Capítulo 9

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El viernes por la tarde, Christopher ya estaba absolutamente irritado con la sustituta de Dulce. No le estaba pidiendo nada de otro mundo, pero... ¿por qué tenía que mirarlo con esa cara de susto cada vez que se dirigía a ella? Esperaba que su madre agradeciese el sacrificio que estaba haciendo al permitir que Dulce fuera con ella de viaje. Eso le recordó que debía llamar a su madre antes de que llegara la limusina que la llevaría al Holiday Inn para comprobar si lo tenía todo.

— ¿Dígame? — contestó su madre, sin aliento.

— Cálmate, mamá. La limusina debe estar a punto de llegar, ¿no?

—¡Christopher! Estaba mirando por la casa para comprobar si había cerrado todas las puertas.

— Iré yo mañana para echar un vistazo, no te preocupes. ¿Todo bien?

Nancy dejó escapar un largo suspiro.

—Sí, cariño, todo bien. He llamado a tu Dulce y me ha dicho que está todo organizado.

Tu Dulce.

Una pena que «su Dulce» no estuviera allí en ese momento.

— Era de esperar.

—Es una chica estupenda — dijo su madre—Espero que no nos encontremos con su ex novio en Katmandú. Seguro que, cuando la vea, lamenta haberla dejado.

— ¿Qué?  — exclamó Christopher.— ¿Por qué ibais a encontraros con el ex novio de Dulce en Katmandú?

— Porque, por lo visto, está allí de vacaciones...

— ¿Qué?

— Me lo contó el otro día, mientras estábamos organizando mi maleta. Yo sólo digo que, cuando vuelva a verla, con lo guapa que está...

— Brendan la dejó, mamá — la interrumpió Christopher, irritado.— Así que no creo que quiera volver con ella.

— Pero puede que le diese miedo el compromiso. Si vuelve a verla...

— ¡Yo no pago a mi secretaria para que se líe con su ex novio en Katmandú! — exclamó Christopher entonces, furioso.— Si tú haces algo para que...

— Christopher, cariño, no creo que Dulce quisiera «liarse» con él. Es una chica muy responsable y muy seria. Seguro que insistiría en solucionar el problema una vez de vuelta en casa.

— Katmandú es muy grande. No creo que os encontréis con él — murmuró Christopher.

— No se puede luchar contra el destino, hijo.

El destino era un imbécil, pensó él, furioso. Pero, claro, cuando le dijo a Dulce dónde iría con su madre, mencionó Nepal y ella, de inmediato, debió pensar: Katmandú, Brendan. Y, desde entonces, había hecho el papel a la perfección.

— Mamá, tú no te metas en eso. Brendan no es hombre para Dulce.

— ¿No? ¿Y por qué salió con él durante tantos años? Ellos no tenían un hijo en el que pensar, como Tara y tú... Además, Dulce no le dejó — insistió su madre.

Christopher hubiese querido gritar: ¡Dulce está conmigo!, pero sabía que no era juicioso porque su madre empezaría a oír campanas de boda.

— La trataba mal, la hacía sentir como si fuera una fracasada. Lo sé perfectamente, mamá, así que Dulce está mejor sin él.

— Entonces, ¿de verdad te importa Dulce?

¿Importarle? Por supuesto que le importaba. Y no quería perderla por un idiota como el tal Brendan. En cualquier caso, lo que necesitaba por el momento era poner a su madre de su lado.

Amor de nueve a cincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora