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Ahí estaba y no era un sueño, una ilusión o una cruel jugarreta de mi mente. Entonces capté que colgando del edificio, había un enorme cartel que decía “Nessuna fuga di nuovo” con grandes letras azules.
No sabía qué decía, jamás había aprendido italiano, pero cual fuera el mensaje, me impedía moverme, quería permanecer allí, observándolo.
Hice una comparación, y mi exposición salió perdiendo. KyungSoo era hermoso, en todo sentido que pudiera verle; su voz, su rostro, su cuerpo incluso, así usara el atuendo más ridículo del planeta. De pronto, un pensamiento me cruzó por la mente, ¿Existía la posibilidad de que él me quisiera a mí? ¿Tan sólo a mí? Tenía que haber una razón por la que en este momento estuviera allí, cantándome esas hermosas palabras que me llenaban el alma, ¿Todo ello era verdad? Y si lo era, ¿acaso no seguiría siendo malo? El recuerdo desgarrador que aún no me abandonaba, era aquel en el que veía los ojos hinchados y rojos de Annie, la tristeza en su rostro y la radiografía de su alma hecha pedazos. ¿Es que yo podía ser tan cínica como para terminar de arrebatarle lo que más amó?

Miré de nuevo a KyungSoo y otra lágrima corrió por mi mejilla. Ni siquiera yo misma me entendía; si él me quería y yo lo amaba más que a mi vida misma, ¿Cómo podíamos estar juntos? ¿El dolor de Annie era el precio a pagar? Me lastimaba querer hacerlo para estar con KyungSoo, no podía ser tan egoísta, ¿O sí? Era verdad que había pasado el tiempo, pero aunque para mí fuera eterno, en realidad no había sido bastante. En dos meses nadie sana una herida, y mucho menos si es tan profunda como la que yo había hecho. ¿Es que nunca podría llegar a estar con KyungSoo? ¿Ser feliz con él? Pero tampoco podía ignorar todo este amor que me quemaba por dentro, me hacía hervir la sangre y dudaba me cupiera en el corazón o en el cuerpo entero.

Sentí a JongIn a mi lado.

— Dile que no es demasiado tarde. — me susurró y la gente volvió a mí alrededor, volví a la realidad que me asfixiaba.

Dí una rápida mirada a JongIn y luego la volví a KyungSoo; el murmullo de la gente me hizo perder las voces en mi cabeza, mientras la de KyungSoo continuaba metiéndose por mis oídos y llegaba a mi corazón. El suspiro angustiado que solté se hizo visible al empañar el cristal de la ventana, ¿Por qué tenía que pensar demasiado las cosas? ¿Volver a escapar sería muy cobarde?

La música paró y junto a ella mi corazón estrepitosamente colapsó en nuevos latidos. Él miró hacía mí y aún con tal distancia, pude sentirme abrigada en el calor de su mirada.

— ¿Qué esperas? — animó JongIn, pero ni siquiera yo lo sabía.

KyungSoo no se movía, pero el par de músicos detrás de él comenzaron a retirarse, haciendo que la escena pareciera viva. Era hora de aclarar las cosas con él y conmigo misma, también. Comencé a mover los pies hacía atrás y despegué las manos del cristal, dejando la huella de mis palmas. KyungSoo notó mi movimiento y en cuanto me dí la media vuelta, dió un salto hacía atrás y se echó a correr. No supe qué más hizo, porque caminé hasta las escaleras y bajé a grandes zancadas medio desequilibradas hasta la planta baja. ¿Qué iba a decirle? Mi cabeza era un completo caos e iba viéndome los pies al caminar, tratando de encontrar la respuesta correcta a todo este dilema.

Justo cuando iba a salir por la puerta, donde la luz taciturna del sol escaso ya comenzaba a alumbrar, un brazo me cerró el paso. El pecho agitado de KyungSoo se movía de arriba y abajo, su respiración irregular me movía los cabellos de tanta cercanía. Tenerlo así de cerca después de tanto tiempo hizo que me debilitara por completo, pero me obligué a sacar fuerzas de dónde no las tenía para mantenerme de pie, aún cuando mi corazón estallara contra mi pecho.

— No escapes de nuevo. — dijo entrecortado y su aliento me estremeció el alma.

— ¿Qué? — logré decir.

M. de P. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora