✠ Capítulo Nueve ✠

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─Necesito que me des... un momento... ─Amajiki no esperó aprobación y como pudo encontró el cuarto de baño, encerrándose allí y vislumbrando en el espejo los colmillos que por "accidente" habían aparecido.

Sus manos temblaban sobre el lavamanos, sin tener idea de lo que podría hacer para conseguir que éstos desaparecieran; para su desgracia había dejado el estuche escondido entre su ropa, y sólo aquellos frascos podían ahorrarle pasar un mal rato. Por ahora salir no era opción, así que Tamaki recurrió a lo único que creyó viable ante semejante inconveniente.

Con todas sus fuerzas se mordió la muñeca derecha, haciendo de inmediato que unas líneas de sangre brotasen desde ésta; sentía una mínima sensación de dolor, mas no sentía que su sed desvaneciera. Continuó desgarrándose la piel en busca de auxilio, pidiéndole ayuda a su propio cuerpo tras saberse llenado con la sangre de Bakugou, sin embargo no recibió los efectos esperados; al contrario de creer que serviría, le fue por desgracia contraproducente.

Perdió más sangre de la que necesitaba, y no tuvo más remedio que salir del cuarto de baño, asumiendo desde ya que recibiría un montón de interrogantes sobre las heridas abiertas en sus muñecas y antebrazos; lamentablemente ahora ya no había tiempo para eso.

─...Tamaki?─Mirio no supo qué pensar al ver unas horribles heridas en ambas muñecas y el antebrazo derecho del azabache sobresalir a cierta distancia, pasando por alto de momento que éste buscaba algo entre sus pertenencias desesperado y con su diestra tapándose la boca─. Qué... qué fue lo que te hiciste?

─Ahora no, Mirio─Tamaki halló lo que buscaba y le dio prontamente la espalda, dejándole recién en ese instante la duda acerca de qué era o qué llevaba dentro de ese estuche.

Antes de poder detenerlo el azabache ya se había encerrado nuevamente, mientras que al otro lado de la puerta Amajiki se tomaba dos botellas de sangre "real" que poco a poco fueron surtiendo su efecto, el cual significó la salvación del vampiro. Ahora sólo le quedaba un problema... si las heridas se las provocaba uno mismo, tardarían el mismo tiempo de recuperación que les toma a los seres humanos, así que había sido bien inteligente al lastimarse tras estar desesperado.

Salió del baño encontrándose con el rubio esperándolo afuera y de brazos cruzados; bien, tendría dos cosas que explicar: el por qué de sus heridas y el contenido del estuche.

─Sería mucho pedir que no hicieras preguntas y que pasaras todo esto por alto?─le expresó Tamaki, haciendo a un lado la indiferencia.

─No pidas imposibles─le respondió Mirio con voz seria, sin dejar margen siquiera a discusión.

Amajiki guardó el estuche en un abrir y cerrar de ojos, para luego sentarse sobre la cama. Sintió la potente mirada del rubio sobre su cuerpo, y cuando menos lo esperó, éste ya se había sentado a su lado para levantar sus mangas y ver el desastre que se había ocasionado en la piel.

─...En qué estabas pensando?─le preguntó Mirio suavizando su tono de voz─. No entiendo... por qué lo hiciste? fue por lo de antes?

─No, claro que no!─Amajiki empezaba a cansarse de tantas preguntas, de tener que inventar más excusas creíbles, de sentirse tan bien en un mundo en el que no pertenecía.

─Además, qué guardas en ese estuche?

─Mirio, yo... ─"con eso bastará" dedujo Amajiki, hastiado y a la vez agradecido con el rubio─. Lo que guardo ahí son mis medicamentos, yo... estoy enfermo.

─Enfermo...?─Togata no lo podía creer, ahora sí que no entendía nada─. Cómo que enfermo?

─Mi enfermedad no tiene cura, hace años que la llevo arrastrando conmigo─y es que en parte no mentía, porque a su juicio bien podría considerarse una enfermedad lo que hacía─. Jamás podré deshacerme de ella, es incurable... por ahora sólo me queda contrarrestarla.

─No puede ser... ─las lágrimas no se hicieron esperar, y sin control comenzaron a bajar por las mejillas de Mirio; por inercia abrazó al azabache, sin querer soltarle por miedo a que se esfumara de su lado─. No es cierto... tú no puedes estar enfermo... alguien como tú...

─Es como dijiste─Tamaki sonrió por segunda vez con honestidad, acompañando a sus lágrimas tras pasar los segundos─. Alguien como yo... siquiera puede existir.

─Yo... no quiero perderte, Tamaki─despacio Mirio acariciaba el sedoso cabello del otro, mientras aún lo mantenía refugiado en un abrazo─. No puedes irte cuando apenas te encontré... no puedes dejarme solo, yo... no quiero estar sin ti...

Amajiki no añadió nada más a ello, simplemente se dejó hacer en aquel abrazo, escuchando los llantos del rubio sobre su hombro y diciéndole miles de veces que no quería que se fuera, que lo necesitaba tanto a su lado...

Tras la llegada del ocaso, el azabache dejó durmiendo a Mirio sobre la cama, ya que a causa de tanto llorar acabó cayendo rendido; y eso estaba bien, de otro modo no hubiera podido despedirse para regresar a donde realmente pertenecía.

─Fuiste lo mejor que un vampiro como yo pudo tener... ─le susurró Tamaki al oído, dándole un suave beso en la mejilla derecha y brindándole una última caricia a su cabello rubio igual de brillante como el sol; ahora que lo consideraba de esa forma, Mirio había sido una especie de sol en su fría y lúgubre vida.

Un sol que amenazaba con matarlo tarde o temprano.

Para cuando el alba hubo llegado, Mirio se encontró solo en su cama, con un vacío cruel en su estancia y una lágrima cayendo en las sábanas.


Para cuando el alba hubo llegado, Mirio se encontró solo en su cama, con un vacío cruel en su estancia y una lágrima cayendo en las sábanas

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Eternally Yours | MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora