Capítulo 12: BIBLIOTECAS SECRETAS

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-¡Vamos García! Solo quedan diez libros más-gritaba Luna.

-No puedo continuar- le respondí jadeando.

Me encontraba en el suelo, gimiendo en la planta alta de la biblioteca. Luna me había obligado a leer todos los libros que se encontraban en los estantes, estuvimos toda la noche, y parte del mediodía, en esa habitación. Algunos búhos nos trajeron el desayuno y luego el almuerzo, ya que el comedor solo se usaba para la cena. La nariz me sangraba de tanto esfuerzo, el aire estaba inundado con el aroma a libro nuevo de tanto haber activado mi aura, Luna se paraba firme ante mí retándome a que me vuelva a poner de pie y continúe con mis lecturas.

En mis conocimientos ya poseía cada sector del Concejo, cada criatura y divinidad registrada y una gran variedad única de registros históricos pero todavía me faltaban algunos.

La cabeza estaba por estallarme y la sangre se estaba comenzando a caer de mi nariz, mis ojos se cruzaban entre sí y me costaba mantenerme de pie. Luna me miraba con recelo y se notaba en su mirada las ansias de que terminara el desafío que se me había impuesto.

Una vez terminada mi lectura Luna me condujo a una biblioteca subterránea cuya entrada se encontraba en una de las esquinas de la sala principal y conducían a un mundo totalmente extraño: una extensa cueva llena de librerías y con ratones correteando en ellas, a primera vista todo normal hasta que uno de los pequeños roedores de pelaje rubio se acercó y dejó en evidencia a una especie completamente nueva de criaturas mágicas. Portaba guantes de cuero en sus patas delanteras, una espada envainada en su cintura y una capa verde que aumentaba su aspecto misterioso.

-Señorita Luna, mi capitana, mi señora, mi querida patrona-dijo el roedor con una voz tan fina que parecía el rechinar de una puerta.

-Basta de sarcasmo Russell, necesito que me traigas toda la información de las criaturas registradas por Augustus Floyd.

La criatura salió en busca del pedido de Luna dejándonos solos entre chillidos, oscuridad y vacío.

-Son Globes, pequeños roedores que les gusta vagar por el mundo buscando tesoros y nuevos aprendizajes, suelen instalarse en lugares con muchos libros en donde transmiten sus conocimientos y adquieren nuevos. Se instalaron en el Concejo durante las quemas de libros en la dictadura de mil novecientos cuarenta y tres mientras buscaban refugio, se quedaron luego de la buena relación que mantenían con los hijos de Atenea, ya que recibían información constantemente y no se aburrían.

-Pero si tanta interacción tenían con nuestros hermanos ¿Por qué viven en esta cueva?

-Porque esta especie más que charlatana es excelente como guardiana, por lo que comenzamos a guardar aquella información privilegiada de los líderes en esta cueva, de esa forma no hay intrusos donde no se debe o aquellos que lean de más.

-¿Y qué es exactamente lo que le encargaste a Russell?

-Hace muchos años existió un hijo de Atenea al que muchos aclamaron y llamaron valiente, en mi opinión era un estúpido.

-Pero ¿Por qué?

-Porque cada hijo de Atenea se especializa en una escritura en particular. Por ejemplo, yo me especializo en esquemas de batalla y planificación táctica, Celeste en planos del laberinto o en diseños de interior, y Augustus fue un escritor único, digamos que creó su propio estilo de escritura. Él fue el líder de la biblioteca en sus años de estadía en el Concejo, solo que no estaba nunca y su segundo al mando era quien dirigía el territorio la mayor parte del tiempo- su repulsión se distinguía a kilómetros.

-Luna, por favor céntrate en la historia.

-Sí, lo siento- no se esforzó en ocultar su cara de disgusto.- La cuestión es que se convirtió en un explorador y comenzó a catalogar a las diferentes criaturas mágicas que existían en el mundo o que por lo menos él conoció.

Mi asombro aumentó pero traté de ocultarlo para que Luna no volviera a fulminarme con su mirada, solo que la idea de un libro lleno de criaturas mágicas, las cuales recientemente descubrí que eran realidad, simplemente me emocionaba. La idea de Augustus Floyd recorriendo el mundo descubriendo escondites, hábitats y peligros a cada paso era excitante, al punto en el que estaba considerando elegir a las criaturas como mi estilo de escritura.

-Pero gracias a él podemos entender mejor a las criaturas, su alimentación, los peligros que enfrentan o a cómo defendernos, ¿No?-dije con esperanza de que aprobara los pensamientos en los cual me iba a basar.

-Por supuesto, jamás le quitaría ese merito, solo digo que podría haber estado más presente a sus hermanos y obligaciones, así como espero lo mismo de ti.

Me puse un poco nervioso pero fui salvado por Russell que llegó a mi rescate mientras arrastraba un polvoriento y enorme libro de cuero.

-Aquí está-dijo el roedor-, nadie lo ha tocado en décadas, solo espero que aun sirva.

Servirá-dijo Luna con vos tensa.

Bien, entonces este pequeño ratón de biblioteca se despide ante ustedes-dijo Russell al tiempo que hacía una reverencia.

-Solo una cosa más-dijo Luna antes de que la pequeña criatura nos abandonara.

-¿Sí? Mi sublime y majestuosa líder-respondió Russell revoloteando los ojos.

-A partir de ahora tu raza y todo miembro de la biblioteca responderá ante el nuevo líder del territorio-dijo Luna mientras se le escapaba una leve sonrisa.

El Globe puso cara de asombro como si no creyera lo que Luna decía, hasta que vio que ella retomó su seriedad y quedó en estado de shock, solo que en vez de hacer frente al asunto pegó media vuelta y se fue corriendo.

-Correrá la voz-dijo retomando la sonrisa.

En ese momento una alarma sonó y la mirada de luna se centró en mí.

-Tienes exactamente diez minutos.

-¿Diez minutos para qué?

-Para leer todo el bestiario completo y prepararte para la cena, están por encargarte la misión y debes estar listo.

Theo García y el Oráculo de DelfosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora