Maxwell
Deslicé mi mano por el pelaje de Gun, era un pequeño pitbull negro con una adorable mancha blanca, le encantaba cuando acariciaba su cabeza y daba masajes en su barriga. Tenía toda mi adoración. Era parte de mi pequeña familia desde hace unos seis meses, mamá lo había encontrado fuera de su trabajo, a un lado de los cestos de basura. Recuerdo que aquel día hubo una tormenta, la electricidad de la casa había fallado y yo me encontraba hecha un lío, mi temor por los relámpagos se incrementaba cada día. Sonaba tan infantil, pero no podía evitarlo, desde pequeña no soportaba aquellos ruidos estruendosos, menos cuando me encontraba completamente sola.
Aquello cambio cuando mamá llego con esa extraña caja empapada y la dejó sobre la mesa, yo estaba recargada sobre el umbral de la puerta de la cocina, observando todo.
— ¿Qué es eso?
— Descúbrelo — guinó en mi dirección y atravesó la puerta que daba a la calle, iba a meter la camioneta en la cochera. Me acerqué dudosa a la mesa y me quedé quieta por unos segundos cuando escuché algo rasgar la caja desde adentro. Di un pasó hacia atrás, ¿qué demonios era?
No quería quedarme con la duda, en absoluto, así que busqué la poca valentía que tenía guardada en algún lugar sombrío y poco concurrido de mi interior y me digné a abrir el cubo de cartón.
En un santiamén aquella pequeña criatura salto, dejando sus patas sobre mi estómago y tratando de escalar, causándome cosquillas.
En seguida me enamoré de él.
Gun me estuvo acompañando estos meses, jamás había tenido una mascota, y en la primer semana temía por él, porque en serio yo era un desastre. No podía ni cuidar de mí misma, ¿qué esperaba del cachorro? Que muriera de hambre, quizás.
El primer mes fue difícil, no iba a negarlo, Gun hacía sus necesidades en todos lados y yo tenía que ir de aquí para allá detrás suyo, mientras el movía su pequeña cola haciéndose el gracioso, tomándome el pelo. En las noches ladraba mucho, y también se quejaba, yo no podía conciliar el sueño, pero pronto lo comprendí, no me imaginaba lo mal que lo había pasado allá afuera, antes de llegar aquí.
Poco a poco los ladridos fueron cesando, y Gun ya sabía exactamente a dónde ir para hacer sus necesidades. Lo único que aún era difícil de lograr era bañarlo... este cachorro era alérgico al agua o algo por el estilo, siempre se las arreglaba para escapar de mis manos cada que le tocaba baño. Era un caso perdido, al igual que yo.
Pero esos momentos eran los mejores, incluso terminará empapada y llena de pelos, el volvía y se echaba encima mío, lamiendo mi cara sin parar.
Él y yo nos acostumbramos al cambio, pues junto con mi madre, nos acabábamos de mudar, la casa solía ser de mi abuela Lena, pero ella ahora vivía en Londres, y cuando mi madre le informó que era hora de un "nuevo comienzo" como solía llamarle, Lena no dudo en dejarle la casa. Ahora vivíamos en Australia, en un pequeño pueblo llamado Honder Village. Estar acá era muy diferente a vivir en América, las calles estaban forradas de urbanidad, los motores encendidos a cualquier hora y las luces nunca se apagaban, acá antes de la media noche todas las casas ya están en completa oscuridad.
No es como si extrañará tanto la vida urbana, pero una mudanza trae consigo muchos cambios, además de emociones o sentimientos encontrados, que no fueron fáciles de asimilar hasta que llegó él.
Gun me había ayudado muchísimo, y eso, realmente no sé cómo se lo podré pagar.
🐾
Entré al Instituto Silverstone casi arrastrando mis pies, no era una buena mañana, sentía mi nariz cosquilleante y algo de picazón en mi frente gracias al gorro negro que traía puesto, al parecer aquella zona la tenía muy sensible, y eso me frustraba, pues los gorros además de ser esenciales para este clima, eran mis accesorios preferidos.
No habían pasado ni dos minutos y ya me había topado con Ashton Irwin, aquel orangután de rizos chocolates y brazos marcados. No llevaba ni un mes en este lugar y ya me consideraba maldita, pues había conseguido que dos idiotas me odiaran, el primero fue Ashton, quién compartía dos clases conmigo; Álgebra y Geografía. En fin, se las dio de muy listillo he intento coquetear conmigo a la primera oportunidad, le rechacé al instante, pero siguió insistiendo por varios días, el resultado nos mando a la dirección, e incluso dentro de la oficina se mantuvo jodiendo, ¿qué acaso no entendía el significado de un no?
El otro idiota era nada más y nada menos que Luke Hemmings, sabía un poco de él. Su nombre retumbaba por los pasillos cada tanto, así que fue fácil dar con él, además el reconocerlo no era cosa del otro mundo, no todos en este instituto son bendecidos con más de un metro ochenta y una linda –quizás operada– nariz.
El chico de rubios cabellos gozaba de una actitud arrogante, distante y nada apacible. Era difícil de manejar, incluso lograba sacarme de mis casillas y eso que no había frecuentado tanto con él, eso le daba el premio al soquete mayor.
Comprendía que no era fácil lidiar conmigo, pero sinceramente ese larguirucho me superaba. Pretencioso y lejos de ser una afable compañía, solo quería arrancarme los cabellos cada que hacía acto de presencia, justo ahora quería hacerlo, pues se encontraba enfrente mío, examinándome.
— ¿Terminaste? — Escupí a la defensiva, me exasperaba en demasía.
— He decidido que te voy a ayudar con tu dichosa obra —me lanzó una mirada indiferente, podía sentir sus orbes azules hechando chispas y queriendo electrocutar mis marrones y comunes ojos.
— ¿Ahora eres parte de la caridad? — reí irónica, ¿qué tenía en la cabeza? —, perdona, cariño, pero "mi dichosa obra" envuelve a todo un grupo, en el que desafortunadamente, estás incluido, y si no das de tu parte, lamento decirte que un cinco te acompañará por un año más.
— No será así, tú me ayudarás a pasarlo y con una calificación de excelencia —su rostro estaba adornado con una sonrisa cínica, mostrando sus perfectos dientes. Sus dedos jugaron un poco con su cabello y lo alborotaron más; no pude despegar mi vista de ahí, hasta que sus manos se alejaron.
— ¿Y yo por qué tendría que hacer eso? — Estaba confundida, mis cejas se fruncieron sin poder entender a lo que se refería.
— Porque eres lista, Maxwell. Tú bien sabrás cuando será el momento para ayudar a un compañero, confió en ti — Dio leves golpes sobre mi hombro y comenzó a caminar, alejándose y dejándome aturdida, ¿acaso eso era un halago? ¿por qué había sonado más como una amenaza?
Lo que fuera que estaba tratando de decir el rubio, estaba lejos de ser tomado como algo bueno. Ahora no iba a estar tranquila hasta atar los cabos y descubrir que se traía Luke Hemmings entre manos.

ESTÁS LEYENDO
what about endings?
FanfictionLa vida de Luke giraba en torno a una absurda rutina impuesta por su padre, siguiendo los pasos de este, gracias a su competitividad y arrogancia lograba manipular a las personas a su antojo, y no era como si le importará. Pero cuando es obligado a...