Capítulo 2

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Su madre estaba disgustada. Y a Christopher no le hacía ninguna gracia que su madre estuviera disgustada porque, y lo sabía por experiencia, había tardado mucho tiempo en superar la muerte de su padre.
Durante los últimos dos años, se dedicaba a viajar de un lado a otro con su compañera de viaje, Joyce Hancock... pero desgraciadamente, Joyce se había roto una cadera y tuvo que cancelar el viaje que tenían planeado al sureste de Asia.

Christopher se había pasado todo el fin de semana intentando distraerla con su compañía, pero su madre seguía deprimida, suspirando por las esquinas y sin animarse con nada. Ahora, mientras volvían a Paim Beach después de visitar a Joyce en el hospital, Christopher comprobó que estaba a punto de llorar.

— No te preocupes por Joyce, mamá. Las operaciones de cadera son muy sencillas, las hacen todos los días.

— Está enfadada conmigo porque no quiero ir a ese viaje, pero es que no me apetece ir sin ella.

Afortunadamente. Sola, su madre olvidaría las maletas, tomaría el avión equivocado, se dejaría las cosas en el hotel... Desde que enviudó, se había vuelto muy despistada y dependía no sólo de Joyce, sino de él, que tenía que encargarse de todos sus gastos y del mantenimiento de una casa exageradamente grande para ella.

— Seguramente la pobre Joyce se siente culpable —dijo Christopher.

— Y yo la he decepcionado — suspiró su madre, inclinando la cabeza. — Debería ir sola a ese viaje. Incluso llevan un médico por si pasa algo... Y Joyce dice que así, a la vuelta, se lo contaré todo. Que podré hacer nuevos amigos...

— Claro, eso para ella es muy fácil — sonrió Christopher, sabiendo que Joyce era extravertida. Pero su madre era más frágil, más tímida.

— A lo mejor debería ir. Aún no he cancelado la reserva.

— Necesitas compañía, mamá. Si fueras sola, te encontrarías perdida.

— Pero no conozco a nadie que pueda hacer las maletas y venirse al sureste de Asia así, de un día para otro...

— ¿De verdad quieres ir?

— Llevábamos tanto tiempo haciendo planes... Lo que pasa es que sin Joyce no será lo mismo — dijo su
madre, con cara de pena.

Christopher tomó entonces una decisión. Aunque sería un sacrificio para él. Dulce Hart llevaba dos semanas de vacaciones y la sustituta estaba acabando con su paciencia, pero no podía imaginar a nadie mejor que su secretaria para acompañar a su madre.

— Mi secretaria irá contigo — dijo entonces, satisfecho de haber encontrado la solución.

— ¿Tu secretaria? Pero no puedes quedarte sin ella...

— Sí puedo. Se lo diré mañana por la mañana, cuando vuelva de sus vacaciones, y seguro que estará
encantada.

— Pero yo no la conozco — protestó su madre.

— Comeremos juntos mañana, si te parece. Así la conocerás. Si no te cae bien... en fin, entonces no te quedará más remedio que cancelar el viaje.

— ¿Cómo es esa chica?

— Es la clase de persona que siempre encuentra solución para todo — sonrió Christopher. — Tiene que serlo para trabajar contigo – rió su madre. — ¿Y como persona?

Él lo pensó un momento.

— Pues... nunca mete la pata. Siempre hace lo correcto.

Fue lo único que se le ocurrió.

— ¿Cómo es?

— Muy seria, muy profesional.

— No, quiero decir físicamente.

Amor de nueve a cincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora