Mientras lo masturba

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Narrador omnisciente:

El lindo azabache movía las caderas de un lado a otro, disfrutando de tener la atenta mirada del rubio sobre sus posaderas. Mas las esmeraldas no solo se mantenían en las finas facciones del que bien podría ser un modelo profesional; sino que ya habían descendido hasta cierta zona del pantalón, que cada vez despertaba más y más, algo bastante natural y de esperarse, teniendo en cuenta el tipo de baile del que era testigo el oji-zafiro.

– Yuu-chan, no entiendo por qué buscas provocarme tanto –se quejó el mayor, tratando de acomodarse en una posición en que la molestia de sus pantalones no fuera tan... dolorosa.

– No busco provocarte –respondió el de cabellos negros, ocultando la media sonrisa de su rostro– tan solo estoy bailando... Eso es algo que cualquier persona normal hace cuando está feliz, ¿no?

– ¿Desnudo? –la burla era notoria, pero también lo era la lujuria– ¿Y justo frente a tu novio?

– Prometido –corrigió el más joven.

– Tienes razón –concedió el de piel pálida al ponerse en pie– prometido. Pero eso no quita lo pervertido del hecho, Yuu-chan.

Lo que el moreno no esperaba, es que su, prometido, llegara a su lado en menos de tres pasos; pero así fue. Ahora mismo lo estaba abrazando por la espalda, pegándole de una manera muy indiscreta el bulto de sus pantalones.

– Si no te conociera, diría que es tu rodilla –logró hablar Yuuichirou, después de haber tragado en seco, para reprimir un jadeo.

– Que bueno que me conozcas –susurró Mikaela con una risa ronca antes de darle una rápida lamida en el hombro a su querido Yuu-chan– ¿Por qué dejaste de bailar? Creí que estabas feliz, Yuu-chan...

El de ojos verdes, conocía muy bien al que alguna vez fue su mejor amigo y ahora amante; como para no darse cuenta del juego que este estaba iniciando, pero de igual modo, se conocía demasiado bien a sí mismo, como para estar en lo correcto, al saber que era demasiado orgulloso como para dejar pasar un reto como ese.

– Y vaya que lo estoy –río con levedad, nuevamente dando inicio a su seductor movimiento de caderas, solo que esta vez sin despegarse de su amado– ¿Así te parece bien, Mika?

El rubio sintió cómo se le erizaba todo el cuerpo al escuchar la manera tan sensual y provocativa en la que su pareja había pronunciado su nombre.

– ¿Por qué no me sigues bailando en la habitación, cariño? –más que parecer una pregunta, era prácticamente una orden.

Una orden de un lobo que estaba a minutos de disfrutar a su presa.

El Ichinose no dijo nada y simplemente se encaminó a la habitación, meneando sus caderas, como si se encontrara en una pasarela, algo que sin duda no fue pasado por alto ante los atentos zafiros, que no se despegaban de su cuerpo.

– ¿Y ent-...? –el menor se vio imposibilitado de hablar, porque tan solo al girarse para encarar a Mikaela, este ya había posado sus labios sobre los suyos, robándole el aliento, hasta dejarlo jadeante y con las piernas temblorosas.

Dos besos más y ahora ambos estaban en la cama besándose de manera apasionada; el de cabellos negros mostraba toda su piel acanelada, sin ningún trozo de tela que le cubriera; el rubio en cambio, tan solo contaba con sus boxers, pero eso es lo de menos, pues dicha prenda desapareció en menos de un minuto.

Los amantes comenzaron a degustar del tacto del otro, de la calidez de las caricias de su pareja, de lo apasionados que podían ser los besos y lo embriagante que era ceder ante sus deseos más impuros e inmorales.

– Mika, métela ya... –suspiraba el moreno abriendo sus piernas al máximo, esperando impaciente a su pareja, que no tenía la más mínima intención de dejar que los minutos pasaran en vano.

La punta del miembro, levemente humedecida por el pre-semen, se introdujo en el rosado orificio del de menor estatura, con suma lentitud, gozoso de la sensación que le proporcionaba aquella pequeña entrada que se apretaba a su alrededor.

Una vez ya estuvo completamente dentro, comenzó con suaves movimientos, que después se hicieron más rápidos y continuos; hasta que toda la habitación se llenó de gemidos y jadeos.

Algunos se preguntarán ¿Y los vecinos? Pero a la ferviente pareja, poco les iba a importar si les escuchaban; ahora tan solo podían concretarse en lo bien que les podía hacer sentir el otro.

Pronto, Yuuichirou se vio cerca del orgasmo, avisándole a su pareja sobre esto, entre gemidos, a lo que este rápidamente llevó su mano derecha, que estaba libre (pues con la izquierda mantenía un tierno agarre con su prometido, entrelazando sus dedos), para comenzar a masturbarle, moviendo su mano con agilidad y gentileza de arriba abajo.

– M-Mika... E-eso no... –quiso quejarse el azabache, pero la sensación era realmente placentera ¿Cómo podría negarse ante tal placer?

– Shh, tan solo disfruta, cariño –se limitó a responder el rubio antes de comenzar a dejar leves mordidas por sus hombros y luego, notorios chupetones en su cuello y tórax, deleitándose con los gemidos con su nombre, que prácticamente le arrancaba a su amado, entre tantas atenciones.

– Mika, Mika, Mika –le llamó repetidas veces el de ojos esmeraldas, antes de liberar su esencia sobre su abdomen y parte de las sábanas.

Las embestidas aceleraron su ritmo, haciendo que Yuuichirou, a pesar de haber terminado hace un par de segundos, retomara su orgasmo, manchando nuevamente su abdomen y el del contrario; mas esta vez, su rubio llegó al final junto con él, corriéndose en su interior.

A ƒ r σ ∂ ι ѕ ι α c σ  「30 Díαѕ мιĸαуυυ」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora