Tercera Sesión Parte 2

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Arroyo dirigió una pequeña oración a su dios mientras su parche comenzó a brillar suavemente.
A pocos metros de la taberna, alzó la voz.
-¡Destello!
El caballo acudió a su llamada y antes de que se acercara demasiado, el genasi le paró.
-¡Coge las bridas!
Dándose media vuelta, mordió su cabezal con fuerza y lo llevó hasta Arroyo. Con varias caricias le agradeció.
-No hay de qué, hombre - contestó Destello.
Fueron hasta donde Krusk alimentaba a su caballo.
-¿Ya sabes cómo llamarlo? - preguntó el joven de agua.
-Mmm... La verdad es que no.
-Tal vez ya tenía nombre como Destello. ¿Cómo te llamas? - dijo, dirigiéndose hacia el gran semental pinto.
-Aeles - respondió.
Krusk se encontraba confundido. Arroyo se había vuelto loco y ahora hablaba con los animales y, peor aún, estos le respondían relinchando.
-Dice que se llama Aeles - aclaró.
-Ah... Bonito nombre... Entonces lo llamaré así...
La cabeza del semiorco era cada vez más caótica.

Torbreck también preparó a Mialee para las pruebas. O mejor dicho, la elfa ayudó al autómata a colocarle todo correctamente.

Una vez que todos estaban listos, fueron al gran círculo vallado donde tendría lugar el evento. A los lados habían montado unas gradas igualmente de madera donde la gente se disponía a sentarse. El grupo igualmente buscó un hueco.

En el centro del círculo apareció un tiefling grande, rojo oscuro como la sangre, vestido de manera elegante y casi apretada por su ancho cuerpo. Mandó guardar silencio aunque algunos susurro incontrolables llegaron hasta oídos del grupo: "el embajador".
Con su voz profunda e intimidante comenzó a rememorar a los antiguos reyes en cuyo recuerdo se celebran los Diez Días de Boda y explicó las normas de la primera prueba, "Atrápalo", mientras llamó a los participantes.
Además de Torbreck, Vlad y Arroyo, tres enanos y dos tieflings bajaron. Los numeró del uno al ocho y fue llamándolos uno a uno para completar la prueba.

Solo un enano, que se atrevió a parar a un buey cogiéndole de los cuernos, y un tiefling, que se colgó del cuello de su caballo utilizando su cola y anudó los cuernos de un toro, consiguieron superarla.

El siguiente en bajar fue Torbreck, a lomos de Mialee. Como enemigo eligió a uno de los bueyes. Una vez se posicionaron en lados contrarios, soltaron al animal que fue corriendo hacia ellos. Mialee comenzó a galopar huyendo todo lo rápido que podía mientras el autómata intentaba agarrarle tirando el lazo. En su primer intento se quedó corto y aunque el segundo fue certero, la bestia le arrancó la cuerda de las manos.
La multitud estaba deseando ver lo que aquel gran hombre metálico podría hacer y comenzó a animarlo.
Torbreck sacó su hacha e intentó golpear el lomo del buey cuando pasaba por encima de él. Ante su fallo, Mialee y el animal quedaron en frente uno del otro, dispuestos a darlo todo. Ella fue la primera en comenzar el duelo, apoyándose sobre sus cuartos traseros para comenzar el galope. Torbreck decidió aprovechar su peso.

Cuando estaban cerca de cruzarse, salto del lomo del caballo y se abalanzó contra el buey. Sin embargo, no calculó bien las distancias, cayendo bastante detrás de él, que se dio la vuelta rápidamente para cargar contra el autómata. Mialee, atenta, también corrió hacia su compañero. Este, aprovechando el gran tamaño de Mialee, se colgó momentáneamente de su cuello para por fin caer sobre el cuerpo del animal y derribarlo completamente.

Unos mozos salieron a cuidar del buey mientras Torbreck se dirigía a la salida. Una vez fuera, Mialee se destransformó totalmente agotada.

A continuación, Vlad se adentró en el círculo. Dio un golpe al suelo con su bastón haciendo aparecer una nube grisácea que tomó forma de caballo sombrío, con partes de hueso y una expresión feroz. Su enemigo también era un buey y sabía bien qué hacer con él. Montó en el corcel y soltaron al animal. Cerrando los ojos y sin moverse, apuntó hacia la cabeza del buey con la punta de su bastón y disparó una telaraña gigante que lo dejó completamente inmóvil.
La gente comenzó a aplaudir un poco confusa. Eso fue rápido.

Arroyo fue el último. El mismo tiefling rojo que presentó la prueba ayudó a los mozos a controlar el toro bravo contra el que decidió enfrentarse. Cuando hicieron la señal, soltaron las cuerdas y el animal salió disparado dando cornadas al aire. Desde la distancia, Arroyo comenzó una plegaria que hizo brillar su parche y pocos metros antes de que la amenaza destroza se la vida de su caballo, extendió la mano y sentenció: túmbate.
Poco a poco, inconscientemente, el toro frenó y justo delante de la cara del genasi, comenzó a arrodillarse y a tumbarse en la tierra.
La gente se levantó con sentimientos de confusión y admiración a partes iguales y comenzó a aplaudir.

El tiefling reunió a los ganadores una vez todo estuvo en su sitio y les dio la recompensa.
La siguiente prueba, "Que no te pille", consistía en evitar morir a manos del animal y aguantar todo el tiempo posible en el círculo tocando el suelo.
Esta vez comenzaron por el final.

Arroyo cogió su escudo, decorado con algas y una gran perla blanca en el centro, y clavó su espada en la tierra mientras sacaba una guja. Los mismos mozos de antes restregaron su cuerpo con hierba fresca.
-¿Por qué?
-Es interesante que el toro quiera ir hacia ti... Ya sabes.
Cuando terminaron, se alejó todo lo posible del animal. Con la misma señal lo soltaron y ambos comenzaron a correr. La bestia era el triple de rápida que el genasi, pero eso no impidió que esquivara algunas cornadas mientras encontraba la posición que buscaba: frente con frente.
Tras un par de patadas a la tierra, el toro fue de cabeza a por Arroyo mientras este se protegió con el escudo en un intento de pararlo. Sin embargo, el afilado cuerno del animal atravesó su protección dejando un gran agujero y tirándolo al suelo. Arroyo comenzó a correr por su vida. Mientras pronunciaba otro rezo, un dolor punzante recorrió su espalda. Le había golpeado. La sangre comenzó a brotar, pero decidido siguió corriendo hasta la salida.
Aturdido por el dolor, otra cornada atravesó parte de su pierna, pero no impidió que saliera vivo de aquel círculo mortal.

Vlad fue el siguiente. Apartado de su buey, dibujó un círculo con su bastón y una tormenta helada comenzó a caer en los límites de su hechizo. El suelo se congeló y al animal, que se dirigía hacia el con la velocidad del rayo, resbaló cayéndose varias veces mientras el semielfo daba simples pasos hacia atrás. La comicidad tintó las gradas.
Pero en un despiste, la bestia consiguió estabilizarse y arremetió contra el mago, destrozando sus ropas y haciendo salir sangre de su brazo. Con una mirada, Vlad deshizo la tormenta y se envolvió de un aura violetácea. Sus movimientos se volvieron más rápidos, pero no impidió que el buey golpeara otra vez su cuerpo. Comenzó a correr todo lo rápido que pudo y salió del círculo con su vida pendiendo de un hilo.

Torbreck no tuvo tanta suerte. Sólo frente al buey, no logró esquivar muchos de los ataques que recibía. Las abolladuras sobre su cuerpo se hacían más y más profundas. Decidió sacar sus armas y pelear hasta que el animal no pudiera levantarse. Agarró primero el hacha, pero un golpe hacia su lomo que habría sido mortal falló y se estampó contra el suelo.
El buey aprovechó el momento para empujarle por la espalda y hacer que cayera. Ante esto, Torbreck sacó su espada corta y se preparó para otro golpe, el cual esquivó con un pequeño movimiento de piernas. Seguidamente clavó la espada en una de las patas del animal, haciendo que cayera totalmente herido.
El tiefling rojo saltó al círculo y ayudó al autómata a levantarse. Con un suave golpe en la espalda, le dijo:
-Estás descalificado.

Almas perdidas (actual campaña de d&d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora