✠ Capítulo Diez ✠

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Bakugou fue testigo de la llegada de su prestigiado número dos. Su apariencia cansada y expresión derrotada le dijeron absolutamente todo, sin necesidad de pedirle explicaciones; tal vez Amajiki quisiera hablar cuando sintiera las fuerzas y el ánimo para hacerlo.

Kirishima se compadeció y le permitió a Amajiki dormir sobre su regazo, porque únicamente el pelirrojo le regalaba esa paz que ni un vampiro a excepción de él podría darle. Eijiro acariciaba gentilmente sus hebras azabache cuando lo veía llorar entre sueños, temblando ligeramente y llamando en voz baja aquel nombre.

Por ello es que desde un inicio pensó que el viaje de Tamaki había sido un total error, ya que él no estaba preparado para asumir las consecuencias de sus descubrimientos y experiencias, como tampoco podría echarse a llorar por toda una eternidad a causa de esto. Tanto él como Bakugou sabían que Amajiki no era fuerte emocionalmente hablando, ya que la fuerza física y vampírica era otro asunto completamente aparte. El azabache se había enamorado de ese joven, no había que ser adivino para saber que también le había recordado lo que era ser un humano nuevamente.

─De alguna forma supo sobrellevar los percances... ─comentó Bakugou observando las heridas en las muñecas del susodicho.

─Crees que algún día lo supere?─le preguntó Kirishima, mirando preocupado a Tamaki.

─Es un chico fuerte, sabrá salir adelante─le aseguró Katsuki con una casi imperceptible sonrisa.

─Y qué será del otro chico, el humano? cómo crees que se lo esté tomando?

─Imagino que estará igual, o peor─le dijo el ojirubí en respuesta, para luego observar detenidamente a su pareja─. Si él duerme para olvidarse de su tormento actual, no quiero imaginar de qué modo lo estará sobrellevando el humano.

─Tamaki se pondrá realmente mal si le sucede algo a ese chico─le advirtió Kirishima medio alarmado─. Está claro que ya no lo ve como a una presa, si no como la persona que ama y a la que por su propio bien tuvo que dejar; si llega a sucederle algo, nuestro pequeño también querrá morir.

─Incluso si lo intenta no se lo vamos a permitir─reafirmó Katsuki con el ceño fruncido─. Qué sugieres que hagamos? no tenemos muchas probabilidades en el mundo de los mortales.

─Deberíamos ir a ver cómo está ese joven humano, al menos para asegurarnos de que no lo echará todo por la borda y que vivirá─sugirió el pelirrojo, percatándose de que el azabache volvía a gimotear en sueños─. Con eso haremos que Tamaki pueda estar tranquilo y un poco menos... triste.

─Está bien, yo iré─decidió Bakugou, poniéndose en pie─. Tú cuida de Tamaki, yo me encargo del resto.

Kirishima asintió, y acurrucando a Amajiki entre sus brazos tras percibir que éste buscaba refugio aún estando dormido, despidió a Katsuki con una sonrisa; poco a poco lo perdió de vista, rogando internamente que no le pasara nada y que al menos, y sólo tal vez, consiguiera hablar con el humano.







En la ciudad, 22:40 p.m.

El ojirubí no estaba muy seguro por dónde buscar, y tras hacer el mismo recorrido que el azabache la primera vez, llegó a aquella zona en donde no existía gran riqueza ni lujos que pudiese sacar a destacar. Camuflado con una capucha blanca y en sus pupilas predominando un creíble color café claro, halló la residencia de su objetivo.

Y no se equivocaba. Mirio se encontraba en el patio de su casa, bebiendo alcohol a más no poder; había restos de una fogata ahora apagada, la cual el rubio miraba con una expresión vacía y tratando de encontrar en ella un por qué; por qué Tamaki lo abandonó, por qué no se quedó por más tiempo a su lado a pesar de que estuviese enfermo...

─...Siquiera vale la pena vivir?─le escuchó preguntar Bakugou, siendo el espectador de una escena igual de triste como en la que se había sumido el azabache.

Katsuki tomó cartas en el asunto en cuanto vio un afilado cuchillo dirigirse hacia el cuello del rubio, a manos mismas de éste. Amajiki no se lo perdonaría y mucho menos lo soportaría, así que por ello se cubrió el rostro lo suficiente y rápidamente actuó.

─Eres idiota o qué?!─Mirio se sobresaltó al ver que una mano ajena sostenía el cuchillo que hace unos segundos tenía entre sus manos, y que ahora era lanzado lejos de sí─. En serio Tamaki se enamoró de un cobarde como tú? maldición...

─...Quién eres?─le interrogó el rubio en un hilo de voz, ya que todo dentro suyo volvió a quebrarse tras oír ese nombre.

─Soy un familiar de Tamaki, y supe lo que ocurrió─le mintió Katsuki, mirándolo con expresión neutra─. Crees que le haría feliz saber que la persona a la cual ama se suicidó al no poder soportar su ausencia?

─De todas formas él también morirá... su enfermedad lo irá consumiendo y yo... no podré hacer nada... ─Togata rompió en llanto otra vez, perdiendo la cuenta de cuántas veces había llorado con todas sus fuerzas hasta el punto de llegar a faltarle el aire.

"Las cosas que inventas, Tamaki..." se rio Katsuki internamente, para luego retomar la conversación.

─Claro que puedes hacer algo─le dijo Bakugou con determinación─. Vivirás por él, porque eso es lo que Tamaki hubiese querido. Él se enamoró de una persona amable, fuerte, que hizo de sus días los mejores de toda su existencia, y no de un cobarde que se deja vencer ante todo.

─Necesito verlo... sabes dónde está, verdad?─Mirio se dejó caer a sus pies, entrando en una súbita desesperación─. Por favor, déjame verlo! déjame ver cómo está, decirle cuánto lo quiero, por favor! te lo ruego!

Bakugou le propinó un fuerte puñetazo en el rostro, sabiendo que eso y nada más lo controlaría y lo haría volver en sí; no tenía mucha paciencia para lidiar con cosas como éstas, aunque bueno... siempre y cuando no se tratara de Kirishima.

─Como su familiar te pido que reacciones y que vivas en su lugar. No sabes lo feliz que será Tamaki si haces lo que te digo, por él y por los momentos que vivieron juntos─y con ello Bakugou le dio la espalda y se marchó, confiando en que el rubio entraría en razón.

Y allí, solo, en completa soledad y teniendo como única compañía la oscuridad, Mirio reconsideró las palabras de Katsuki.





Un mes después...

El atardecer, como siempre, seguía llenándole de melancolía a Tamaki. No obstante, la nieve continuaba pareciéndole igual de dolorosa, reviviendo en sus recuerdos el día en que su inmortalidad pasó a segundo plano, sintiéndose humano una vez más gracias a él.

En ocasiones se preguntaba cómo estaría Mirio, qué estaría haciendo en ese preciso momento y en si aún lo recordaba en sus memorias. Lágrimas ya no habían para derramar, la sed por sangre humana seguía presentándose pero débilmente, haciendo que lo olvidara con el paso de las horas; una etapa muy bonita de su vida se había grabado para siempre en su inequívoca eternidad, algo que llevaría recordando por todos los siglos venideros, siendo él la única prueba en un futuro tan lejano que alguien como Mirio existió.

Aunque ahora no le venía muy bien pensar en ello, le hacía sonreír el recuerdo de su amado, su voz y sus sonrisas; los mimos que le daba cuando fue herido, la comida que le preparaba...

Su lado egoísta se había equivocado tanto... haciéndole sentir como una mierda a veces. Bakugou le había hecho saber de su visita y de la petición que le había hecho a Mirio; para ese entonces Amajiki lloró a mares agradeciéndole a su superior por el bonito gesto.

Quizás ahora Tamaki comenzaba a creer en las personas "destinadas", que tal vez no fueran solo palabrerías absurdas y que todo lo dicho y sabido fuese real; que un sentimiento tan fuerte los siguiera uniendo... algo que nada ni nadie rompería.

Y se daría cuenta de ello tarde o temprano, cuando la venganza de los humanos le hiciera ver el verdadero aprecio que un vampiro le puede tener a uno de ellos... cuando sin querer desearlo, les obligara a comenzar desde cero.

Eternally Yours | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora