— ¿Mal? Astrid el vestido es hermoso, te ves genial — me dijo Annie acercándose a mí.
— Te ves preciosa. — musitó KyungSoo, como un escultor admirado de su propia obra.
— ¿Dónde encontraste el vestido? — me preguntó, maravillada.
— Pues, KyungSoo… me ayudó a encontrarlo. — admití, aunque debería de haber dicho, “KyungSoo lo eligió”
— ¿En serio? — se sorprendió Annie — No tienes malos gustos, KyungSoo. — sonrió.
— Gracias.
Me sentí muy observada así que decidí hacerle fiesta al vestido que Annie usaba.
— Tu vestido es… precioso. — dije — Morado, claro. Tu color favorito.
Era un vestido sencillo pero lindo, en tono morado, en corte princesa y unos tirantes que lo ataban al cuello.
— ¿Te gusta? — preguntó Annie.
— Claro, se te ve estupendo. — reconocí.
A decir verdad, el vestido era bastante sencillo, sí, pero Annie tenía ese no sé qué que hacía lucir cualquier cosa que se pusiera, aun si fuera la prenda más horrible del mundo.
— Entonces, creo que tenemos los vestidos. — dijo, satisfecha.
Le sonreí, tímida.
— Annie, no tengo con qué pagarlo. — dije, el precio del vestido no era para nada barato.
Annie soltó risitas tiernas.
— No seas tonta Astrid, yo los voy a pagar. — me dijo.
— ¿Qué? No, no, no. — negué con la cabeza.
— Claro que sí, y no quiero protestas. Anda, cámbiate para ir a pagarlos. — me empujó hacía el vestidor y ella cerró la cortina, corriéndola de un tirón.
Me miré al espejo, ahora me sentía peor; Annie era una excelente amiga, ¿y cómo le pagaba yo? Enamorándome de su novio. Suspiré y decidí no pensar en ello, ¿para qué me hacía más daño? Me despojé del vestido y lo doblé sobre mi brazo, para salir cuando ya estaba vestida con mi ropa.
Annie pagó ambos vestidos y aproveché para agradecerle a KyungSoo la ayuda.
— Gracias, por elegirme el vestido. — dije y le sonreí de una forma desconocida para mí.
— Por nada, me alegra haberte ayudado.
Me le quedé mirando, justo como él a mí. Su mirada era como una canción romántica en mi alma, de esas canciones que te hacen desear bailar bajo la luz de la luna.
— KyungSoo, Astrid. — nos llamó Annie y nos hizo apartar la mirada del otro — Vámonos. — sonrió.
Me dió la caja del vestido y KyungSoo tomó la suya para llevarla él, luego se giró a mí.
— ¿Te ayudo? — se ofreció.
— Claro. — dije y le di la caja.
Salimos de la tienda, y Annie tomó la mano de KyungSoo para caminar hasta su auto. Mi interior se enfureció por ver el entrelazado de dedos entre ambos. De pronto, deseaba al menos confundirlo, que alguna parte de su cerebro formulara mi nombre junto a una remota posibilidad… al menos. Pero al instante de que me percaté de aquello, me retracté velozmente. Esto no debería de estarme pasando.
Sacudí la cabeza como queriendo deshacer esos pensamientos y decidí ignorar a todo aquello que mi interior gritaba, aun sí yo estuviera de acuerdo.