Capítulo 3

2.1K 134 13
                                    

Christopher no volvió a salir de su despacho en toda la mañana. Y tampoco la llamó. A las dos menos cuarto Dulce fue al cuarto de baño para arreglarse un poco, sonrió ante el espejo y se dijo a sí misma que nada de lo que dijera e hiciera su jefe iba a estropearle el día.

Después, se dirigió a la guarida del león y llamó suavemente a la puerta antes de entrar.

— Tenemos que irnos, Christopher. Son las dos menos diez y he reservado mesa para las dos.

Como la oficina estaba en el edificio Chifley, uno de los más prestigiosos de la ciudad, sólo tenían que tomar el ascensor para llegar al restaurante, que estaba en la última planta. Ese arreglo era muy conveniente porque Christopher solía comer allí con sus clientes; no era un hombre que perdiese el tiempo.

Mientras se levantaba del sillón giratorio, los ojos azules se clavaron en ella y Dulce carraspeó. Su hermana Sue tenía razón: era guapísimo. Alto, moreno, nariz recta, cejas oscuras, labios sensuales... y esos penetrantes ojos azules añadían autoridad a una presencia ya de por sí impresionante.
Una presencia subrayada por los trajes de Armani y los zapatos ingleses hechos a mano.

Christopher Pierson era, evidentemente, un hombre de la clase dominante y, a veces, a Dulce le irritaba que lo tuviese todo. Pero, claro, Christopher Pierson no era realmente humano. Aunque la fachada robótica se había derrumbado aquella mañana durante unos segundos... Pero sería mejor no pensar en ello.

— ¿Has llamado para ver si mi madre ha llegado ya al restaurante?

—No. Pero será mejor que nos vayamos si queremos llegar antes de las dos.

—No te preocupes, mi madre no llega a tiempo jamás. Por eso no puede viajar sola.

Dulce lo precedió hasta el ascensor, intentando mantener la espalda recta. Pero le temblaban las piernas. Era ridículo; su jefe nunca había hecho que le temblasen las piernas. Y más ridículo todavía, dado que Christopher tenía ojos de hielo, era sentir que le quemaba el cuello. Pero tenía que estar mirándola, lo cual era muy desconcertante porque normalmente él sólo prestaba atención a los informes financieros.

Y no le gustaba que la mirase tanto... se sentía como bajo un microscopio.
Dulce dejó escapar un suspiro de alivio cuando por fin entraron en el ascensor. Christopher se metió las manos en los bolsillos mientras observaba distraídamente el panel. Parecía una pose relajada, pero emanaba una tensión que borró su alivio inicial.

Quizá Christopher Pierson era humano, después de todo. ¿Era ella quien causaba esa tensión o la idea de encontrarse con su madre? Eso le recordó que debería pensar en la señora Pierson, prepararse para contestar a sus preguntas y convencerla de que sería una compañera de viaje ideal. Por supuesto, las respuestas dependerían de qué clase de persona fuera la madre de Christopher. Aunque ella era una experta en tacto y diplomacia.

Cuando llegaron al Level 21, el maitre les informó de que la señora Pierson estaba esperándolos. Christopher pareció sorprendido.

— ¿Ya ha llegado? Debe estar nerviosa —murmuró.

La señora Pierson estaba en el vestíbulo, sentada en un sofá de piel marrón, admirando la hermosa panorámica de Sidney por los ventanales.

Tenía el pelo blanco, cortado a media melena alrededor de una cara casi sin arrugas y que aún mostraba lo guapa que debió ser de joven. Debía de tener unos setenta años, pensó Dulce, y parecía muy elegante, aunque en absoluto tenía un aspecto antipático, todo lo contrario. Iba vestida con un traje de Chanel rosa y una blusa de color marfil. Como adornos, un broche de perlas, pendientes de perlas
también y varios anillos.

Amor de nueve a cincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora