VI

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VI vacío

Se escuchaban los pasos de un rubio desbordando autoridad, el aroma que emanaba con cada paso que daba era como un afrodisíaco, causaba miedo y humillación en algunos como otros se encontraban a sus pies en una fascinante fantasía de excitación, pero nadie podía despegar su mirada de sobre el.

¿cómo era posible? Que el mismo joven que había huido hace meses de su hogar que nunca resaltó por negarse a todo lo que debería ser y dedia cumplir, era el mismo que sin siquiera esforzarse hacia ahogarse en humillación a aquellos que lo insultaban.

Al llegar al trono donde debería estar sentada una pequeña mujer de cabellos rosados encontró a un vampiro desconocido para sus ojos, era casi de su edad, se veía desinteresado al dirigirle una mirada de arrogancia.

— ¿quién eres tu? Y donde está la dueña de ese puesto — Hablo el rubio con una voz sería y grave que hizo tensar al contrario por un momento.

— ¿esa desgastada mujer? . .. se veía cansada y deprimida se hizo fácil quitarle su lugar — se levantó frente al rubio mirándolo con incredulidad

No vuelvas a hablar así de mi madre El ambiente se hizo sombrío y por reflejo el desconocido sintió cierta debilidad en sus piernas, haciendo que este se tapara su nariz con sus ropas.

El rubio avanzó hacia el dándole un desprecio muy grande en su pecho dejándolo a rastras bajo sus pies sin siquiera tocarlo o pronunciar una sola palabra en sus labios.

En todo momento nadie se atrevió a interrumpirlos, hasta los puestos vacíos de los guardias que debería estar en labor de cuidar de la seguridad del Rey aquellos se esfumaron al ver entrar al de ojos zafiro, el lugar había quedado sin vida alguna.

Lo que nadie sabía y aunque sus ojos observaran con toda la atención la cual podían ofrecer antes de que el gran esfuerzo los hiciera lagrimear, ese sentimiento de soledad que a su pecho inundaba, el cual en cualquier momento podría ahogarlo sin que ningún mirada pudiera ver su profunda tristeza, no quería lograr soltar ni una lágrima, pero lo que en verdad era lo único que su cuerpo deseaba con desesperación, quería abrazar aquel pequeño cuerpo salado, aquel cuerpo que sin saberlo desde siempre lo deseo, pero nunca se permitiría a una bestia como el poseer algo tan bello en sus manos.

Lo que ahora el rubio no llegaba a saber era que el contrario no se encontraba mejor que el, aunque su cuerpo no pudiese morir ahogado la tristeza no le permitiría respirar.

Aquamarina. AU Mikayuu. Editando Donde viven las historias. Descúbrelo ahora