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— Bueno, ¿y qué quieres que haga? JongDae se ha vuelto un amigo excelente y JunMyeon es una persona grandiosa. A Carrie la conozco porque trabaja en el laboratorio de fotografía y es una chica sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre.

— Ya lo sé Astrid. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.

— Eso lo hago, créeme.

— Pero…

— ¡Tu pizza está lista! — canté al oír el pitido del horno —. Me voy a dormir, te quiero, buenas noches. — le lancé un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Annie, al menos no si lo veía de la perspectiva de que no vería a KyungSoo, o mejor dicho, de que no estaría yo sola con él. Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.

— ¡Bestia! —los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero sí molestos.

—Ya estoy despierta...

Salí de mi habitación y miré a Annie sonreírme. Me sentí mal de nuevo.

— ¿Cuáles son los planes de hoy? — pregunté, totalmente desganada.

— Conseguir un vestido elegante. — me dijo.

— ¿Elegante? ¿Qué celebramos?

— El próximo domingo es el cumpleaños del señor Vittore y, ya sabes cómo son todas esas personas. — puso los ojos en blanco — Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.

— ¿El señor Vittore? — traté de pronunciar el apellido con el acento que Annie había utilizado.

—Sí, el dueño del Hospital, Roberto Vittore. — explicó.

— Oh… ¿y…?

— Estamos invitados. — sonrió ampliamente.

— ¿Invitados? — quería saber a quiénes se refería.

— Sí. Tú, KyungSoo y yo. Quien por cierto ya debería estar aquí. — divagó, mirando el reloj de su muñeca.

—¿KyungSoo? ¿Nos acompañará?

— Claro, ¿y luego quién nos dirá que nos vemos lindas con los vestidos? — bromeó.

— Pero KyungSoo es… hombre. Sabes que no les gusta eso. — intenté encontrar una excusa creíble para que KyungSoo no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.

— Pero es mi KyungSoo. — dijo y me dolió — , Él está dispuesto a acompañarnos.

Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y… angustiado.
Annie corrió animosa hasta la puerta, mientras que yo me quedé parada allí, con ganas de correr en dirección opuesta. Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía qué sentir. Pero entonces Annie abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos, allí estaba él, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa en color azul a cuadros, desabotonada, y un jeans del mismo tono, ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miró.

— ¡Amor! — dijo Annie feliz. Pero esta vez en darle un beso en los labios, se lo dió en la mejilla

—Hola. — musitó KyungSoo.

La saludé con la mano.
— Ve a cambiarte, Astrid. — me instó Annie y sólo entonces caí en la cuenta de que estaba en pijama, de nuevo —. Nos espera un largo día.

M. de P. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora