Al terminar, fuimos a caminar a uno de los tantos canales. No me gustó para nada que Annie y KyungSoo se adelantaran, dejándonos atrás. Miré la unión de sus manos y la compatibilidad entre ambos, era como si estuvieran hechos el uno para el otro, las sonrisas entre ambos, las miradas, sus gestos, su aspecto; todo era como si al juntarlos formaran un equilibrio. Algo golpeó en mi estómago, se sintió como si dentro hubieran tirado una piedrita a alguna de sus paredes. Como cuando un bebé patea, pero no en esa forma tierna.
—¿Astrid? — JunMyeon musitó mi nombre y giré a mirarlo —Eres muy distraída, ¿no?
— ¿Disculpa?
— Te llamé como tres veces y parecía como si fueras en tu propio mundo. —explicó.
— Oh, sí, perdóname.
— ¿Piensas en algo acerca de ellos? — adivinó, increíblemente rápido, haciendo un asentimiento de cabeza en dirección a su hermano y mi amiga.
— ¿Eh? ¿Por qué dices eso? — pregunté, nerviosa.
— No sé, quizá porque te les quedaste mirando con profundidad. — se encogió de hombros.
Reí, aun más nerviosa.
— La verdad, sí. — admití — Pienso que de verdad están hechos el uno para el otro.
El ceño de JunMyeon se frunció y su mirada se posó en el suelo, mirando sus pies al caminar.
— Sí.
— No te ves muy convencido. —acusé, repentinamente curiosa.
— No, sí lo estoy. —balbuceó, pero se le escondía entre su voz algún cierto matiz de resignación — Annie es muy buena. — la miró y sonrió — Tiene una sonrisa muy bonita y sincera; sus ojos grandes son como si de verdad fueran la ventana de su alma; sus lindos gestos cuando te habla te hacen reír, ¿Has notado que cuando se encuentra con alguien se emociona muchísimo?... Y luego, ese abrazo que te da emocionada. —musitó, completamente perdido.
— Espera, espera… ¿tú…? — no pude terminar la pregunta, me llevé las manos a la boca cuando JunMyeon me miró asustado, como si haya soltado un secreto que no quería decir.
— ¿Qué? — preguntó, con la voz temblorosa.
— ¡Tú estás enamorado de Annie!
Ahora comprendía lo que KyungSoo me había dicho, de que su hermano estaba enamorado de una chica misteriosa. Por supuesto, no le quería decir, porque la “chica misteriosa” era su mismísima novia.
— ¡¿Qué?!
— Por favor, ¡Soy mujer, a mi no me engañas! — no sabía por qué pero una sonrisa empezó a expandirse por mi rostro.
— ¡Ssshh!— gesticuló nervioso hasta más no poder.
— ¡Entonces es cierto! — la sonrisa se expandió.
— No digas nada, por favor. —me suplicó.
Me llevé ambas manos a la boca, tratando de aplacar mi emoción.
— Astrid, nadie lo sabe. — dijo angustiado.
—Tranquilo, yo no… Se lo contaré a nadie. — prometí, aún medio emocionada.
—¡Soy un pésimo hermano! — exclamó desesperado — ¿Quién se enamora de la novia de su propio hermano?
— Oye, tranquilo. — a juzgar por su expresión, parecía como si estuviera a punto de llorar. — No eres el único, he escuchado bastantes casos. — enrosqué mi brazo al suyo, como si ya le tuviera la suficiente confianza para hacerlo; pero él no se quejó.