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California, 1:36 AM.

—Última ronda, 125.000 dólares— dijo Khalid, el hombre con una mirada oscura y el tatuaje de un escorpión en su rostro, haciendolo ver más malo y frío aún.

Él era uno de los hombres más adinerados de Estados Unidos, narcotraficante y asesino. Ha estado más veces en la cárcel de las que se pueden contar en los dedos de las manos.

—No tengo más dinero, y lo sabe— dijo William, uno de los hombres que habían en el lugar. No era malo como Khalid, pero si millonario y ambicioso por tener más dinero. Aunque ese día no era el indicado, pues había perdido todo en esa apuesta.

—¿Que más puede apostar?— preguntó un hombre que también estaba apostando con una sonrisa maliciosa, William no entendió su pregunta y frunció el ceño. Pero Khalid si lo hizo, y sonrió de vuelta.

—Alissa, su hija— dijo Khalid, aún sonriendo. Desde que estos dos hombres se conocieron, Khalid ha estado interesado en ella. La conoció cuando ésta tenía 14 años, y para ser sinceros desde ese momento le ha tenido ganas.

—Sabe que no puedo hacerlo— dijo William nervioso.

Aunque él y su hija no se veían muy seguido por culpa de su trabajo, William la amaba. Era la única familia que tenía.

—Es eso, o que uno de mis hombres acabe con su vida. En menos de dos días va a estar muerto— dijo fríamente. Las apuestas eran uno de los negocios más grandes que Khalid poseía, y él se lo tomaba tan enserio hasta el punto de asesinar. Y sobre todo cuando sabía que podía tener a Alissa en sus manos.

—¿Muerto?— La piel del hombre se puso pálida y tragó en seco.

—Sabe como son las cosas conmigo, yo no juego con eso—

Y es cierto: Khalid es conocido por cientos de asesinatos, y todas las personas que se involucran con él saben que cuando amenaza con algo así lo cumple. Sea con el que sea.

—¿Entonces? ¿Que elige?— preguntó Khalid.

—No lo sé, solo hagamos esta ronda—

Los nervios, los pensamientos y la mala suerte se hicieron presentes en esa ronda, y como pasó toda la noche, perdió.

Perdió, y debía elegir entre su vida o la de su hija.

Aunque odiaba aceptarlo, quería vivir y gozar de los pocos lujos que le quedaban, estaba en banca rota por culpa de sus apuestas, pero él más que nadie sabía cómo hacer dinero a largo plazo. Sin embargo, por otro lado está su hija, la única persona que ha estado a su lado desde la muerte de su esposa.

—Bueno, ya sabe que tiene que hacer. Le voy a dar cinco minutos para que lo piense— dijo Khalid levantandose de su lugar.

Su mente era un caos en ese momento, era morir o dejar a Alissa en manos de un delincuente.

Todas las personas tienen un lado egocéntrico, egoísta, solo piensan en si mismos. Y en este momento, estas cualidades se apoderaban de William.

Después de pensar en lo mismo una y otra vez ya tenía su respuesta. Él sabía que no era lo correcto, pero deseaba seguir vivo.

—¿Y que dice?— preguntó Khalid, sentándose de nuevo.

—Si Alissa es la única cosa que puedo apostar para no morir— pensó lo que estaba a punto de decir, sabía que solo con unas palabras cambiaría todo —si, acepto—

Al decir esto agachó la cabeza, y se arrepintió por un momento. Pero no había vuelta atrás.

—Buena elección, William— dijo Khalid con una sonrisa retorcida —La quiero conmigo mañana mismo—

The bet [Billie Eilish] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora