Convocatoria

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Jimin estaba harto de escuchar a su mejor amigo. Según él, sus ideas eran las mejores y nunca fallaban, pero la última sólo frustró más a Jimin porque no funcionó.

—Si te hago caso, pareceré una zorra desesperada y yo no lo soy—pausó para pensar—, bueno sí estoy desesperado... ¡Pero una zorra no soy!

—Jimin, tener muchas parejas sexuales no te hace una zorra. Estamos en el siglo veintiuno bebé, no en mil quinientos. No seas ridículo y cerrado. Además no es como si te hubiese propuesto estar con todos... Al menos no al mismo tiempo.

La idea descabellada, poco práctica y muy estúpida de su lindo amigo era la siguiente:

Lanzar una convocatoria para acostarse con Jimin. El que lo lograse recibiría una cita con obsequios y besos tiernos incluidos. Además de un lindo chico con hormonas alborotadas y necesitado de una buena dosis de sexo para cubrir sus carencias anteriores.

—Escucha, pegaremos una hoja como en High School Musical y ahí se inscribirá tu Troy, ya lo verás —aseguró Hoseok, curvando sus labios en una sonrisa arrogante.

—Eres un estúpido por diez a la quinta potencia.

La amargura de su voz no estaba solo en su garganta sino en toda la extensión de su corta vida.

Jung Hoseok adoraba hacerlo enojar.

—Un estúpido que ya hizo un maravilloso cartel con las bases de la convocatoria y otro para que los candidatos se apunten—sacó de su mochila las coloridas impresiones— ¡Mira!

La mano de Jimin encontró un nuevo hogar. Su propia frente. En un gesto de fastidio y hartazgo, maldiciendo con todo su corazón la hora en la que se hizo amigo de ese idiota.

—Hoseok, te apuesto lo que quieras a que nadie se va a inscribir a esa mierda.

—Si alguien se anota yo gano y tú tendrás que intentarlo con quién se apunte. Y si yo pierdo aceptaré mi retraso.

—Yo no gano nada—hizo un gran puchero cerrando su casillero. Desde varios minutos atrás podía sentir una mirada fija en su persona, sentía cómo lo analizaban y aquello le inquietaba.

Se despidió del mayor y caminó con desgane al salón, mirando con recelo los dos carteles pegados en la puerta de su casillero. Las malditas pancartas ofreciéndolo como a un trofeo en el mejor de los casos.

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Jeon Jungkook estaba mareado, recargado en una columna alta y que imitaba un orden corintio. Las cosas giraban un poco, la cabeza le punzaba y los ojos ardían como de costumbre.

Estaba cansado, hoy emocionalmente.

¿Cómo haría para disfrutar haciendo todo lo que quisiera si no tenía mucha energía para ello?

Y es que su madre, al ser tan hippie y relajada, no quería llevarlo a un psiquiatra, seguía con su idea necia que aquello era causado por un problema de traumas. Y que si alguna medicina le iba a dar, sería hierva de la mejor calidad. Jungkook le decía que eso era un estimulante y su madre lo miraba con severidad, pero no decía nada.

Y maldición que el chico no podía costear una de esas caras consultas en las que, para recibir medicación se necesitan varias citas. Y la medicina es más cara que su existencia.

El dolor paró, y en la posición en la que había estado pudo ver con claridad en dirección a donde su cuerpo estaba dirigido.

Su silueta favorita junto al chico de siempre. Sus bonitas líneas, sutiles pero notorias en cada preciso Sot sitio. Aquel cabello que parecía tan suave, definitivamente quería pasar sus dedos ahí.

Los labios tan carnosos como rosados, apetecibles como un melocotón y sus tiernas manos incrustadas sobre su frente.

Aquella criatura era hermosa, mucho más que todo lo que hasta visto antes.

Jeon Jungkook estaba perdido por aquel ángel en pantalones ajustados.

Y jamás se había atrevido a hablarle. Pero ya no tenía nada que perder. Le hablaría.

Llamó su atención el papel pegado a la puerta. Quería acercarse justo ahora pero le daba un poco de timidez. Cuando se decidió a acercarse, su bonito ya se había ido.

Sus pies se movieron sin ser consciente del todo.

El título le abrió los ojos, su Park Jimin, ¿El mismo Park, Park Jimin quería a alguien que no se quedase dormido?

Entonces a quien buscaba era a nada más que a él.

Bendijo a su insomnio y escribió su nombre una vez, y luego otra. Recordó lo bonito que era y la mirada de otros por él y mejor tapizó las líneas con su nombre.

Si Park Jimin buscaba a alguien que no durmiese, lo tendría.

Somnífero»»KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora