IX

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Tres meses han pasado, desprendidos del calendario de pared con prisa, sin pausa. El cielo se ha despejado de manchones nubosos, y con ellos las inquietudes. Escrutas al bebé hacer un triste berrinche. Los demás pasajeros observan a la madre, inquisitivos. Muerdes tus labios para no soltar la carcajada que te atosiga desde que el polluelo empezó a berrear. Su llanto suena como una ambulancia desafinada Ouiu, ouiu. Volteas y le muestras tu lengua. Afuera. Adentro. Guiño. Sonrisa. Te dedicas a mostrar gestos a la cría y le haces bailes con los brazos. Sonríe. Y tuerces los ojos de vuelta. Y el exigente lamento es reemplazado por grititos de diversión. Sonríes a la madre, quien formula un gracias entre los delgados labios.

Diriges la mirada al frente, la bestia ha sido domada. Tranquilo. Entonces aparece en la parada. Ruedas los ojos. Jimin. Park Jimin.

Primer escalón. Su cabello es ahora teñido, acomodado en una gorra para mantenerlo arriba. Jeans rotos y una playera blanca envuelven su perfecta y compleja contextura. Te relames los labios. A fin de cuentas, él gusta de ti; sus tiernos mofletes han desaparecido casi completamente. Luce igual de atractivo. Pero más maduro. Más definido.

Segundo escalón, ¿cuántos lunares tiene Jimin en el brazo izquierdo? ¿Cinco? ¿Seis?

Tercer escalón, ¿por qué el corazón trota como un caballo corriendo?

Arriba del bus. ¿Cómo fue que ahora Park Jimin y tú tienen una especie de relación cercana?

Sonreirás amable cuando su mirada quede fija en tu rostro.

— ¡Park Jimin! — te abalanzas a sus mejillas, apretándolas.

— Hyung, prefiero que no juegues con mis mofletes — se queja.

— ¿Hace cuánto tiempo eres tan irrespetuoso? —tú te quejas.

— ¿Quieres que lo diga? Desde la vez en la que — grita sonriente — me dijiste...

Tapas su boca notoriamente rojo.

— Te van a escuchar Jimin.

— ¿Y qué tiene de malo? — sigue gritando — Que sepan todos que tu madre me ha enseñado las fotos familiares y el pequeño Hoseoki...

Estampas tu cara con la suya, uniendo tus finos labios con los esponjosos suyos. Abre los ojos sorprendido. Y sonríes. Eso se estaba buscando. Cuando él cierra los ojos tú haces lo mismo. ¡Al diablo con la "moral", un beso inocente no tiene nada de malo.Sus dedos se enrollan en tu negra cabellera, jugando con los mechones que tienes largos por el frente de esta. Tus adoloridos dedos por la música se entrelazan en su firme pecho. Suspira. Sonríes. Izquierda. Derecha. Muerdes su labio inferior con esmero. Y una tímida risa escapa de su garganta.

Frenesí. Adicción. Las manos que antes jugaban en tu cabello ahora se han dirigido a rozar con confianza tu cuello. Y los tersos labios que se vieron sorprendidos al principio, arrastrasen todo rastro de dolor con ellos. Tus marcados pómulos se levantarán en un atisbo de sonrisa que no podrá ser controlada por seguir con la impaciente acción. El menor se ha salido con la suya. Poner en cuentas a todo el autobús. Proclamar, simbólicamente al mundo, que ustedes dos tienen algo.

Y ya no sabes qué es lo que brinca más dramáticamente. Si el autobús o tu corazón.

On the road (Hopemin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora