Capitulo 15

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Vomita. Deja caer la espada y se cubre la boca con las manos ensangrentadas y vomita nuevamente en ellas, una mezcla del golpe en su cabeza y la vida que cortó tan rápidamente.

Sus sentimientos se transforman en una oleada de náuseas, culpa, y necesidad, y la imposibilidad de colocar o situar su moral.

Se esconde, con arcadas a un lado de la nave, cuando un estruendoso ruido ocupa el aire—un grito de victoria. Kirishima no sabe de qué lado es. Se petrifica por el pánico, en un momento, donde piensa que Bakugou fue superado. Gira la cabeza rápidamente, y le duele y hace que su visión sea borrosa. Se toca la sien con la mano, pero no sabe, ahora, si el líquido rojo en ella es suya.

Ve a Bakugou, alto y victorioso, sus espadas en las manos, brillando rojas y plateadas ante la luz del día, elevadas en el aire por el triunfo.

—¡Cobardes! —grita, cacareando al cielo—. ¡Son débiles!

Kirishima ve más allá del humo que liberan los cañones, y ve hombres empujandose en los botes de remos que quedan intactos—la gran nave apenas se mantiene unida—está ardiendo y astillada, crujiendo y despedazandose. Ve los miembros sobrevivientes de la tripulación descendiendo rápidamente en los botes de remos—entre ellos, un rostro que Kirishima reconoce.

Iida Tenya. Sus ojos se encuentran con los de Kirishima. Este jadea, rezando por que su apariencia desaliñada le salve de ser reconocido. Pestañea y mira hacia otro lado tan despreocupado como puede aparentar—no hay manera que lo reconozca, ¿verdad? Su cabello está tapado y el resto de él cubierto con sangre y vómito. Hace lo mejor para quitar la sensación de su cabeza—han ganado, y limpiar aquel desastre es la prioridad.

Una rápida mirada al timón le muestra que Oijirou ya está dirigiendolos lejos de la escena de batalla. Otra mirada alrededor, algunos de la tripulación están desgastados, pero están formando una fila delante de Bakugou.

Kirishima ve a cada uno interesado, ellos buscan en sus bolsillos, o se quitan los sombreros, inclinándose ante Bakugou mientras lanzan objetos a sus pies—monedas, brazaletes, collares, cinturones, armas, espadas... tributos. Una batalla ganada por las órdenes de su Capitán.

Sero le ofrece anillos de oro.

Hatsume le ofrece su catalejo.

Mina le lanza algunas monedas de oro y un húmedo beso en la mejilla.

Kirishima palmea sus bolsillos. No tiene nada para dar. No tiene cadenas, ni brazaletes, ni pendientes. Bakugou probablemente no estará complacido si intenta darle su espada.

Kirishima opta en su lugar por buscar el botiquín—con ya escasos suplementos—y atiende a los tripulantes heridos. Se niega a pensar en que sus manos siguen temblando cuando hay gente que lo necesita.

La tripulación se queja por su excesivo uso de alcohol, pero lo vierte en sus heridas y vendajes, instruyendolos en cómo deberían cuidarlas para curarse correctamente. Trabaja hasta que el sol se pone, la tripulación que está bien tira los cuerpos muertos de la cubierta al mar. Kirishima está aliviado de que sus amigos sigan vivos, la peor lesión fue, quizá, el brazo roto de Sero.

Bakugou había salido casi completamente indemne, salvo por algunos rasguños de escombros. Kirishima está yendo a guardar el medio vacío botiquín en su lugar en el gabinete de Bakugou, cuando el Capitán le bloquea el camino.

—Siéntate —dice Bakugou—. Curaste a todos menos a ti.

—Oh, cierto —dice Kirishima, tocando su sien. Le sigue punzando ligeramente, pero en el ajetreo, se olvidó del dolor.

Kirishima mira alrededor y se sienta sobre un barril, dejando que Bakugou abra el botiquín. Una vez los ata, hay apenas vendajes suficientes para rodear la cabeza de Kirishima una par de veces. Deja de moverse, aturdido, cierra los ojos con fuerza contra las imágenes que aparecen en su mente. Ni siquiera lo pensó cuando lo mató. Sus manos ya no están limpias.

The Lost Continent [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora