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Camino a su casa el pequeño y adorable Sam no paraba de llorar y pensar. ¿Qué tenía que hacer para que su mayor se fijara en él? Creía que lo de ayer si iba a poder recordarlo, pero que equivocado estaba....

En su mente no paraba de preguntarse si había hecho algo malo con él, ¿por qué el mayor no era capaz de sentir por él, lo mismo que sentía él? Entendía que su personalidad a veces no era la mejor para el azabache, puesto que eran tan diferentes en su forma de ser. Mientras que el pequeño rubiecito era parlanchín, con una sonrisa siempre adornando su cara, el azabache era callado,serio y retraído.
Mientras que uno desbordaba alegría innata, el otro era completa oscuridad.
Sam era perfectamente representado por colores como el rosa, amarillo y el blanco. Un rosa que inspira ilusión, ensueño, infancia, ternura, delicadeza, cortesía, erotismo, dulzura, encanto. Un amarillo da optimismo, hospitalidad, tranquilidad, creatividad, atemporalidad*. El blanco representa la pureza, la inocencia.....la bondad.
Y Nicolás era un rotundo negro. Mal, peligro, misterio....sexual. Pero así como podía ser un negro, para el menor también era un hermoso azul. Fuerza, frescura, calma, serenidad, confianza, inteligencia, eran características que el de mejillas regordetas encontraba en el azabache.

El rubiecito solo quería existir para el azabache.... Quería ser un hombre para él,no solo un simple niñato que lo acompañaba todo el tiempo.

Al día siguiente Sam se despertó con una idea en mente.... Enviarle indirectas (muy directas) al azabache.
Tomo un desayuno rápido, que consistía en una manzana y una botella de jugo de naranja y salió corriendo a la motocicleta que esperaba por él en la acera de enfrente.
Con una sonrisa en rostro beso la mejilla del conductor y se subió en ella.

—Buenos días, enano —dijo con una sonrisa adornando su rostro y comenzando a conducir—

Buenos días, grandulón —le respondió un rubio con las mejillas rosas y una sonrisa adornando sus regordetes labios—

—¿Crees qué el profesor Grey nos deje hacer el proyecto juntos? —hablo de nuevo antes de estacionar la motocicleta a un lado, bajar y ponerle una cadena de seguridad a su amada moto—

—Sinceramente, no estoy seguro. Sabes que es muy exigente, aparte de que últimamente a estado gruñón por el nacimiento de su hijo e imagino que no ha podido dormir bien. —Solto una pequeña risita y se adentro al establecimiento llamado universidad— ¿Vas a ir a entrenar después de la escuela? Podemos ir a tomar un helado... —mordió su labio inferior y miro a su acompañante con ojos brillosos—

—No lo sé, realmente me gusta entrenar, pero hoy a llegado alguien que realmente me jode los huevos y preferiría no ir. Aparte de que probablemente tengamos mucha tarea y tú necesitas hacerla. —hablo serio y por último hizo una mueca tratando de no sonreírle al más bajo— Iremos por ese helado y luego iremos a casa a hacer los deberes, señor Perkins. Pero ahora necesito ir a mi clase, Sam. Te espero en la cafetería. —apenas y termino de hablar y ya se alejaba por el lado contrario a dónde iba a el rubio—

Sam realmente odiaba la universidad. Era una completa mierda. Demasiados trabajos, exámenes, tareas, ensayos y cosas que aprenderse.
Salió de su clase de psicología, gestos y ademanes, con miles de apuntes en su gran libreta, papeles revueltos y un sin fin de tareas, aparte de un proyecto. Y él ya tenía en mente a quien utilizaría para ese proyecto.

Todo y dejo varias cosas de su casillero y fue a la cafetería, donde lo esperaba su guapo azabache.
Una sonrisa adorno su adorable rostro cuando lo diviso de espaldas. Se acercó corriendo y se sentó a su lado, viendo así, que su mayor había tomado la molestia de tener también su comida ahí.
Abrió la boca para agradecer, pero fue interrumpido por el celular sonando de Nicolás.

—¿Si?....—se escucho un murmullo del otro lado de la línea que Sam no pudo entender— ¡Mierda! Mira, dile a Jacobo que se deje de estupideces, en un rato más estoy allá...—de nuevo se escuchó como la otra parte contestaba y como las venas del cuello de Nicolás sobresalía— Si,si, como digas Ross. —y sin más,cortó la llamada— Lo siento tanto Sam, no podré ir contigo por el helado. Una situación se ha presentado y necesito ir ahí. —dijo recogiendo sus cosas poco a poco—

—¿Ni siquiera te quedarás a las demás clases? —pregunto con la mirada baja y un hilo de voz, estaba decepcionado de no poder salir con el mayor— Tenemos la clase del señor Grey justo ahora, Nicolás. —por fin lo miró y el azabache sólo mordió su labio nervioso y negó—

—Lo siento, en serio necesito irme. —se fue corriendo, dejando a un pequeño rubio sin apetito y con lagrimitas rodando por sus abultadas y rojizas mejillas—

Tomo sus cosas, sin importarle el dejar la comida a un lado. Luego lo pensó mejor, Nicolás había comprado eso para él. Así que metió lo que puso en su mochila y salió rumbo a la clase del profesor Grey.
Ahora tendría que lidiar solo con el profesor para que le tocará hacer el trabajo junto a Nicolás.

Sam solo esperaba una llamada de parte del más alto, pero paso el horario de clases y esa llamada nunca llevo, pasó la hora de comer y tampoco llegó. Ya cansado, Sam recoje sus cosas y decide ir a ver si su "amigo" se encontraba entrenado, o al menos en ese lugar.
Toma sus llaves y toma el primer autobús que pasa por ahí, rumbo al estacionamiento deportivo e ilegal.

Se abre paso entre la gente que se encuentra ahí y es cuando lo ve.
Nicolás estaba ahí, claro que sí. Pero no estaba solo, estaba acompañado de dos chicos y una chica. Demasiado atractivos los tres, tenía que admitirlo.

Uno de los chicos era alto, un poco menos que Nicolás, unos diez centímetros,delgado pero no en exceso, lleno de tatuajes. Ropa deportiva, cabello rubio ceniza, piercing en una ceja y en la nariz. Nariz perfilada, labios delgados y ojos de un tono esmeralda hermoso. Una belleza nata.
Su acompañante, un chico unos 3 centímetros más bajo que el rubio, era delgado, cabello castaño, labios pronunciados, pestañas largas, con unos pequeños tatuajes y un pequeño piercing en el labio, junto con varios en las orejas. Ojos tan claros como el mar. Era realmente lindo. Y se sintió celoso, porque aquel castaño le estaba sonriendo de una manera algo coqueta a SU azabache.
La chica era curvilínea, un cuerpo esbelto pero con todo en su lugar. Era pelirroja, labios delgados y rosados, pestañas largas y volteadas, ojos azules cuál cielo y una sonrisa brillante. Unos pequeños tatuajes adornaban su cintura expuesta gracias al top deportivo que llevaba y otros cuantos en las muñecas.

Se acercó un poco más, lo suficiente para escuchar un poco más claro de que hablaban esos cuatro.

—Jacobo, estoy es en serio, quiero que te vayas. Es muy riesgoso justo ahora. —se escuchaba un poco enojado su mayor— Yo no tengo ni el tiempo, ni lugar para tenerte. Menos a Liam. Escucha, sé que te debo un favor, pero realmente no puedo.

—¿Se puede saber por qué no? Vamos Nicolás, solo serán unas semanas, no es para tanto —hablo el castaño y ya Sam sentía saltar la vena en su frente—

—Liam, por favor, comportarte. —le recriminó la pelirroja e internamente Sam le agradeció—

—Nicolás, sé que es difícil, pero es el único lugar donde podemos estar. Prometo solo eran dos semanas. No vuelvo a molestarte amigo. —sonrio aquel rubio— Por favor....

—Bien, pero no quiero que se anden paseando como si nada dentro de mi casa. Tengo a alguien y a veces pasamos la mayoría del tiempo ahí,no quiero que los vea. —se cruzo de brazos y la pelirroja solo rodó los ojos—

—Bien, ya que se arreglaron, le diré a Ross que puede estar tranquilo. —su tono era fastidiado, era evidente desde que rodó los ojos que estaba fastidiada—

Sam por fin se acercó y abrazo por detrás al azabache, quién dio un pequeño brinco que lo hizo reírse.

—Sam, mierda, ¿Qué haces aquí? —parecia preocupado y volteó a ver dónde anteriormente se habían ido el trío—

—Esperaba que llamaras, pero no lo hiciste, así que vine a verte guapo —beso su mejilla dando un saltito—

No es buen momento Sam. —le dio la espalda y fue por el mismo pasillo donde se habían ido los demás, quiso seguirlo, pero solo se dio media vuelta y fue a su casa hecho un mar de lágrimas—

One Strange Boy For MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora