Epílogo

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Seis meses después...

Dulce y sus hermanas estaban en la cocina, limpiando después de la barbacoa. Habían tenido una reunión familiar para celebrar su compromiso con Christopher, que estaba charlando animadamente con su padre y sus cuñados en el jardín. Su madre y Nancy Pierson estaban «conferenciando» en el salón sobre los detalles de la boda, que Christopher había insistido, debía celebrarse lo antes posible.

— Ese novio tuyo es encantador. Y guapísimo. — declaró Sue, haciendo un dramático gesto.— Tienes que admitirlo.

Dulce soltó una carcajada.

— Nunca he dicho que no lo fuera. Sí, es guapísimo. Y su carácter ha mejorado mucho desde que estamos juntos.

— Ah, por favor... — exclamó Sue, tirándole una servilleta.— Y nos has tenido engañadas todos estos meses.

— Estás guapísima, Dulce — sonrió Diana. — Desde que te hicimos ese cambio de imagen, has florecido. A ver, enséñame el anillo de compromiso otra vez.

Era un magnífico rubí rodeado de diamantes. Dulce sonrió al ver el brillo de la piedra cuando su hermana lo colocó bajo la luz de la lámpara. «Es el fuego que hay en ti», le había dicho Christopher cuando se lo puso en el dedo. «Cada vez que pienso en ti siento un calor por dentro... y también por fuera, claro».

— Este es un anillo muy serio — decidió Diana. — Definitivamente, un anillo de «hasta que la muerte nos separe». Espero que sepas dónde te estás metiendo, niña.

— Conozco a Christopher desde hace algún tiempo — sonrió Dulce.

— No hay nada como casarse con el jefe —suspiró su hermana.

— Lo que me impresiona... — intervino Jayne — es cuánto le gustan los niños y viceversa. Es como un imán para ellos. Están todo el día pegados a Christopher.

—Sí, la verdad es que está deseando ser padre.

Jayne dejó escapar un suspiro.

— Una pena que perdiera a su hijo. ¿Quiere que tengais familia pronto?

— Definitivamente.

— Dulce... — la llamó su madre desde la puerta.— ¿Te importa ir a buscar a Christopher? Nancy y yo tenemos que hablar con vosotros.

— Voy ahora mismo — sonrió Dulce, secándose las manos con un paño.

Cuando salía al jardín, sus tres hermanas se pusieron a canturrear la marcha nupcial. Dulce tuvo que soltar una risita. Era tan agradable sentir que era como ellas y no un bicho raro. Aunque no era culpa de sus hermanas. Dulce se había dado cuenta de que había sido ella misma quien se había apartado, pensando que no podía competir.

Christopher la había hecho entender que el amor no tenía nada que ver con la competencia. El amor simplemente aceptaba al otro como era. No era necesario parecerse a nadie, seguir ninguna regla... Y veía el amor en sus ojos cada vez que lo miraba.

— No vamos a retrasar la boda — protestó Christopher cuando le dijo que su madre y Nancy querían hablar con
ellos. — En esto debemos ponernos firmes, Dulce. Quiero que nos casemos y no pienso esperar ni un día más de lo necesario.

— No serán felices a menos que puedan organizar la boda como ellas quieren, cariño. Y recuerda que yo sólo quiero vestirme de novia una vez.

— Te prometo que tendrás una boda preciosa — sonrió Christopher, tomándola por la cintura.

Una vez en el salón, sus madres les explicaron los planes que habían hecho para la boda. Tenía que ser un sábado, pero era imposible encontrar una iglesia con tan poco tiempo, de modo que Nancy había ofrecido su casa. Instalarían una carpa y contratarían el catering.

— Pero necesitamos al menos seis semanas — insistió la madre de Dulce—. Hay que encargar las invitaciones, solucionar todos los detalles, comprar el vestido...

— No — la interrumpió Christopher. — Un mes es lo máximo que podemos esperar. Si algún invitado no puede venir, será su problema. Lo siento, pero no vamos a esperar a nadie.

— ¿Por qué tienes tanta prisa, cariño? —preguntó Nancy.

Christopher miró a Dulce, como pidiendo aprobación. Y ella asintió con la cabeza.

— Dulce está embarazada.

— ¿Embarazada? — exclamaron Nancy y su madre a la vez.

— Si me hubiera hecho caso, nos habríamos casado antes, pero quería esperar tres meses para estar
segura de que no había ningún problema con el feto — explicó Christopher.

— ¡Embarazada! — volvieron a gritar sus madres.

— ¡Voy a ser abuela! — gritó Nancy.

— Y Dulce no quiere que se le note el embarazo — siguió Christopher.

— ¡Claro que no!

— Dulce... — murmuró su madre, abrazándola.—  Felicidades, cariño.

— Gracias, mamá. Estoy muy contenta —dijo ella, intentando controlar las lágrimas.

— Y yo estoy muy contenta por los dos —declaró Nancy.— Dulce es la mujer perfecta para ti, Christopher. Lo supe en cuanto la conocí.

— Asombroso que pudieras estar tan segura — dijo riendo su hijo.

— Intuición de madre.

— Bueno, como ya hemos decidido el asunto de la boda, me llevo a Dulce para demostrarle cuánto la quiero.

Y lo hizo.

Seis meses más tarde, Dulce y Christopher se convirtieron en los orgullosos papás de una niña. Jessica Anne, que al apretar con sus deditos la mano de su padre lo convirtió en su esclavo para siempre.

Bueno, ahora sí hemos llegado al final de esta historia. Gracias a todas por su apoyo y por leerla. Espero que les haya gustado esta adaptación y que sigan mi perfil para que le lleguen notificaciones de futuras historias que publique.

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