✠ Capítulo Dos ✠

764 97 5
                                    

En el mundo vampírico regían dos leyes muy importantes, ya que si bien los mortales eran precavidos con respecto a los chupasangre, éstos a su vez también debían tomar sus propias precauciones.

La primera ley, siendo no muy esencial ya que era bastante obvio que cada ser inmortal debía cumplirla obligatoriamente, era que al momento de salir a cazar, tenían prohibido dejar alguna huella, pista o indicio que significara para los humanos una ruta directa hacia su escondite.

La segunda ley, cuyos términos no dejaron indiferente a nadie, era que un vampiro tenía permitido formar una amistad con algún humano que le llamase la atención; las preferencias eran lo de menos, además de que por medio de esa manera podrían averiguar más sobre las armas que hacían peligrar sus vidas y a modo de beneficiarse podrían encontrar una ventaja para no seguir siendo vulnerables ante ellas. Sin embargo, habían impuesto tres condiciones primordiales si querían relacionarse con un mortal: debían camuflarse con el resto y no mostrarse ansiosos de sangre humana, actuar con total calma y naturalidad; y si es que el humano llegaba a descubrir su secreto, tenían dos opciones: convertirlo en un vampiro o asesinarlo.

Ninguno podía cuestionar aquellas condiciones, porque al ser ellos el objetivo a perseguir, eran más que justas y estaban dentro de lo racional; habían vampiros que se involucraron con personas vivas, pero pocos resistieron ante la tentación y acabaron destruyendo lo que según ellos se había vuelto importante en su vida.

Muchos se creían el juego, haciéndose ilusiones como un humano lo haría, arriesgándolo todo cuando tarde o temprano sus deseos naturales los traerían de vuelta a la realidad.

En un día tibio de junio, y al estar cayendo el ocaso, Tamaki se encontraba perdido en ambos lados de su raciocinio; Bakugou se había marchado hacia una misión junto a su pareja, dejándolo a él completamente a su suerte y de algún modo poniéndolo a prueba. Había transcurrido una semana desde su partida, y el azabache no tardó en mostrar una leve abstinencia que con el paso de las horas no hacía más que incrementar; cuando pensó que darse algunas vueltas por el bosque serviría como una fiable distracción, sus pies lo acabaron llevando hacia las cercanías de la ciudad, en donde el aroma de las personas entremezcladas producía una tortuosa sequedad en su garganta junto con un rugido estremecedor en su estómago.

Tragaba cada dos segundos observando a las personas transitar tranquilamente por las calles, ajenos totalmente a su presencia; era increíble que nadie notara al hambriento vampiro que los acechaba a cada uno desde la distancia.

Amajiki dirigió su diestra hasta su rostro, escuchando desde su subconsciente los gritos agonizantes de ese niño, volviendo a atormentarlo otra vez; es que acaso jamás podría escapar de él? podría volver a cazar algún día como lo hacían todos?

─Sangre... necesito sangre... ─mascullaba Tamaki, apoyándose contra un árbol y sintiendo que le costaba respirar; sus pupilas poco a poco adquirían ese color rojo intenso que anunciaba una masacre en pleno atardecer─. Por favor, ya cállate y déjame cazar de nuevo...

Los minutos fueron pasando sin que Amajiki se diera cuenta, y no supo cuánto tiempo permaneció sentado contra el árbol inerte, mirando hacia el cielo que ahora yacía oscuro y estrellado en su totalidad; maldecía silenciosamente a Katsuki por no dejarle unas reservas de su sangre como soporte ante su ausencia. Acaso le gustaba torturarlo así?

En medio de sus pensamientos resentidos hacia el ojirubí, escucha no muy a lo lejos el impacto de un cuerpo desplomándose en el suelo, y con una mirada rojiza y perdida voltea en aquella dirección; sus ojos se abrieron en sorpresa, comenzando a brillar de la emoción tras saber que su "cena" finalmente estaba servida.

Sin importar qué debía ir hasta ese individuo, inmovilizarlo y extraer hasta la última gota de su sangre; sus instintos estaban fuera de control, haciendo que sus colmillos se asomaran mientras corría directo hacia él.

Tamaki ejerció la fuerza suficiente sobre ambos brazos de aquella persona que parecía ser un adolescente, aunque al estar tan necesitado de su hasta ahora prohibido elixir, no podía distinguir demasiado bien si era joven o adulto; en si estaba vivo, muerto o inconsciente.

El azabache quería gritar ante lo seca que su garganta se hallaba, a la par en que su cuerpo llegaba a temblar de sólo imaginarse a sí mismo tragando ese delicioso líquido; los recuerdos ya no tenían la fuerza suficiente para interponerse entre su sed de sangre y el arrepentimiento de aquel día, se había contenido desde hace mucho tiempo y sentía que explotaría de lo agraciada que era la situación.

Tamaki se relamió los labios y comenzó a aproximar sus colmillos hacia el cuello ajeno, mas un gemido de dolor lo hizo detenerse apenas rozó éstos con la cálida piel del joven; solo podía enterrarlos y comenzar a beber, qué caso tendría retractarse ahora? necesitaba regresar a esos días, saciarse como el asesino que era.

─Argh... ─al escucharlo, Amajiki se levantó sin apartarse de aquel chico, y por costumbre ocultó sus colmillos e hizo desaparecer el rojo intenso en sus ojos; un inesperado giro en los acontecimientos provocó que se hiciera a un lado y lo dejase libre, exaltado.

El joven a su lado lo miró a pesar de estar herido, y aquellos ojos azules bastaron para calmar de una manera anormal el agonizante apetito del azabache, quien quedó en blanco tras conectar su mirada con la contraria. Ninguna víctima lo había detenido de ese modo hasta ahora, su bestia interior se había vuelto a dormir al encontrarse con esa mirada azulada del chico a un costado suyo.

─Me duele... ─pronunció el joven en un hilo de voz, sobresaltando a Tamaki. No esperaba que lo salvara, o sí? después de todo no era su responsabilidad─. No quiero... morir...

"Mo-Monstruo!!!"

─...Ven─Tamaki no creía lo que estaba haciendo, levantando al chico gracias a su enorme fuerza y cargándolo en su espalda; más bien, no era algo que un vampiro hiciera tras ver a alguien desvaneciéndose en el suelo─. Ven conmigo, te aseguro que no morirás.

El joven no pudo decir nada más luego de volver a caer inconsciente, y Tamaki estando seguro de que había regresado a su apariencia en la que le fuera fácil pasar desapercibido, se encaminó hacia el primer hospital que encontrase; él había nacido en esa ciudad después de todo y la conocía de pies a cabeza.

Sonrió para sus adentros al no levantar sospechas tras dejar en manos de los enfermeros al joven herido, y aunque perfectamente pudo darse la media vuelta y marcharse, una especie de presentimiento extraño le hizo quedarse allí, esperando por un completo desconocido.

"Será que así podré dejar de oírte?" se preguntó Amajiki para sí mismo, olvidando absolutamente que se hallaba en un lugar rodeado de gente viva, de sangre fresca.

En un lugar donde su hambre no despertó a causa de un chico eventualmente convaleciente.

Eternally Yours | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora