Sudoroso y caliente

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Narrador Yuuichirou:

Entro a los vestidores del gimnasio cargando mi mochila al hombro y al encontrarme con que el lugar está completamente vacío, suelto un largo suspiro de satisfacción. Una de las ventajas de venir a entrenar en la noche, hay muy pocos socios que te estén estorbando.

Despreocupado comienzo a desvestirme para poder dirigirme a las duchas que se encuentran en la habitación continua a la que me encuentro. Sin prisas me quito mi playera negra para luego guardarla en la bolsa de ropa sucia que me ocuparé de lavar una vez llegue a casa.

Sintiendo mis piernas temblar debido al ejercicio que acabo de realizar, decido sentarme en el banco de madera que existe, para poder desatarme los cordones de mis tenis y una vez me los he quitado, sacarme de encima el pantalón deportivo que llevo puesto.

Mis pulgares rozan el resorte de mis boxers, mas antes de quitármelos, decido que es mejor opción hacerlo una vez esté dentro de la ducha, por lo que me los dejo puestos y busco lo que me haga falta, para así no tener la necesidad de estar regresando después.

Escucho que alguien entra al lugar, pero no le tomo la menor importancia, por lo que una vez tengo todo listo, tomo mi toalla y me la cuelgo al hombro, para así encaminarme tranquilo al área de duchas, donde para mi fortuna, todas se encuentran vacías.

Me quedo en medio del pasillo por unos momentos, mientras mentalmente debato conmigo mismo para elegir a cual entrar. El chasquido metálico de la puerta al abrirse y una ráfaga de aire frío me envuelve, mas por alguna razón no me giro a ver quién ha entrado; tal vez por mi nulo interés o por las llamas que surgen en mí al pensar en una posibilidad de quién podría ser.

– Vaya, Yuu-chan –escucho que me llama la persona que recién entró y enseguida mi cuerpo responde con mi piel erizándose– veo que esos ejercicios de piernas sí han servido bastante ¿eh?

Mi estómago se entumece y trago en seco. Lento, giro sobre mis talentos para mirar directo a los ojos fieros, deseosos y perfectamente azules de mi entrenador, que se mantienen fijos en mis orbes, como si estuviese presumiéndome toda la fuerza de voluntad que posee, a la que claramente yo no me puedo ni aspirar por conseguir.

– Sí, eso creo –respondo queriendo parecer simplista y orgulloso.

El sonido de sus suelas chocando con las pequeñas acumulaciones de agua en el piso rebotan contra las paredes y no sé qué ha sido más veloz, si las ondas o su cuerpo acercándose al mío.

– ¿Eso es todo lo que dirás? –aparenta estar ofendido, pero la sonrisa en su rostro, no solo me hace babear, también me confirma sus intenciones– después de todas esas rutinas en las que te ayudé...

– Mika-san, usted solo me ha colocado rutinas de pesas y abdominales –contesto acortando un poco más la ya poca distancia entre nosotros– bueno, eso y tal vez... –hago una pausa en la que aprovecho para acariciar sus muy bien marcados abdominales con tanta lentitud como soy capaz– un par de rutinas más...

Noto el movimiento de su manzana de Adán cuando sube y vuelve a bajar en el momento en que traga saliva, algo realmente sexy ante mis ojos, que me hace soltar un suspiro para enseguida humedecer mi labio inferior levemente.

– Tal vez pueda ayudarme, con otra rutina –propongo con la voz más seductora que logro encontrar, mi brazo izquierdo se posa por sobre sus hombros mientras guío una de sus manos a mi cintura.

Una suave carcajada escapa de sus labios y sus fieros ojos vuelven a estar sobre los míos.

– Estaré más que encantado de ayudarte, Yuu-chan –responde apegándome contra sí para besarme de manera necesitada adentrándose en lo más profundo de mi cavidad bucal, donde mi lengua recibe la suya gustosa, enredándose, separándose y juntándose, ambas empiezan una ardua batalla, queriendo cada una ser la que lleve el control de la situación.

Mi fuerza es contrariamente proporcional a las llamas de mi interior, ya que entre estas más crecen, más difícil me resulta el seguir en pie; tal vez sea por eso que cuando Mikaela da un paso al frente para poder llegar más lejos, mis piernas abandonan su última reserva de fortaleza al dar un pequeño saltillo para enredarse así sobre la cadera de mi rubio instructor.

– Deberíamos entrar a una de las regaderas... –recomiendo con voz jadeante al tener sus labios succionando con ganas la piel de mi cuello.

Se aleja de mí por un par de segundos, tan solo para ver al pequeño cubículo al que entraremos, para luego adentrarnos en aquel sin separarse de mí en ningún instante.

– ¡Ah! –gimo al sentir la fría temperatura de la pared haciendo contacto con mi piel.

Sus dedos lentamente suben por sobre la tela de mi ropa interior, comienzan a juguetear con el resorte de la misma, antes de por fin sacármela con demasiada calma; tranquilidad que yo no tengo.

Mis dedos enredándose entre sus cabellos, el incremento en mis jadeos, la necesidad con la que junto nuestros labios, el brillo de mis ojos que revela mi deseo por él; todo mi cuerpo revela cuán desesperado estoy por el contacto y sé que mi entrenador lo sabe, pero que quiere aparentarse sereno y abundante de autocontrol.

– Demonios Mika –gruño sintiendo la perfecta manera en que juguetea con mis pezones– sigamos. Necesito más –suplico apartando su rostro de mi pecho para poder besarlo con ganas.

– ¿No crees necesitar calentamiento? –inquiere con una ceja alzada, aún tratando de molestarme.

La sangre se arremolina en mi rostro y le miro mal, a lo que él se limita a sonreírme de esa manera encantadora que tanto logra hacer que me derrita; así que a pesar de la vergüenza que comienza a invadirme y busca impedir que haga lo que tengo en mente, llevo una de sus manos a mi orificio que ya se encuentra en perfectas condiciones para recibirlo.

– Ya he tenido suficiente calentamiento –murmuro, completamente avergonzado y queriendo esconder mi rostro entre el espacio que existe entre su cuello y su hombro– tan solo mételo...

El ardor que me genera el choque de sus palmas contra mis glúteos me hace dar un pequeño brinco en mi lugar, mas cuando intento mirarlo, para saber lo que sucede, tan solo siento cómo separa mis nalgas con fuerza para entrar con una sola estocada en mi interior.

Un grito escapa de mis labios sin que pueda hacer nada para evitarlo. El dolor se extiende por mi cuerpo con gran velocidad, pero a los segundos la sensación del placer me envuelve por completo, lo que me hace aferrarme con más fuerza a la espalda del chico frente a mí.

Los segundos transcurren y nuestra piel va adquiriendo cada vez un toque más brilloso debido al esfuerzo que requiere la actividad que realizamos. Mi labio inferior cada vez duele más, pero no le presto importancia, tan solo puedo pensar en lo bien que se sienten las caricias de mi entrenador y el tener su miembro golpeando con tanta rudeza mi interior.

Gruñidos y jadeos llenan el lugar, y es que a pesar de que intentamos mantenernos es silencio, resulta más que imposible el callar lo bien que nos sentimos al unir nuestras pieles de esta manera.

– Mika, Mika, voy a venirme –logro pronunciar, a la vez que lo tomo con mayor fuerza por los hombros.

– Espera –pide con voz ronca– ya casi...

Las embestidas aceleran su ritmo y es como si todo a mi alrededor comenzara a desvanecerse; el vapor que se reúne a nuestro alrededor, las gotas que de vez en cuando caen del techo, el sonido de nuestras pieles chocando y el chasquido de nuestros labios al separarse. Todo lo anterior se resume en sensaciones y las sensaciones se simplifican en una sola: placer.

Al momento del orgasmo, Mikaela me besa con fuerza y sé que aparte de querer intensificar la sensación, quiere evitar que nos descubran, ah, lo que le da un toque más excitante a la situación... es que, estamos en un cubículo del gimnasio y sé que hace poco la gente comenzó a entrar a las duchas.

A ƒ r σ ∂ ι ѕ ι α c σ  「30 Díαѕ мιĸαуυυ」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora