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-Entiende Nicolás,no puedes quedarte en casa. Tienes que ir a la escuela. -hablaba su madre con el ceño fruncido-

-Madre,pero yo no quiero ir. Ya sé todo lo que nos están enseñando. No tiene caso que vaya. -dijo el pequeño Nicolás de seis años de edad,con sus bracitos cruzados,el ceño fruncido y alzando el mentón hacia su madre- Dame una buena razón para ir a escuchar a esa tonta maestra e ir a clases.

-Nicolás,entiende. Tienes seis años,cariño, tienes que ir a la escuela. Los niños de tu edad van a la escuela también. Mira cariño, -hablo la mujer agachándose a la altura de su hijo,lo tomó de los hombros e intento hacer su mejor sonrisa- sé que no eres como los otros niños,lo entiendo,pero tienes que ir. Tienes que tratar de estar en su mundo,si no quieres,no hables con ellos,no te hagas amigos de ellos,no es necesario. Pero necesito que vayas a la escuela, Nicolás. Sabes cómo es tu padre, cariño. -el pequeño niño rueda los ojos y suspira- Ahora vamos a la escuela,se nos hará tarde. -la mujer toma el pequeño almuerzo de su hijo y se lo da a éste-

-No quiero que me pasen a buscar,puedo regresar a casa solo. -su voz era cargada de enojo,demasiado clara y precisa,el tono y modo de hablar de alguien no digno de seis pequeños años. Su madre suspiro de nuevo,y asintió-

Los meses habían pasado. Tal y como había hablado con su madre,el pequeño Nicolás asistía a la escuela todos los días,de lunes a viernes. Y así como iba,todas las tardes regresaba solo a casa.
Nicolás era el niño más callado de toda la escuela. No hablaba con nadie que no fueran los profesores,y aún con éstos,sus palabras no pasaban de más de cinco oraciones.
Sus notas eran divinas,excelentes.
Su rostro aniñado acompañado de cara sería. Un niño que nunca sonreía. Su piel tan blanca como la nieve. A simple vista,una hermosura,suave como el algodón o la suave piel de un lindo bebé.
Su rostro lleno de lindas pecas. Pestañas tupidas,al igual que las cejas de un color negro azabache. Labios gruesos y rosados,estos acompañados de un lunar, justo al borde del labio inferior. Cabello negro azabache bien peinado,cortado perfectamente.
Rasgos como estos eran los que hacían a más de un profesor y estudiante,estar fascinados con el pequeño Nicolás.

-Nicolás,vamos. Te voy a enseñar a jugar baloncesto. -hablo muy animado el hombre hacía su hijo,quién leía un libro sobre el cuerpo humano- Ven,vamos. Deja ese libro a un lado y ven a jugar. -el niño cerró su libro con cansancio y camino hacia su padre-

-Padre,no me gusta el baloncesto. No soy bueno jugandolo -dijo con el ceño fruncido,como habitualmente hacía,pareciendo más bien,un lindo puchero,gracias a su lindo rostro y pequeño cuerpo-

-No te pregunte Nicolás,y a penas tienes seis años,puedes aprender. -exclamo el hombre enojado con su extraño hijo,como él decía-

El pequeño Nicolás,ya no era tan pequeño. Ahora con sus diez años de edad,eran tan o más independiente o "extraño" como varios lo habían catalogado.
Y no se equivoquen, porque el pequeño había intentado tener amigos,claro que lo había intentado,pero.... ¿Cómo ser amigo de unos niños a los cuales solo les interesaba jugar,llenarse de lodo, correr de un lado a otro y jugar a la pelota? Esos no eran sus intereses,y menos cuando aquellos lo llamaban "rarito" por su peculiar tono de piel,su extraño interés por los libros y su forma tan seria y callada de ser. Simplemente no le interesaba ya, tener amistades.
Y es qué,a pesar de todo,de ser tan callado y no tener amigos,el odio hacia su pequeña persona,era inevitable.
Todo por sus buenas notas,su increíble paciencia y su indudable capacidad para los deportes. Era el niño perfecto.
Y un niño perfecto,que no hablaba con nadie y se la pasaba metido en los libros.... Nadie lo quería. Aunque....no era que el azabache tuviera mucho interés en lo que decían sus compañeros o ser admitido en un grupo de amistad.

One Strange Boy For MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora