy una patadita en el pie a Seven. Me mira con una sonrisa.

Por supuesto, es todo una fachada, no hace falta ser muy listo para darse cuenta.

- Alice, la última incorporación de la R.F.A., qué honor.

- El placer es mío, Seven. - me siento a su lado y echo un vistazo a la pantalla, donde se pueden ver imágenes, capturas de lo que parecen las cámaras de seguridad del complejo de Mint Eye.

La mayoría de las imágenes muestran a Ray sobre el tejado.

- ¿Lo conoces? 

- Menos de los que me gustaría y más de lo que puedo admitir.

- Estás hecho un mago de las palabras. 

- Puede que haya supervivientes.

El hombre trajeado, que identifico como Jumin, está de pie delante de nosotros, su mirada clavada en Seven.

Somehow, someday, somewhere [Vanderwood, Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora