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Luke

Miraba hacia el campo de fútbol, el equipo estaba practicando. Sentado sobre la última fila de las gradas, perdía mi tiempo más que nada. El clima seguía siendo una mierda, por suerte, hoy no había nevado, pero aquello no quitaba el hecho de que mis manos y pies estuvieran congelados.

Tomé el termo entre mis manos y le di un sorbo a la bebida caliente, sabía asquerosa, yo mismo la había preparado. Era algo así como capuchino al estilo Hemmings o fracasado, cualquiera le hacía honor.

Sentí el líquido pasar por mi garganta y volví a guardar mis manos en los bolsillos de mi sudadera gris. Por un momento, me entró curiosidad de saber qué cosas interesantes habían pasado hoy. Claramente ninguna, solo podía destacar que la chica con la que choqué ayer, fue asignada a mi clase de Historia, es nueva y su nombre es Alyssa. Hoy se sentó enfrento mío y estuvo tirando su lápiz a propósito como unas cinco veces, a la tercera me di cuenta y dejé de recogerlo y entregárselo. La verdad no sé qué tramaba con eso, fue algo estúpido. Al final de la clase me llamó y se quedó estática cuando regresé hasta su lugar y le dije algo como; "¿Qué sucede, nena?"

Ella me dijo que ya lo había olvidado. Seguía sin tener sentido, nada en ella tenía sentido. ¿Quién lleva vestidos en pleno invierno?

Debería ser otoño, claro está, pero la temperatura sigue siendo baja, no hay cambio. Si yo fuera mujer, ni drogada usaba vestidos con este clima.

— ¿No se supone que tenías taller de Teatro?

Giré mi rostro hacia la voz que había interrumpido mis pensamientos. El morocho se sentó a un lado mío y dejo su mochila entre sus pies.

— Se supone — le di otro sorbo a la bebida, olvidando por completo su mal sabor, el cual se mostró en la mueca de disgusto que formé —. Deberían prohibirme tocar cualquier cocina.

— ¿Otra vez la misteriosa bebida con sabor a mierda?

Asentí, alejando el termo de mis labios y asegurándolo, para después lanzarlo dentro de la mochila gris.

— Sigo sin creer que me convencieras para beber esa porquería.

— Sigo sin creer que cayeras.

— Algún día me vengare — aseguró, con su mirada perdida al frente.

— Vamos, no estaba tan mal, creo que esa fue la que tenía el mejor sabor— admití vacilante. Pronto sentí mi nariz cosquillear, acerqué mi mano para rascarla, pero un estornudo escapó, y seguido de ese, otros tres más.

— Oh no, no lo puedo creer...— la cara de Calum lo decía todo, su boca estaba formando una "o" y sus ojos más abiertos de lo normal, me analizaban con una pizca de burla —. Grinch resfriado, ¿quién lo diría?

— Cállate, Hood —le miré despectivo, y comencé a buscar papel higiénico en mi mochila, milagrosamente había un trozo en el bolsillo lateral. Sentía una picazón intensa en ambos orificios nasales, azotar mi rostro contra el piso sonaba mejor.

❄️

Mis pies aplastaban el césped húmedo, mi dirección era la dichosa Sala de Teatro, qué sorpresa. Calum se había ido tan pronto como llego, dijo que no podía perder más clases o no iba a salvar el año. Estaba seguro que le tocaba con aquella profesora que se quería tirar, idiota no era.

Yo claramente no tenía nada que hacer, a decir verdad, estaba bastante cansado de perder el tiempo, así que el único lugar dónde podía hacer algo de provecho era el Teatro. Guarde mis manos en los bolsillos de mi sudadera gris y entré decidido.

Me moví entre los asientos del lugar, yendo de una fila a otra, y saltando unos cuántos. Mis neuronas hoy no estaban funcionando bien. Al llegar frente al escenario me percaté que algunas miradas estaban sobre mí. Era este chico, Michael, quién al sentir mi mirada, desvió la suya y alboroto su cabello, ahora verde, la última vez que lo vi lo traía lila o algo así. Por otro lado, estaban John y Maxwell. El chico también retiró su mirada, pero ella no, se mantuvo atenta a mí, con una ceja en lo alto y sus brazos cruzados, yo no me quedé atrás, imité su acción y le reté.

Quería desesperarla, con una mirada socarrona y la curva entre mis labios, solté un suspiro pesado y alcé mis cejas, tratando de mostrar indiferencia.

La pelinegra optó por deshacer el cruce de sus brazos y los dejo caer a sus costados, tomó una bocanada de aire y se acercó resignada a mí.

— Llegas tarde.

— Dime algo que no sepa, cariño —negué, soltando una risa irónica entre dientes.

— Si se te ocurre llegar tarde una vez más, considera no seguir en esta obra —escupió sin más, estaba seria, mirándome fijamente. Le miré de igual forma, a pesar de estar a un metro de distancia, pude notar el color de sus ojos, eran marrones, jamás había visto un color tan potente, sino fuera por la poca luz del escenario, podría jurar que eran negros. Me había perdido en aquel interesante color, hasta que volví en sí, cuando sentí su mirada penetrar la mía, claramente no tenía intensiones de desviarse, lo cual me preocupó un poco, normalmente las personas dejaban el lío y no me miraban más con tal de no soportarme. Ella parecía no estar entendiendo eso, solo iba a provocar que siguiera fastidiando con mi maravilloso humor, fanfarroneando y haciendo bulla sin razón.

— Buena vista, ¿eh? —enarqué mis cejas y deslice mi lengua por detrás de mi labio inferior.

— Solo estoy viendo a alguien desesperado por atención —una bonita pero sarcástica sonrisa se apoderó de sus labios, esa respuesta no era precisamente la que esperaba.

Ahora la miraba con desdén, en mi rostro ya no había ni una pizca de humor. ¿Ella qué sabía?

Maxwell desvío su mirada por fin, comenzando a rascar su antebrazo, había ganado esta batalla. O eso creía, hasta que la victoria se escapó junto con ese estornudo y otros dos más. De nuevo aquella picazón, quería aniquilarme. La pelinegra alzó su vista, mirándome burlona, mientras tanto, yo estaba rogando por hallar otro trozo de papel en mis bolsillos.

— Parece que el Invierno solo premia a los arrogantes — Mencionó con sarcasmo inyectado—, que no se te ocurra volver a llegar tarde, o cariño, no vuelvas más — contraatacó con el apodo que había utilizado antes, después lanzó un perfecto guiño en mi dirección y se giró, dándome la espalda y volviendo con los chicos.

Yo me quedé ahí parado, con la vista fija en ella. Sentía mi rostro comenzar a calentarse, ¿por qué carajo el profesor Hotchler le había dado el cargo?

Solté el pesado bufido que llevaba conteniendo dentro de mis pulmones, tomé las asas de mi mochila y estuve a punto de largarme de ahí, pero algo me lo impidió; mi asombroso ego.

Yo no iba a permitir que mi año se fuera a la mierda por una insolente chica, no me conocía en lo absoluto, y el único que podía arruinarlo, era yo, experto en ello.

— Hey, Maxwell.

Oh, no sabía en lo que se había metido. ¿Quería hacerse la lista conmigo?, pues iba a obtener su premio. Todas las chicas listas reciben el suyo.

what about endings?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora