El Rey Maldito

370 15 5
                                    


-¡Exijo un brindis! ¡Un brindis por la llegada del héroe dorado y la salvación de nuestro reino!- uno de los hombres ya envuelto en el fuerte aroma del alcohol alzó su tarro de cerveza y le habló a toda la taberna.

-¡¡¡KANPAI!!!- gritaron todos al unísono en la concurrida y bastante ambientada taberna.

Levanté mi tarro confundido, con una sonrisa forzada y con la mirada penetrante de todos hacia mí, estos luego pasaron a tomar alcohol como si de agua se tratase, tras ello solo coloqué la cerveza en la orilla de la mesa.

-¿Qué esperas? Dale un trago- dijo ese hombre de sombrero y parche en el ojo izquierdo, quien me había traído hasta acá jurando explicarme todo por la noche.

Lo miré fijamente, quien me miraba sonriendo y con las mejillas ruborizadas por la gran cantidad de veneno liquido en sus venas. Me rendí y dejé salir un suspiro.

-Lo siento, no puedo tomar esto, tiene un sabor horrible- dije, mientras empujaba el tarro un poco más hacia el centro.

-¡Haberlo dicho antes, héroe! ¡Yo seré tu "Caballero Negro"!- y tras decir eso, empezó a zarparse la bebida en segundos. Mire confundido hacia aquel compañero calvo del hombre del parche y le pregunté.

-¿Caballero Negro?-.

Sin embargo, el hombre calvo no respondió, azotó su rostro contra la mesa al acabar de beber.

-Quiere decir que el tomará el castigo por ti, es una expresión utilizada en nuestro reino. Aunque este estúpido sí que tomó tu castigo con bastante rapidez y emoción- respondió el sujeto del parche.

-Sí que usan frases extrañas aquí- dije mientras miraba la saliva salir de la boca del calvo que había caído dormido.

El tipo del sombrero tomó otro trago y colocó sus piernas encima de la mesa.

-¡Señor Clint! ¡La mesa es para las bebidas y los alimentos, no para sus sucias botas!- exclamó una joven mesera de cabellera roja, de blusa blanca con una pañoleta amarilla alrededor del cuello y un extraño broche en el mismo, usaba una larga falda de color rosa y pisaba con una grandes botas café. La chica de tez blanca miraba fúrica con sus ojos chispeantes de color azul a dos mesas de donde nos encontrábamos.

La taberna se quedó en silencio por unos segundos, y de pronto todo el mundo empezó a reír y gritarle al hombre del sombrero.

¡Ahora si lo lograste, Clint! ¡Hiciste enojar una vez más a la belleza de Malon! ¡Hazle caso y baja tus patas! ¡Animal!

-Está bien, está bien, ¡oye! ¡¿A quién llamas tu animal?! ¡¿Te acuerdas quien es tu jefe?! ¡Ven para acá zoquete!- Clint dejó la mesa y empezó a hacer destrozos en la otra mesa.

-¡No rompan nada!- Les gritó la chica de nuevo.

Me sentía sumamente extraño, no, realmente no sabía cómo sentirme, ¿Tenía el tiempo? ¿Merecía estar en esta especie de celebración? Pensé mientras miraba los rostros de felicidad, la alegría y el ridículo que algunos hacían en la fiesta. Fui arrastrado a este mundo a encontrar a Din, pero como siempre, desconocía todo a mí alrededor.

-Ejem, ¿Joven Héroe?-.

-¡¿Eh?!- dije exaltado al ser sacado bruscamente del pozo de mis pensamientos.

La chica pelirroja también se sobresaltó al ver mi reacción. Agachó la cabeza y empezó a pedir perdón.

-Lo siento, Héroe dorado, no quería molestarlo, por favor perdóneme-.

La Leyenda de Zelda: El Héroe DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora