CAPITULO VIII

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― Entonces se irán mañana a Corea ― soltó mi abuelo.

― Así es abuelo ― contestó mi prima ―Acompañaré a Itzel por lo menos este fin de semana de su estancia.

― A mi se me hace innecesario. No creo que se pierda. ― dijo mi tía Sharon. La fulminé con la mirada.

― Pero ya te dije mamá que voy a una fiesta que me invitaron; e Itzel me acompañará. ― Dijo desesperada ya que es como la décima vez que lo repite.

― Tú me dijiste que la invitación también era para Agustín.

― Si no tuve viaje de Luna de miel porque prefirió su gira, pues que se quede hacer su gira y yo me llevaré a Itzel para que me acompañe.― y su madre quedó boca abierta. Lo que restó de la cena no dijeron más y después preparé mis maletas para mañana.

¡Por fin iré a Corea!

***

Salí de la habitación con mis tres maletas en mano y bajé complicadamente las escaleras. Mi familia ya nos esperaba en el loving para despedirse. Abracé fuertemente a mis abuelos que me trataron muy bien mientras estuve aquí, de mis tías solo con un beso con hipocresía, de los pocos primos que quedaban también, y finalmente mis padres. Me dijeron el mismo discurso que siempre y yo solo asentía sin tomarle importancia a lo que decían.

Subimos las maletas en la cajuela y nos subimos al auto. Esta nerviosa, muy nerviosa; pero al parecer alguien estaba más.

Llegamos al aeropuerto y bajamos las cosas. Entramos al estante que nos correspondía y abordamos el avión. Me senté en la ventanilla de nuevo y observé la pista.

― ¿Nerviosa? ― me preguntó.

― Como no lo voy a estar. ― sonreí.

― Me imagino ― respondió a mi sonrisa― Ponte cómoda que este viaje es largo. ― se acomodó en su asiento y se recargó.

Hice lo mismo y coloqué mis auriculares en mis oídos para escuchar mi música. Poco a poco el cansancio me ganó y quedé dormida en el resto del viaje.

***

― Itzel ― me hablaron ― ¡Itzel! ¡Despierta! ― Malhumorada, abrí los ojos para ver a mi prima que estaba a centímetros de mi rostro con una sonrisa divertida ― Asómate por la ventana. ― obedecí.

Ver la ciudad de Seúl por la noche, era el paisaje más hermoso que he visto. Juro que mi corazón se paralizó por segundos y mi respiración era acelerada. Cuanto tiempo he soñado con llegar a Corea y visitar esquina por esquina la capital; ir al famoso río Han, sus tiendas comerciales y más.

Bajando del avión, caminamos una eternidad de cuadras para llegar al hotel. Lo primero que hice al llegar al cuarto fue acostarme en la cama y cerrar mis ojos.

― ¿Te cansaste de solo caminar unas cuadras? ― dijo mi prima burlándose de mi.

― ¡Por supuesto que si! ¡Como tu no ibas con tres maletas cargando! ― dije molesta. Lo único que hizo fue reír.

― Pues prepárate mentalmente para mañana, porque no dejaremos de caminar todo el día― me levanté rápidamente de la cama para verla ― Vamos a turistear en Seúl. No pensabas pasarte todo el día aquí, ¿verdad?― bufé lo más fuerte que pude y me acosté de nuevo.

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