Capitulo 1: DONDE TODO COMENZÓ

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Hola, soy Theo, Theo García. Soy un tipo cualquiera. Nunca supe lo que era no tener una vida normal, siempre fui el chico que iba a la escuela, vivía con su familia, tenía amigos, sacaba buenas notas, lo común, pero nunca imaginé lo que podría llegar a pasar el día que cumplí dieciocho.

Era sábado por lo tanto hoy no tenía escuela. Me levanté, me lavé, me vestí y fui a buscar mi desayuno. Lo raro fue que al llegar a la mesa no había nada, ni siquiera rastro de que mis padres o mi hermana hubieran desayunado ahí.

Los llame gritando por toda la casa y también los llame a sus teléfonos, pero no conseguí respuesta por ninguno de ellos. Me empecé a preocupar, ya que mis padres no trabajaban y mi hermana siempre se levantaba temprano.

Seguí buscando por toda la casa, pero no tuvo caso, estaba vacía, lo único fuera de lugar en todo eso, era que había arena por todas partes, pero no una arena normal de playa, sino una arena gris.

El rastro de arena estaba por toda la casa. En algunas habitaciones era más leve, pero donde más se concentraba, era yendo hacia el patio.

Salí lo más rápido que pude, cuando llegue había arena por todas partes, a excepción de un rectángulo limpió que se encontraba en el centro.
No tenía idea de dónde había salido toda esa arena, por lo tanto, empecé a recorrer el patio en busca de algo que me lo dijera.

El cercado blanco se había oscurecido un poco, había algo parecido a pezuñas por todo el pasto y algunas de las flores pisoteadas. Me preguntaba de dónde pudo haber venido todo eso, pero decidí esperar a que mis padres llegaran para que ellos se ocuparan, si es que llegaban.

Una vez que ya no quedaba nada que inspeccionar, decidí entrar, pero justo cuando me estaba acercando a la puerta se empezó a escuchar un estruendo. Voltee para ver de dónde provenía, de repente el rectángulo que estaba limpio empezó a temblar. Empezó a abrirse como si fuera una compuerta que, al final, quedó en forma de rampa bajando a un vacío negro. De pronto me encontré frente a una entrada a quien sabe dónde, justo en el centro de mi patio.

El estruendo había hecho que terminara en el suelo, entonces me levanté para inspeccionar la entrada y ver que alcanzaba a divisar. Cuando de repente empezaron a sentirse pequeños temblores solo que esta vez más pequeños y provenían del hueco en mi patio.

Aparecieron dos puntos amarillos, qué al instante se convirtieron en ojos, luego apareció pelaje y sin darme cuenta, tenía en frente a un hombre de cintura para arriba y de cintura para abajo un toro, con cabeza de toro y de dos metros mirándome, un Minotauro.

-Hola, soy Markus ¿Listo para ir al Concejo?-. Obviamente quedé inconsciente después de eso.

Cuando desperté, estaba siendo arrastrado por una especie de túnel tan extenso que no podía verle final y que era tan alto como para que el minotauro entrara en el.

Lo analice un segundo, noté que no me prestaba mucha atención y estaba concentrado en avanzar. Poseía un pelaje castaño y, lo único, que se le alcanzaba a ver de hombre eran los músculos que tenía en su torso y en sus bíceps, su rostro era el de un toro pero un poco más humanizado, sus ojos amarillos seguían ahí y eran raros, te transmitían un sentimiento cálido y antiguo.

Pegué un grito ahogado, no podía creer lo que estaba viendo, simplemente no podía creerlo. Después de todo, la bestia que me estaba arrastrando era el gran Minotauro, si, aquel que en los mitos se decía que estaba encerrado en un laberinto de la antigua Grecia y que había sido derrotado por un héroe llamado Teseo. Pero era imposible, después de todo esa bestia solo era un mito, definitivamente debía de estar soñando.

-¿Estoy alucinando?-sé que no es lo mejor que se puede preguntar en el momento, pero necesitaba alguna que otra respuesta.

El minotauro de repente se percató de que desperté, sonrió, me soltó y contestó:

-Por supuesto que no, esto es tan real como lo eres tú, o como lo soy yo.

-¿Y qué tan real sería eso?

-Bueno...no sabría decírtelo con exactitud. Pero creo, que tan real como todo mortal, dios o criatura de este mundo- Su respuesta solo me generó más dudas.

Decidí levantarme y sacarme un poco el polvo que llevaba encima a causa de ser arrastrado por la bestia.

-Muy bien, un segundo. ¿Dios es real?- Nunca estuve muy involucrado con las creencias religiosas de un supuesto dios todo poderoso, pero creo que debería reconsiderar ese pequeño tema.

-Dios no, dioses- entonces fue cuando me desconcerté más de lo que ya estaba, porque Minotauro más supuestos dioses, no había que pensarlo tanto.

-Estás diciendo...¿Qué los dioses griegos son reales?

-Por supuesto que son reales- dijo sonriendo.

-He leído algunos mitos, se puede decir que me atraen-Intenté sonar confiado, después de todo los nervios me carcomían y enfocaba todo mi esfuerzo en qué las piernas no me temblaran.

-Pues sí, tanto los dioses cómo todo lo que leíste es real, vivimos ocultos del mundo mortal por el peligro que éste significa para nosotros, pero somos reales- Y de repente vi cómo puso cara de reproche ¿Eso es posible en alguien que tiene un hocico como rostro?, tal parece que sí- Pero no te engañes, no somos mitos, como te dije, somos tan reales como lo eres tú o cualquier otro ser.

-Pe...Perdón- La cabeza me daba vueltas, después de todo no es normal enterarte de que los mitos griegos fueron reales toda la vida, el mundo mítico qué tanto me atraía y hacía que pasara horas aventurándome en sus relatos, desde las aventuras de los dioses del Olimpo, hasta la de los héroes como Hércules.

Empecé a reírme, no sé si por los nervios o por toda la información que había sido cargada a mi cerebro. Pero traté de calmarme, ya que había otras preguntas que necesitaban respuestas.

-Y ¿Qué hago exactamente aquí?

-Estamos de camino al Concejo.

No entendí a qué se refería.

-¿Concejo?

-Por supuesto, al gran Concejo Sombra, al griego, por supuesto.

Cuándo el minotauro vio mi cara de desorientado, su preocupación fue bastante evidente.

-Espera, no tienes idea de a dónde vamos, ¿No es así?

-Sinceramente, no.

El minotauro se puso muy nervioso y empezó a hablar solo.

-Oh no, oh No, no, esto está mal.
Markus, sí que lo hiciste ésta vez.

Empezó a moverse de un lado a otro en el poco espacio que tenía.

-Debe ser un error, él dijo que tú si lo eras, pero ni siquiera sabes del Concejo, ni siquiera sabías de la existencia de los dioses. Debí haberlo deducido desde ese punto, oh por Zeus, esto no puede estar pasando.

-Ejem, señor... ¿Minotauro? No sé a qué se está refiriendo, ni de quién es Él, pero creo que sí, está equivocado, todo esto fue un gran malentendido. ¿Puedo irme ya? tengo que volver y seguir buscando a mis padres, seguramente están bastante preocupados en este momento.

El minotauro ni siquiera me prestó atención, siguió hablando solo y continuando con su delirio, hasta que de repente en el otro extremo del túnel se escuchó gritar a alguien.

-¡Markus! Ahí estás gigante estúpido.

Theo García y el Oráculo de DelfosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora