Incesto

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Park llevaba varias horas mirando el techo, su relieve rugoso y escarpado, el color blanco que ya le había lastimado los ojos.

No sabía en qué se había metido. ¡Quedar en hacerlo con su mejor amigo!

A quien nunca miró como hombre, que no obtuvo su aprobación para iniciar un noviazgo o una simple tarde de Netflix and chill. Ahora que lo espera para intentarlo, simplemente se siente agobiado, como si aquello fuese una relación incestuosa y desagradable. De hecho, no creía que fuera a disfrutarlo, ni mucho menos. Se imaginaba escenarios incómodos donde se arrepintieran.

La hora llegó, cuatro de la tarde en su habitación, decidió entonces hacerle fácil el trabajo y esperarlo desnudo, no deseaba perder tiempo valioso en formalidades y trámites cuando lo único que necesitaba era un poco de acción.

Por la manera en la que Hoseok se pavoneaba de sus habilidades sexuales, Jimin rezaba por su veracidad.

Esperaba ansioso que en realidad funcionase, aún cuando fuese extraño o como hacerlo con su perro.

Escuchó el golpeteo en la puerta seguido de un suave "Soy tu esperanza".
Abrió con una sonrisa débil y en sus mejillas se remarcaron todos sus pensamientos negativos, palideciendo suave por la mirada cargada de lujuria que su jodido mejor amigo le regalaba.

Aún incómodo como tomboy en vestido, dió una tierna vueltita mostrándole su desnudez.

Y si para Jimin resultaba extraño, para Hoseok era una fantasía hecha realidad. Siempre le deseó, aún cuando se sabía sin oportunidades mayores con su menor. Estaba consciente que Park sólo podía reconocerlo como su mejor amigo casi hermano hasta la muerte.

Un gruñido gutural escapó por la garganta del delgado mayor, quien aparentaba perfectamente los dos años de diferencia con el menor. Su cuerpo terminó de crecer y le sacó un par de centímetros al de las mejillas pálidas.

Y ya sabía cómo darles un poco de color.

Así que tomó las caderas del más bajo enterrando sus dedos en ellas haciendo círculos en la expuesta piel, lo volteó y sin anunciarse, azotó una mano en los abultados cachetes traseros del lindo pastelito de arroz.

—Hola, ¿estás listo para intentarlo?

Habló seguro de sí mismo con su voz juguetona de siempre.
Eso no estaba poniendo a Jimin, sólo lo estaba asustando.

Este último se giró de vuelta, para arrebatar del contrario botón a botón su camisa, intentando huir de las advertencias de besos.

—Eh... estoy nervioso—se atrevió a confesar bajando su pantalón—, siento como si lo fuera a hacer con mi hermano, no es agradable.

—A mí me da curiosidad—le sonrió el de cabello castaño intentando infundir ánimos—, creo que puedo ayudarte, espero que después de esto te quites la idea de que hay algo malo en ti que asusta a tus parejas.

Park se limitó a chasquear la lengua, inseguro. Aún le causaba un poco de repelús.

Soltó al toro del cajón y se quedó ligeramente sorprendido por su trabajo; jugueteó con él entre sus pequeños dedos, olvidando al dueño, divirtiéndose un poco golpeándose el rostro suavemente con éste.

Mordió sus labios encantado con lo que veía, deslizó su húmeda lengua por los tranquilos testículos, riendo por las cosquillas que los vellitos daban en su lengua.

Se aseguró de menear el trasero frente a él para asegurarle una erección que duraría uno o dos paseos.

Park era un experto en mamadas. Por eso, le costaba saberse virgen, virgen, virgen.

Y una vez lo tuvo completamente dispuesto. Pasó la maldita magia.
Fue cuestión de segundos, de escasos toques.

Cuando el glande del mayor rozó su entrada...

Jung Hoseok, el chico que presumía ser un semental, cayó en un letargo profundo, derrumbándose en el suelo.

Jimin, el pequeño Jimin, debía hacer algo. Y mejor que fuese pronto.

Somnífero»»KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora