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-Soy tu izquierda-.

Podía sentir aún el frió del metal de su espada sobre mi mejilla.

-Soy tu derecha-.

Cerré ambos ojos y suspiré.

-Soy la voz dentro de tu cabeza, la cual rehúsas escuchar-.

Sin más, las espadas por fin chocaron, el chirrido del metal contra metal se hizo presente en aquel silencioso y viejo templo. La herida en mi mejilla comenzó a brillar y se cerró al instante.

-¡Soy el enemigo!- exclamó con una sonrisa, mientras forcejeaba contra mi espada.

Lo miraba con frialdad, intentaba romper su ataque, pero parecía que era imposible. Los dos nos liberamos de aquello al mismo tiempo y tomamos distancia, entonces, pregunté con tranquilidad.

-¿Qué demonios pudo pasar para que me convirtiera en ti?-.

Sus ojos carmesí brillaron y nuevamente me mostró su sonrisa burlona.

-¡Vaya que pasaron cosas! No culpo tu curiosidad, pero sabes, he tratado de advertirte todo este tiempo-me apuntó con el índice- ¿Te lo dije no? Que tu viaje solo te llevaría a la oscuridad-.

Respingué ante su comentario.

-¿Muy ambiguo quizás?- se carcajeó- También dije por ahí como es que siempre destruías y dejabas en tinieblas los mundos en los que terminabas- se detuvo por un segundo, adoptando una cara de sorpresa, como si hubiera dado con algo- ¿Quizás me refería a mí en esa aseveración? ¿Ósea tú? ¡¿Ósea nosotros?!

-¡¡BASTA!!- dije en un arranque de furia ante su payasa actitud.

Volteó a verme sin dejar de sonreír.

-¿Qué pasa...-moví el filo de la espada Maestra hacia mi cuello- ...Si me suicido ahora?-.

Sus ojos casi salen de sus cuencas al escuchar mi propuesta.

-¡Si te sientes con ganas, por favor hazlo! ¡El escenario es tuyo! Pero, primero déjame ir por unas manzanas para ver tal espectáculo- dijo con sorna.

-Si yo muero ahora, las cosas que hiciste y harás no pasaran, ¿no es así?-El sol entró por la puerta del templo y cegó mi vista por unos segundos. Link oscuro que se encontraba a espaldas del sol no respondió al instante, no pude ver a detalle su rostro, intenté enfocarlo y entonces, él contestó.

-Lo que pasó, ya no tiene remedio- dijo con una mirada cansina.

-¡Obviamente estas mintiendo!- hice a un lado la espada- Tu y yo probablemente estamos cambiando el futuro en este instante al discutir todo esto-.

-¿Lo estamos?- respondió viéndome fijamente a los ojos con suma indiferencia.

No supe que contestar, me quedé helado ante sus palabras. Mi mirada bajaba poco a poco hasta no ver más que el suelo. Este no podía ser mi destino. Las cosas frente a mi comenzaron a desenfocarse, a volverse borrosas. Una gota de sudor resbaló por mi frente y entonces, apreté el puño con desesperanza.

-¿Qué otra...-.

-...Opción tengo?- completó mi pregunta casi al instante. Le miré anonadado.

Se alzó de hombros.

-¿Matarme?- dijo.

Mis ojos se abrieron de par en par ante su sugerencia. Rió quedamente y luego habló con seriedad.

-Olvidas que somos la misma persona, tu corazón es un libro abierto para mí- sonrió- ahora, yo tengo una misión...debo acabar contigo- le miré confundido- Un poder despertará en mi cuando destruya mi pasado. Las cadenas del tiempo no me aprisionan, la diosa de la noche me protege de esos efectos adversos- apuntó su espada hacia mi dirección- Ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida-.

La Leyenda de Zelda: El Héroe DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora