INTRODUCCIÓN

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—Ben… —lo llamó en la oscuridad; más él no contestó y Lyla, llena de terror se decidió a caminar hacia la puerta.

Sus blancos y menudos pies carentes de calzado no emitieron ruido alguno sobre el suelo de piedras desnudas. Lejos, sobre la línea del horizonte se encontraba ese resplandor rojizo que había visto en otros sueños y le incomodaba, pero… ¿era esto, otro sueño? Y si lo era, ¿por qué se sentía tan real?

—Ben… —pronunció de nuevo; pero esta vez haciendo un esfuerzo por acallar ese grito de pánico que se había abierto camino a través del temor. Mil imágenes rondaban su cabeza, cada una más inquietante que la que le precedía.

En la oscuridad sus sentidos se agudizaron y varios aromas atacaron su nariz; percibía el olor penetrante de la resina supurada por las maderas preciosas de las paredes; el hedor asqueroso y algo dulzón del viejo arroyo que cruzaba la villa, el cual no importaba por cuánto tiempo se percibiera… uno simplemente nunca llegaba a acostumbrarse.

Con manos sudorosas se frotó las sienes, las pulsaciones de su sangre se habían vuelto dolorosas. Parecía haber olvidado dónde estaba, aunque el resplandor del horizonte que atravesaba las cortinas, no hacía más que recordárselo.

Intentando dominarse buscó un cigarrillo en la cajetilla que llevaba en el bolsillo de sus vaqueros y se sorprendió al encontrarse con una tela suave y ligera en lugar de la áspera y gruesa mezclilla.

—Benjamin —chilló ahora con voz audible; como la de una niña que despierta sola después de haber tenido una pesadilla y se descubre a mitad de una tormenta eléctrica.

Un cuervo batió sus alas no lejos de la ventana y el sonido la sobresaltó arrancándole un juramento.

El ligero camisón se ostentaba pegado a su cuerpo, empapado de transpiración fría… ya solo tres pasos la separaban de la puerta y justo en ese momento, otro aroma llegó a su nariz… ella se detuvo haciendo un recuento.

—Olor a madera —se dijo en voz baja, pues descubrió que el sonido de su propia voz era un tenue remedio contra el terror—, de las paredes, el tufo del agua estancada del riachuelo… ¿qué es ese aroma?

La esencia era como un leve rumor; fragante, floral, delicioso y al tiempo discreto. Era hasta cierto punto conocido; era…

Sus ojos se abrieron de pronto.

<<Pánico…>>

— ¿Benjamin?

Su pregunta fue respondida por un sonido largo e inarticulado, evocándole los lamentos de las personas mudas. Ese gemido casi funesto emanó de la oscuridad asfixiante que la rodeaba.

Con el corazón pugnando por escapar de su pecho, retrocedió a tientas hasta que sus piernas encontraron el borde de la cama y cayó sobre ella envuelta en un susurro de sedas y encajes; seguido de un ruido arrastrado y entonces, una silueta se interpuso entre ella y el resplandor que se colaba a través de las cortinas; estas se abrieron de pronto y Lyla Anders vio…

La Criada Silenciosa. [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora