Capítulo 7

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Su secretaria nunca le había parecido «deliciosa». O, más bien, nunca había pensado en ella de ese modo. Quizá era la influencia del champán... Era la primera vez que Dulce bebía alcohol en su presencia, la primera vez que se veían fuera del trabajo. A solas.

Sabiendo que le gustaba mucho viajar, Christopher le preguntó dónde le gustaría ir en el futuro. Los destinos favoritos de Dulce eran Pekín, Moscú, el pasaje noroeste hasta Alaska, la ruta inca de Perú... sitios a los que Christopher jamás habría pensado viajar. Él solía ir a Nueva York, a Londres, a París, a Hong Kong, a Milán, pero no eran aventuras como los viajes de Dulce.

Observando cómo sus ojos se iluminaban, entusiasmados, se enfadó consigo mismo por haber permitido que su mundo se volviese tan cerrado, tan concentrado en acumular dinero. Debería tomarse más tiempo libre, viajar a lugares exóticos... aunque seguramente tendría que llevarse a Dulce de guía para ver las cosas con sus ojos.

Planes para el futuro no tenía ninguno. Sólo hacer lo que siempre había hecho. Sin embargo, cuando miraba a Dulce, se sentía contagiado de su entusiasmo, de su vitalidad, de su búsqueda de nuevas
experiencias.

— ¿Casarte y tener hijos entra en tus planes de futuro?

La pregunta había surgido de forma inesperada, sin pensar. De inmediato, una sombra apagó la alegría en los ojos de Dulce y Christopher se regañó a sí mismo por sacar el tema. Seguramente seguía dolida por la ruptura con Brendan.

—Aún no he conocido a nadie que quiera casarse conmigo — contestó por fin, bajando la mirada.

Christopher se mordió los labios, pero lo primero que se le ocurrió fue que sería una esposa increíble para cualquier hombre. Aunque no le gustase reconocerlo, empezaba a ver a Dulce Hart de forma diferente; empezaba a verla como una mujer, no como su secretaria. Y cuando se probó aquel vestido rojo... Desde luego, no tenía el cuerpo de Tara, pero había sentido algo al verla. Como lo sentía en aquel momento. Le habría gustado besarla, decirle que era una mujer deseable...

— ¿Y tú? — preguntó ella.— ¿Piensas volver a casarte?

Christopher soltó una carcajada.

—Ni muerto.

— ¿Tan mala fue la experiencia?

— Fue un error de juicio por mi parte —suspiró él, tomando un sorbo de champán— Aunque me gustaría tener otro hijo.

— Te entiendo.

Christopher sabía que Dulce tenía una gran familia y se preguntó qué se habría perdido al ser hijo único. Su padre no quiso tener más porque un hijo era ya una intrusión en su organizada vida. Aunque se sentía
orgulloso de él. A su madre le habría gustado tener una hija, alguien como Dulce, no como Tara, naturalmente. Como Dulce Hart...

¿Por qué no había pensado en ella de esa forma? Debía haber estado ciego. Pero Tara había matado en él cualquier deseo de mantener relaciones con otra mujer y Dulce entonces mantenía una relación con otro hombre; uno que la había usado para dejarla después. Y encima había tenido que soportar el comentario despectivo de su ex mujer... No era justo.

La injusticia daba vueltas en su mente mientras volvían a casa en el Maserati. Ella iba muy callada, muy seria. Enfrentándose a la idea de volver a una casa vacía, pensó Christopher. Y eso no le gustaba. No le gustaba lo más mínimo.

_____❤_____


Sólo era una noche, pensaba Dulce. Y seguramente había hablado demasiado sobre sí misma. Se le había soltado la lengua con tanto champán, pensó, disgustada.

Amor de nueve a cincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora