✠ Capítulo Ocho ✠

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En silencio Tamaki veía la nieve caer a través de la ventana, acostado en una cama que no era la suya y siendo atendido cada cinco minutos por Mirio, quien tercamente insistía en ser como su enfermero personal; acaso se olvidaba que él todavía seguía sanándose de su propia herida?

De algún modo, al vampiro empezó a hacerle gracia los mimos que el ojiazul le brindaba siempre antes de dormir, porque aparte de cuidarlo, le había dejado la cama únicamente para su disfrute mientras que él dormía en el sofá; y claro, lo más estúpido de la situación era que Amajiki ya se hallaba sanado desde ese mismo día en que fue atacado.

La sangre de Bakugou siempre resultaba ser muy efectiva, curando cualquier clase de herida grave en segundos. Y por supuesto que Tamaki no se lo diría, primero porque lo tenía prohibido y segundo porque le era satisfactorio recibir tanta atención por parte de un humano.

No obstante, el azabache temía acostumbrarse demasiado rápido a la presencia del otro rondando a su alrededor, tenerlo siempre consigo y queriendo verlo todos los días; algo comenzaba a decirle que ahora su sed de sangre no tenía nada que ver con ese apego emocional en el que ambos se estaban viendo envueltos.

Seguramente para el rubio no sería problema, era un humano que ni de lejos se le ocurriría imaginar que tenía a un vampiro bajo su techo; mas para Tamaki significaría un calvario desarrollar sentimientos por su presa, ya fuera por su culpa o responsabilidad del destino. Por qué no lo había puesto en su vida cuando aún conservaba su humanidad? cuando todo pudo ser de una manera más fácil, cuando no era alguien que tuviera la necesidad de alimentarse de personas vivas.

─Tamaki?─se asomó Mirio por el espacio de la puerta entreabierta, captando casi enseguida su atención─. Pensé que estabas durmiendo.

─No podría dormir sabiendo que afuera está nevando─se excusó Amajiki, regresando su vista hacia la ventana─. Por ahora no necesito nada, así que puedes retirarte.

─No vine por eso precisamente─el rubio cerró la puerta tras de sí y se acomodó a los pies de la cama─. Sólo quiero pasar más tiempo contigo, si no es molestia...

─Claro que lo es─se apresuró a decirle el azabache, intuyendo por dónde se dirigía todo aquello─. Te pido que no confundas las cosas, lo que ocurrió en ese momento... fue un error, no tuvo que pasar.

─Eso crees?─Togata dejó ver una sonrisa triste, una por la cual el vampiro se sintió extrañamente culpable─. Si te soy sincero, para mí eso... no fue un error.

─No lo hacías por querer... ─"tal vez la hora se está acercando"─. Cómo sabes si no es algo lo que te empuja a hacer... lo que haces? algo que no puedes ver y a lo que tampoco puedes desobedecer?

Mirio le observó con una grata sorpresa, porque podría ser ingenuo hasta el punto de ganarse un premio por serlo, en lo que fuera... menos en ese aspecto.

─Entonces, tú... también lo sientes?─el ojiazul no dudó en acercarse nuevamente a Amajiki, quien hizo ademán de marcar distancia entre sus cuerpos─. También sientes el impulso de dejarte llevar, de querer besarme sin querer entender el por qué? así como lo siento yo contigo...

─Yo al menos uso el razonamiento para no caer ante tan absurdo impulso, porque veas por donde lo veas... no tiene ninguna lógica─Tamaki no quería que lo tocara, que lo hiciera sentirse tan débil y patético otra vez.

─Eres la persona que debía llegar a mi vida, el destino quiso que nos encontráramos en esta vida!─el rubio le tomó ambas manos, mostrándose emocionado y con un brillo especial en sus ojos; para suerte del vampiro, las mangas eran demasiado largas y gruesas para cubrir un poco más allá de éstas─. Y no quiero creer que estoy sintiendo esto por obra del destino, quiero creer que lo siento por mí mismo, porque yo lo deseo y es una maravillosa sensación.

─Piensas y dices eso porque es voluntad del destino, no actúas a conciencia─por qué de repente Tamaki sentía tanta tristeza, esa que se asimila a cuando algo o alguien te desilusiona?─. Si fuera igual de idiota como tú, me estaría comportando de la misma manera. No obstante, sé pensar y analizar antes de actuar, así que por eso... abre los ojos y date cuenta de que nada de esto es real!

─Claro que lo es!─Mirio se rehusaba a creer en las palabras del azabache, las cuales le hacían dudar ahora mismo─. Acaso me salvaste porque el destino lo quiso? o nació desde tu corazón hacerlo?─la cercanía entre ellos poco a poco volvía a disminuir, y a cada palabra menos se daban cuenta─ como te dije, fácilmente pudiste dejarme morir ese día, pero me salvaste!

"Yo sólo quería beber tu sangre, pero..." Tamaki cerró sus ojos con fuerza, sorprendiéndose de que unas finas líneas de agua fría caían por sus mejillas; acaso... estaba llorando?

─Tus ojos fueron la razón de que lo hiciera─fue lo único que pudo decirle el azabache, mostrándose perdido mediante su mirada─. Si no dabas señales de vida, simplemente te iba a dar por muerto, Mirio.

No conforme con esa respuesta, el rubio se aventuró a averiguar más de una manera en la que Amajiki ya no tuvo las fuerzas para escapar; entre la calidez de su tacto y acunado entre sus brazos, el vampiro volvió a ser humano bajo los labios de quien hasta ese momento era su presa, cerrando sus ojos para dejarse llevar en esos movimientos suaves que sentía sobre sus labios.

La felicidad que embargaba a Mirio no podría describirla de ninguna forma conocida, ya que al sentir las manos de Amajiki posándose sobre sus mejillas pidiéndole que no se detuviera mediante ese gesto, lo hizo sentirse lleno, complacido y convenciéndose de que el destino ya no pintaba nada sobre aquella situación; sentir los movimientos tímidos de Tamaki siguiendo entre frías lágrimas los suyos propios le provocaban una dulce ternura, anhelando sentir mucho más de la persona que había aparecido en el peor momento de su vida.

El humano ilusionado, el vampiro asustado. Qué podría salir de semejante combinación?

Por un instante los colmillos de Tamaki quisieron hacer acto de presencia y morder con verdadero deseo el labio inferior ajeno, pero si lo hacía le podría costar el momento, incontables lágrimas junto con un rechazo y demasiada sangre derramada.

Amajiki siempre había sentido frío, desde que su tiempo se había detenido exactamente; y ahora, ser atrapado por ese calor que le brindaba Mirio en todos los sentidos posibles no hacía más que hacerle olvidar todo. No estaba muy seguro sobre si los vampiros podrían experimentar placer al ser seres inmortales que lo perdían todo a partir de la conversión, mas sí sabía que los humanos sentían placer al ser mordidos por sus colmillos.

Y ahora él mismo se hallaba experimentándolo... pero de una manera errónea. Mirio se había atrevido a dejarle besos por el cuello, perderse por aquella zona y dejar una mordida que no dejó indiferente a nadie; un vampiro no sentía calor, un vampiro no sentía un corazón latir... entonces...

Por qué de pronto creía poder sentirlo?

Amajiki no quería detenerlo, quería dejarle continuar, ansiaba que recorriera lo que restaba de su cuerpo con sus labios, sin embargo recordó el secreto que se ocultaba bajo la ropa y toscamente lo detuvo; Mirio no contradijo su voluntad al sentir que era apartado débilmente por unas manos puestas sobre su pecho, haciéndose así a un lado y dándole su espacio a un aturdido vampiro.

Todo lo que era Tamaki temblaba, era como si volviera a sus días de antaño en donde era un ser humano que podía sentir ese tipo de cosas. En lo hermoso que sería enamorarse, en lo reconfortante que podía ser darle calor a la persona amada, en quererla de una forma sencilla y pura.

Y ahora, en su realidad, no era hermoso enamorarse, él podía recibir pero no dar calor, como tampoco podía quererlo de la manera inocente que deseaba. Ahora cuando sus colmillos se habían asomado gracias a su instinto asesino, tapándose la boca y pensando en cómo huir de aquella situación sin tener que lastimar a la persona amada; a quien le recordó una vez más lo que era ser un humano de carne y hueso.

Cálido.

Eternally Yours | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora