II

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Te amodorras en el asiento del fondo, tus piernas están sobre éste. Pero no importa. Porque van sólo otras cuatro personas en el Bus. Observas a Busan danzar sobre tus ojos, el cálido clima de costa te relaja hoy. Ya imaginaste los empleos de los demás y decidiste que no te importa. El molesto celular sigue vibrando, lo apagas porque los mensajes que recibe te tienen sin cuidado. Tus padres y sus estupideces pueden esperar a que bajes del bus. Subes el volumen de la música y cierras los ojos, concentrándote en seguir el ritmo con los labios.

Una brisa se asoma por la ventana. Sonríes. Esperas. Eso es lo que haces siempre, esperar. Cosas. Mejoras. Cosas mejores. Dejas que la ligera aflicción que hoy te tiene sumido en una pequeña decepción se aleje mientras eres el jinete del caballo que ruge. Sacas un cigarrillo, lo descartas y lo arrojas por la ventana. Prometiste dejarlo. El autobús es más grande que cualquiera que hayas visto y el mínimo puñado de pasajeros desespera al conductor. Y tú lo notas. Hoy va más rápido que de costumbre.

Recuerdas ligeramente al chico que abordó días pasados. Te preguntas porqué. Lo notas. Subirá al autobús en el momento en que tu mente finja acordarse, y más bien lo verás de nuevo. Radiante. Agradable. Sonriente. No logras despegar tu mirada de él. Ni cuando él te detecta. Hasta pareces descarado e insolente. Intentas retirarla. Error. No funciona. Como magnetita al imán sus ojos se encuentran. Te sonrojas. Y él sonríe. Con diversión. ¿Se está burlando de ti? "Me va a gastar". Musita a la mitad del vehículo. Se sienta. Un lugar enfrente. Incomodando.

Una vez que veas su espalda, podrás separar la mirada. Pero cuando vuelvas a tu asunto, sus rasgos se habrán borrado. Así que lo mirarás una y otra vez. Pierdes el sentido del tiempo mirándolo, pensando que lo retrataste y descubriendo que no es así. Él finge no darse cuenta. Observas como saca su teléfono, pone la cámara y procede tomarse una fotografía. Cuando las miradas chocan en la pantalla, te sonríe desafiante. Captura el momento.

Se levanta.

Sientes tu pecho hincharse, crees que tomará asiento a tu costado, así que bajas las piernas. Nervioso. Sonríe juguetón. Toca el timbre, y se baja.

Helado. Así es como te quedas, todo el calor de la península parece desaparecer. ¿A qué está jugando el moreno? Ruedas los ojos. Pero sonríes. Ampliamente. Y, no paras de sonreír hasta que llega el momento de bajar. No te pueden gustar los hombres. Aunque, tal vez, lo hagan.

¿Cómo lucía el muchacho? El plano da indicios de desintegrarse, lentamente.

No lo recordarás.

Hasta que lo vuelvas a ver.

On the road (Hopemin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora