Capítulo VIII

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Cuando encuentras al amor de tu vida, nos quieres dejarlo ir, así es.

Tenia un problema no quería ver morir a mi esposo, haría todo lo que estaría a mi alcance, así endurezca a los dioses.

Los elfos somos seres de gran luz, obedientes a nuestros creadores.

Al tener un amarga despedida con Lord Elrond y mi hermana; he tomado una decisión.

Camine fuera de las fronteras de Rivendel; deje mi caballo por seguridad, en la noche un gran grupo de soldados no volvieron, muchos decían que habían sido emboscados por orcos, por eso me interné sola en el bosque; los iba a cazar.

Corrí entre los árboles, llevaba mi arco y flechas conmigo; junto con una espada de hierro sólido.

Pase una cascada separando sus aguas, a veces abusada de ciertas habilidades, corría más fuerte siguiendo el paso del enemigo.

Sentía su presencia a millas, pero iba a encontrarlos.

De repente caí en una gran trampa, entre varias hojas.

Un repentino sueño azotó mis pensamientos.

- No puedes dormir Aranna, aún no has cumplido tu misión - escuche una voz extraña.

Estaba en un verde prado solitario, vi varios elfos cantando a lo lejos, será que es un sueño.

- Aranna - una mano se asentó en mi hombro, avancé pero miré a Mithrandir; negó varias veces el está en Valinor; como puedo verlo.

- ¿Cómo puedo verte?- una mirada de tristeza de forma en su rostro.

- Pequeña estás en un sueño, necesito que cumplas tu misión los Valar te dieron habilidades por ese motivo- acaricio su rostro suavemente.

- No puedo, no quiero dejar a mi familia- negué varias veces.- Mi madre lo sabe, es para que ella pueda regresar aquí, a Valinor - pregunte.

- No, ella no lo sabe aún, pero se encontrarán aquí- suspiré al pensar en Thranduil.

- Me desvié de la misión- explique tomando su mano dirigiendola a mi plano vientre.

- Niña, será más difícil para ti aún falta unos años para que abandones la tierra media.- asentí, iba a reprochar cuando desperté de golpe.

La noche había caído, y de seguro perdi a los orcos, me levanté y corrí en la dirección correcta para encontrarme con ellos.

Subi a un árbol esperando que pasen por el sendero, era un pequeño grupo unos treinta tal vez, tenia que eliminarlos.

Tiré una piedra a uno haciendo que golpee a su compañero de fila, reí al ver lo torpes que eran.

De repente salté al frente de ellos, saqué dos dagas y corte sus yugulares.

- Ataquen a esa elfo - grito uno de ellos en su infernal idioma, saque mi espada y corte su cabeza.

Senti un pequeño corte en mi brazo, pero respondí cortando su brazo.

Agarre mi arco y dispare; tenia a más de la mitad en el suelo, perseguí a algunos y salvé a tres hobbits que serían su cena más tarde.

- Preciosa Dama, estamos agradecidos con usted- habló el más pequeño, besando mi mano.

- Tienen que huir es muy peligrosos este bosque, los acompañaré a la salida - hice una antorcha; sople levemente y se incendió; los hobbits se quedaron atónitos.

- Cuál es su nombre, bella dama - preguntó el más inteligente de los tres.

- Aranna, Dama de Lothlórien- dije guiandolos por el frondoso bosque.

Al llegar a la salida, un gran caballo blanco apareció entre el bosque.

- El los llevará a casa, suban - dije al ver su pequeña estatura y ver que ninguno sabia cabalgar, los ayude a subir.

- No podemos, nos caeremos, su majestad - replicó uno.

- Vayan, esto depende de su vida y creo que tienen que apreciarla - el caballo arrancó haciendo que se sujetarán fuertemente.

Seguí mi camino hasta el bosque verde, solo esperaba que Thranduil este bien y llegase vivo de su misión.

Las grandes puertas del palacio se abrieron, con temor caminé dentro, los guardias hicieron una reverencia al verme llegar.

- Su majestad, el rey la espera en el salón principal - saludó uno de los guardias.

Ahora que la noticia se había esparcido; todos sabían que eran la hija de los señores de Lothlórien.

Camine entro los pasillos, tenia la atención de todos los elfos puesto en mi osado pasó.

- Majestad, solicito mi presencia- hice una pequeña reverencia al ver su rostro lleno de satisfacción.

- Querida Aranna, no tienes que demostrarme obediencia, tu eres la prestigiosa dama de Lothlórien, hija de Lady Galadriel y Lord Celeborn, espero aceptes las más gratas disculpas por mi actitud; mi hijo tomó la mejor decisión al volverte su esposa- acepte un fuerte abrazo por parte del rey Oropher.

- ¿ Dónde está mi amado esposo?- suspiré con anhelo.

- Tienes que ver con tus propios ojos, al parecer algunas cosas no salieron como lo planeaste- un frío recorrió por todo mi cuerpo al ver su mirada vacía.

Corrí a su habitación con desesperación, no podía estar pasando esto, este no era su destino; había visto todo y esto no era parte de mis visiones.

Estaba recostado en su cama; recuperándose de alguna herida que sanaba a paso lento.

Al acercarme noté el largo sueño que atraviesa, deposite un beso en su mejilla, y comence a curar sus heridas, había sido atacado por un dragón.

Las montañas nubladas ocultan millones de criaturas malignas; pero los dragones son sus hábiles guardianes dueños de las montañas, silencioso y mortíferos.

- ¿ Cómo puedes hacer eso ? - la voz del rey, hizo que parara aquel rito que llevaba acabo.

- Es magia- sonrei - Los valar me favorecen con algunos dones.- explique.

- Eres una caja de sorpresas Aranna- termine de curarlo.

Iba a ponerme de pie cuando sentí una fuerte fuerza caer sobre mi vientre; una que hizo que dejara de respirar por unos segundos.

El rey y algunas doncellas entraron en pánico al verme en ese estado; después todo se tornó oscuro a mi alrededor.

Sentí temor, no podía perder a mis bebés, no ahora.



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Con amor para mis criaturas preciosas de la tierra media.

Un Gran SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora