Primera Sesión Parte 3

37 4 0
                                    

Vlad miró a su alrededor. La gente empezó a marcharse del recinto.
Krusk revisó sus cosas. Por suerte todo estaba en su lugar.
Arroyo miró a Mialee. Por suerte seguía ahí.
Mialee miró a la nada. ¿Habrán visto los demás eso?
Torbreck recogió su hacha del suelo. Ojalá nadie se haya dado cuenta.

En un ambiente cargado de confusión, los cuatro de delante se unieron en corro para hablar.
-¿Vosotros...también habéis visto eso? - preguntó Krusk agarrándose la cabeza.
-Si... ¿Se supone que nosotros tenemos que ir a por las almas? - exclamó Arroyo, cada vez más desesperado.
-Es posible que haya usado algún truco - interrumpió Vlad. - Parece que sólo nosotros hemos dormido de más.
-¿Sólo nosotros hemos dormido?
-Claro que no. El Bardo hace dormir a todos - explicó Mialee.

Se hizo un pequeño silencio en el que todos ordenaron sus pensamientos. Krusk decidió romperlo.
-¿Y cómo se supone que vamos a hacerlo?
-Es posible... Que podamos encontrar a Wennana - susurró Mialee.- Hay quien dice que sobrevivió en el mar y vive al sur de las minas...
-Entonces deberíamos ir... - suspiró Vlad.
Todos asintieron con cierta pesadumbre.
-Eh... Bueno, yo soy Arroyo - dijo levantándose. - Soy paladín.
Krusk le siguió
-Yo soy Krusk... Soy bárbaro o algo así... Si tenemos que ir juntos es posible que corramos peligro. ¿Sois buenos peleando?
-Yo soy Vlad, un mago - clavó la mirada en el semiorco.- Prefiero atacar a distancia, si es a eso a lo que te refieres.
-Yo soy Mialee... Y... No soy muy buena peleando... Pero puedo ayudaros a viajar, si me necesitáis.

Todos se sonrieron mutuamente y comenzaron a ver la sala, cada vez más despejada. Krusk centró su mirar en Torbreck, jurando que antes no había una estatua, y se dirigió a él seguido por sus compañeros.
Una vez llegados, comenzaron a discutir el hecho de que allí hubiera una estatua metálica.
-No hay ninguna más...
-El metal no pega mucho con este edificio.
-El rey nunca dijo nada de poner estatuas aquí...
Ignorando los argumentos de los demás, Krusk golpeó la frente de la estatua con dos dedos, sin dejar de observarla.
-Me has hecho daño - dijo Torbreck, simulando una voz robótica.
Instintivamente todos se echaron hacia atrás. Mialee y Vlad, sin embargo, volvieron a acercarse.
-Vaya... Eres un autómata ¿verdad? - dijo Mialee, tocándole el metal-. Parece que tienes bastantes años, ¿no? Y varias abolladuras... ¿Has sufrido mucho?
-Había oído cosas sobre autómatas pero no había visto uno. ¿Funcionáis con magia? - siguió Vlad.- También dicen que os configuraron para la guerra, ¿no es así?
-Claro que no, cada autómata es único y especial, diseñado con amor - interrumpió Mialee, con un tono ligeramente más fuerte que Vlad por suerte entendió y Torbreck no.
Mientras lanzaban preguntas a diestro y siniestro bajo la decepcionada mirada de Arroyo, Krusk se volvió a acercar y golpeó el pecho del autómata.
-¿Te dolió? - preguntó agitando el puño dolorido.
-No, pero sé que me has dañado - respondió Torbreck tranquilamente.

Tras unos minutos de charla, todos acordaron prepararse y dirigirse al primer nivel de la ciudad para marchar. Vlad y Krusk fueron por su cuenta mientras que Arroyo, Torbreck y Mialee, transformada en ratón, decidieron ir juntos.

Vlad volvió a la puerta que antes no logró abrir. Esta vez no había ningún guardia cerca y consiguió pasar a la biblioteca. Durante unos instantes pensó en la magnitud de la sala y en cómo algo tan grande cabía en la Casa de Cultura, que recordaba bastante más pequeña. Grandes estanterías llenaban las paredes, varias alfombras de colores apagados cubrían el suelo y una larga mesa de madera de caoba adornada con candelabros esperaba a los lectores.
Se dirigió al mostrador, donde una vieja humana con gafas de culo de botella y pelo grisáceo le atendió.
-Buenos días. Me gustaría saber cuánto costaría un mapa de la región.
-Oh... Eres nuevo, ¿me equivoco? - su voz sonaba débil. - Los mapas son gratis para los extranjeros, ten.
Sacó de un cajón un papel del reino con el nombre de varios lugares apuntados y algunos símbolos. Ella le explicó los significados: crianza de diferentes animales, astilleros, lugares místicos, bases militares, escuelas y signos de leyendas. Vlad tomó nota mental de todo, y se despidió con una sonrisa.

Krusk se dirigió con paso firme al primer nivel. Desvío su atención del mercado de carros para hacer una breve parada en el establo. Los mozos corrían de un lado a otro con cubetas de agua y comida, casi sin descanso. Levantando la mano, paró a un joven un tanto bajito que volvía con las manos vacías.
-Hola. ¿Vendéis aquí caballos?
-Sí señor - comenzó a explicar, como si lo hubiera aprendido de carrerilla-. Vendemos desde mulas hasta caballos de tiro sin excluir los faes , todos de la mejor calidad y criados en nuestras tierras con trigo del oeste. Puede elegir lo que más le guste al mejor precio de toda Isoa. Si a usted le interesan los caballos déjeme mostrarle los mejores ejemplares de tiro y de monta.
Haciendo gestos para que se tranquilice, Krusk sonrió.
-Antes de nada, dime. ¿Cuánto cuestan?
-50 monedas de oro, señor.
Krusk sabía que era más barato de lo normal, pero igualmente se salía de su presupuesto. Con un gesto de disgusto, volvió a su objetivo.
Haciéndose pasó entre la gente, llegó al gran laberinto de carros. Paseó rápidamente hasta divisar un puesto de armaduras. Con una pregunta rápida, volvió a esbozar una sonrisa de decepción.
-Todo es demasiado caro... - pensó.

Arroyo, acompañado por el ratón Mialee y el autómata, bajó hasta el mercado y compró rápidamente una caña de pescar nueva que colgó de su mochila. A decir verdad no tenían más que hacer, pero, llamados por la grandiosidad de los faes, se dirigieron al establo.
A primera vista parecía un establecimiento normal, con paredes de piedra y ventanas de madera abiertas. Sin embargo, a medida que avanzaban, el edificio aumentaba su tamaño hasta alcanzar los 15 metros de alto. Las ventanas en ese punto eran inexistentes y las sustituyeron por simples agujeros por los que salían las cabezas de dos dragones de tonos dorados. El primero, visiblemente más joven, siguió al grupo con la mirada. Arroyo extendió la mano para acariciar las escamas de su hocico y el fae respondió con cariño ante la humedad. Torbreck fue hacia el siguiente fae, de un tono más apagado e igualmente lo acarició.

Pasado un tiempo, Krusk los divisó y se acercó lentamente.
- ¿Estamos todos listos? - suspiró.
Mialee volvió a su forma humana entre el barullo y contestó.
- Todavía falta el semielfo.
- ¿Cómo se supone que vamos a ir hasta...la chamana? ¿Alguien tiene dinero para un carro o algo así?
Todos se miraron esperando una respuesta. Mialee sacó tímidamente un puñado de monedas de oro y lo mostró. Los ojos de Krusk brillaron y sugirió esperar a Vlad.
Mientras el semiorco hablaba con Torbreck, Mialee se acercó a Arroyo y le ofreció sus monedas.
-¿Qué haces? - preguntó confuso.
-Hay suficientes monedas para comprar un carro. Necesito que lo compres tú.
-¿Y qué tira del carro?
Cuando cogió el dinero, Mialee se apartó unos pasos de él y se transformó bajo una suave luz en un caballo de tiro de pelaje blanco y ojos lilas. Asombrado pero sin rechistar, caminó hacia el establo seguido por Mialee y paró a un mozo que le vendió el carro con entusiasmo y colocó los arreos sobre el caballo.

Al tiempo que volvieron con los demás, Vlad llegaba mirando el mapa.
Sin intercambiar muchas palabras más que las necesarias, todos se acomodaron en el carro y Mialee empezó a guiarles hasta el paso.

Saliendo de la ciudad, Krusk miró el paisaje y dejó escapar ciertas expresiones de fascinación al observar una gran variedad de mariposas radiantes, conejos blancos y grises que dejan estelas en el suelo y ardillas voladoras con plumas doradas. Mialee, atenta a las demandas del grupo, comenzó a explicarle, soltando inconscientemente algún relincho entre palabras, que hace varios siglos Apolo bendijo aquellas praderas haciendo que algunas especies tuvieran cualidades especiales de luz. Vlad aprovechó a atender la explicación de Mialee, que poco a  poco se emocionaba compartiendo sus conocimientos.
Tras unos segundos en los que el único ruido eran los cascos de los diferentes animales que tiraban de los carros, Krusk llamó la atención de Arroyo.
-Tu eres un genasi, ¿cierto? - él asintió- Conocí a otro genasi pero era diferente a ti, algo así como de fuego.
Vlad se acercó con curiosidad.
-Yo también conocí a un genasi de fuego.
-No parecía muy espabilado que se diga... Sería mucha coincidencia que fuera el mismo.
-Cómo se llamaba... Mmm... ¿Magma?
-¿Conoces a Magma? - preguntó sorprendido.
-¡¿Conoces a Magma?!
Ambos se dieron la mano y continuaron charlando sobre la incompetencia de este hombre de fuego para el combate mientras Arroyo comenzó un rezo a su dios, pidiéndole perdón por la actitud negativa con la que había tomado el día. Torbreck siguió mirando las Praderas Apolíceas, intentando memorizar todas las características que pudiera.

Al rato, El Paso se veía en la lejanía. Mialee aceleró animada por el entusiasmo de sus compañeros. Vlad, descuidado, cayó al suelo del carro y se levantó frotándose la cabeza. La entrada se notaba especialmente ajetreada, con carros por todos lados y gente yendo y viniendo con cestas en brazos. Mialee se acercó con tranquilidad a una explanada detrás de la taberna, donde otras muchas carretas aguardaban sin más vigilancia que los animales. El grupo bajó del carro y aprovechó el momento de descanso para acercarse a varios puestos a comprar.

Almas perdidas (actual campaña de d&d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora